No. 48 / Abril 2012

 
El poema visual como juego de iconicidad

Poéticas visuales
Por María Andrea Giovine
 
 
“El arte no reproduce lo visible, sino que hace visible”, dijo Paul Klee. “Si yo pinto a mi perro exactamente como es naturalmente tendré dos perros, pero no una obra de arte”, expresó Johann Wolfgang von Goethe. “No se puede imitar lo que se quiere crear”, afirmó Braque.

Lo que nos muestran estas citas es el cambio de paradigma que se dio en el arte cuando se transformó el foco de la imitación a la creación, de la naturaleza al ser humano, del mundo exterior al mundo interior del artista.

La poesía visual vivió un verdadero renacimiento en el siglo XX y, aunque tuvo antecedentes de enorme importancia en siglos anteriores, fue en el siglo pasado cuando realmente se insertó en el panorama de la creación artística. Todo cambio en el arte proviene de cambios en otras esferas de la actividad humana como la ideológica, social, política, cultural y a su vez el arte tiene influencia en éstas. No cabe duda de que cuando la visualidad se fue incorporando a la vida cotidiana (y al arte) a través de la fotografía o el cine, por citar sólo dos ejemplos, la imagen fue cobrando importancia en el inconsciente colectivo; no cabe duda de que cuando las ciudades se iluminaron con la luz eléctrica, se dio una revaloración del color, el brillo, las formas, una nueva forma de ver, tanto en su matiz fisiológico como intelectual.

En cuanto al tema de la imitación, la iconicidad y el isomorfismo, la poesía visual, entendida como metavanguardia, tiene un doble matiz. La vanguardia reacciona contra la imitación y, sin embargo, parafraseando a Rafael de Cózar, es como una especie de manierismo contemporáneo (y con ello nos referimos a un tipo específico de vanguardia, la vanguardia visual, la poesía experimental); hay que aceptar también que en ella se ha sustituido el principio de mimesis por la constante búsqueda de un camino individual. Por esta razón, parece tan importante plantear la poética de la poesía visual como metavanguardia, porque precisamente al ser un proceso experimental consciente de sí mismo, preocupado por el lenguaje estético y la búsqueda de nuevos caminos donde los signos son material objetivo de transformación y la imitación no se encuentra dentro de sus preocupaciones artísticas principales.

Otro aspecto importante que da cuenta del carácter de metavanguardia de la poesía visual es la autoreferencialidad presente en el poema visual, la cual consiste en que la lengua toma conciencia de ella misma y hace referencia a sí misma (tanto en lo verbal como en lo visual); el poema se presenta como hecho de un lenguaje y de un material autónomos que pueden hacer referencia sólo a ellos mismos fuera de la lengua. Así, de manera general, los artistas que han practicado la poesía visual parecen haber radicalizado la “función poética” definida por Jakobson, quien afirma que lo poético de un texto se manifiesta en que la palabra se percibe como palabra y no simplemente como un sustituto del objeto ni como explosión de emoción. 

En la poesía visual, por definición, encontramos la idea de que las palabras se asemejen a las cosas, y esta idea se lleva más allá pretendiendo que las palabras incluso sean las cosas. Por mucho tiempo ha sido tema de reflexión de los poetas qué tanta cercanía hay entre la palabra que nombra, que designa, y el objeto nombrado o designado. “Comprendo que la rosa no cabe en la escritura”, escribe Roberto Sosa, poeta hondureño en su poema Arte espacial. “Desbautizar al mundo/ sacrificar el nombre de las cosas/ para ganar su presencia”, plantea Roberto Juarroz, poeta argentino en Poesía vertical. Alejandra Pizarnik, también argentina, en su poema En esta noche, en este mundo escribe “no/ las palabras/ no hacen el amor/ hacen la ausencia/ si digo agua ¿beberé?/ si digo pan ¿comeré?”. Y hay otros más optimistas como Borges en su poema El Golem, donde señala: “Si (como el griego afirma en el Cratilo)/ El nombre es arquetipo de la cosa/ En las letras de rosa está la rosa/ y todo el Nilo en la palabra Nilo.”

Esta preocupación de que el lenguaje sea lo que dice se encuentra en el punto medular de la poesía visual. Se pretende llevar los objetos a la página, concretizarlos de alguna manera para que la palabra ceda al terreno de abstracción que le es propio y se cristalice en la página.

Cada poeta visual o cada movimiento dentro de la poesía visual tiene sus propias concepciones estéticas y su propia definición de esta manifestación artística, sin embargo, todos coinciden en que la poesía visual es un proceso experimental de creación iconotextual donde los elementos lingüísticos encuentran una tensión espacio-temporal que cristaliza la relación entre lo referido y los signos verbicovisuales.

La poesía visual (algunos poetas visuales han denominado sus creaciones poemas icónicos para destacar este aspecto) crea un lenguaje nuevo, un lenguaje que sólo tiene sentido cuando se considera como la fusión de los signos visibles y los signos legibles y la raíz de la creación de este nuevo lenguaje es lograr que en el poema visual se concrete la presencia del objeto al que se hace mención.

Definitivamente en la poesía visual los signos (de nuevo verbales y visuales) presentan relaciones simbólicas, icónicas e indiciales. El lenguaje iconotextual de la poesía visual pretende acercarse a las cosas, ser las cosas, busca que el lenguaje poético-visual lleve el objeto a la página-lienzo. Si se habla de la lluvia se desea que el texto “llueva”, si se habla de un péndulo las letras recrean el movimiento pendular, si se escribe sobre un espejismo, el poema visual en sí mismo lo crea ante nuestros ojos.

Sin olvidar que el poema visual está hecho de la articulación entre los signos verbales y los visuales como se esbozó en el apartado correspondiente a la sintaxis de la poesía visual, llegamos a la cualidad isomórfica del poema visual. El concepto de isomorfismo, tomado de las ciencias, es definido en semiótica por Hjelmslev al hablar de los planos de correspondencia entre fonemas y semas como la correspondencia del mismo tipo de relaciones combinatorias entre planos diferentes. Esto es precisamente lo que tenemos entre el plano visual y el verbal en el poema visual. A pesar de ser planos diferentes están combinados (unidos) mediante el mismo tipo de relaciones combinatorias isomórficas para lograr la aproximación entre el signo y la cosa. El significado y el significante estudiados por Saussure adquieren gran concretización en el poema visual, donde para hablar de “caballo” el poeta no se limita al significante fonético o gráfico que podría detonar en la mente del lector la imagen mental de casi cualquier caballo (a menos que la acote a través de adjetivos y explicaciones hechas mediante más cadenas de signos lingüísticos) sino que presenta un caballo en especial, con una posición particular, al leer sobre el caballo, éste nos mira directamente a los ojos desde la página, a través de la imagen adquiere posición, tamaño, dimensión y características definidas que están en los elementos visuales y no en los verbales.

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E.M. de Melo, "Péndulo", 1973.
 
El poema visual Péndulo de E. M. de Melo e Castro (nacido en 1932) da cuenta de la necesidad que tiene la poesía visual de mostrar de manera explícita que las palabras pueden aproximarse a lo que representan de manera mucho menos vaga y abstracta que en la evocación semántica realizada por el receptor a partir de un significante. Aquí vemos cómo las letras de la palabra “péndulo” se acomodan en la página a partir de un eje fijo formado por la letra “p” y a partir del cual las demás letras se acomodan hacia el lado derecho, desprendiéndose del eje y constituyendo la impresión de movimiento, precisamente el movimiento del péndulo. En este ejemplo, la carga visual creada por la tipografía y la colocación de las letras nos acota a qué se refiere el poeta al utilizar la palabra “péndulo”. Así, escrita sin este orden visual, la palabra péndulo podría generar en el lector la imagen mental de cualquier péndulo en un reloj, solo, grande, pequeño, de algún material en específico, etc. Sin embargo, lo que tiene en mente el poeta es precisamente el movimiento asociado al péndulo y ésa es la idea que nos logra transmitir muy claramente en el texto a través de la incorporación del elemento visual, el cual, podría decirse, hace las funciones de los adjetivos y demás determinantes y nos acota del todo el sentido hacia el cual apunta el texto.
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Emmet Williams, "Sin título", página 323 de Anthology of concrete poetry, 1967.
 

Emmet Williams (1925-2007), poeta concreto, en esta obra nos da otro ejemplo de la preocupación de la poesía visual por lograr que las palabras literalmente hagan, produzcan y creen lo que dicen.

Este ejemplo es un poema que “actúa”, por decirlo de alguna manera. “Like attracts like”, dice Williams, lo semejante se atrae, y eso es precisamente lo que ocurre con las palabras que forman el sintagma. Las palabras “like” ubicadas a la izquierda y a la derecha del verbo “attracts” con lo cual se forma una imagen muy simétrica, equilibrada y armónica se van aproximando cada vez más, realizando de facto lo que propone la frase, es decir que lo similar (la palabra “like”) se atrae. Pero este poema concreto va más allá. La incorporación de lo visual no repite o realiza simplemente lo que dice el sintagma sino que perfila un nuevo tema. En el proceso de atracción se da también una asimilación, una fusión, al punto en que los últimos elementos que forman la “V” son completamente ilegibles, sabemos qué dicen porque cada línea es la repetición de la primera, “like attracts like”, pero las letras están tan encimadas que no se lee. De este modo, el lector-espectador se da cuenta de que el poema no es sólo la realización de la frase que dice que lo semejante se atrae, sino que reflexiona también sobre el hecho de que en ocasiones cuando lo semejante se atrae también se fusionan identidades y ambos elementos terminan modificados. 

A lo largo de décadas de experimentación, los poetas visuales, tanto los que han trabajado en papel como los que se han aventurado por el uso de nuevos soportes, nos han legado la reflexión de que la grafía y la fonética, el significado y el significante, las palabras y las cosas pueden expresarse de manera explícita en una obra para tejer redes de significación, con lo cual se han abierto nuevas puertas a la coexistencia entre lo discursivo y lo visual como lenguaje poético. 

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