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portada-meditacionesorg.jpg Meditaciones orgánicas
Cristina Piña
Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2011

Por Elba Serafini
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No. 47 / Marzo 2012


 
Tiempo desencajado

Un largo mes pasó,
mes de calores furiosos
y lento pasaje del sol
por la bóveda celeste,
mes de vacío y penitencia
del corazón.

Un largo mes pasó,
dejando su resaca
de papel y tinta:
las palabras inasibles,
los textos desquiciados
se han cerrado como un puño
sobre su desconcierto.

Del tiempo desencajado,
de esa pelusa fina
que lentamente ha cubierto
la mirada,
ha transformado el mundo familiar,
tal vez la ilusión de un comienzo,
de un ciclo que se inicia,
la consigna salvar.



III

                                                                           Les temps n`a qu`une realité,
                                                                           Celle de l`instant
                                                                                                    Gastón Bachelard

Se abre la ventana
al tiempo
a la libertad
del tiempo rescatado
en la mañana de la infancia,
en el velero que atraviesa las olas
y aterriza, esbelto,
en la curva de la orilla.

Se abre la ventana
a la luz,
al suave resplandor
del mañana en la ribera,
al sol que surge entre las olas
como un abanico abierto
en las puertas del tiempo.

Se abre la ventana
al sol,
a los rayos que penetran
en el quieto corazón del aire,
sol que atraviesa
la memoria con su aguja de luz,
recorre con su mano
la piel del día
y su mejilla.

Se abre la ventana
al tiempo,
que es luz y que es sol
en las manos de la infancia,
que es día
en la mirada del aire,
que se hace añicos
contra el esquife
de la vida plena.



Caminatas

Cuando llega el crepúsculo,
querida,
todo sigue igual:
el sol suelta su pelo como una llamarada,
las gaviotas del atardecer
se aprietan en el risco,
las olas se echan atrás.

El verano ha estallado
como una granada en sazón
y los días se alargan
más allá de la memoria.

Las largas caminatas
por el estuario
no son lo mismo sin tu compañía,
el dolor se ciñe más
sin tu consuelo:
en fin, querida mía
que es más dura la soledad
sin otro murmullo
que el de las olas
al pasar.

Miro la costa y me propongo,
entristecida
trazarme un paisaje amistoso
que me ayude a seguir.

Aunque las dos sabemos
que con paisaje o sin él,
en verano obsesivo o en medio
del invierno
sigo marchando
porfiada
por la orilla del mar.


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