Las cenizas del desierto

 

No. 48 / Abril 2011


Las cenizas del desierto

 

Por Álvaro Ruiz R.


Ha sido privilegio de nuestra época –entre guerras,
revoluciones y grandes movimientos sociales– desarrollar la fecundidad de
la poesía hasta límites no sospechados. El hombre común ha debido
confrontarla de manera hiriente o herida, bien en la soledad, bien en la
masa montañosa de las reuniones públicas.
Pablo Neruda, Confieso que he vivido.

¿Para qué poetas en tiempos de desamparo?

Hölderlin


 

Existe cierto número de índices en la historia de la literatura occidental del siglo pasado que conducen a concebir un posible final de la escritura en verso, un punto de ruptura y a la vez un parteaguas. A través de un breve repaso del papel cultural que ha tenido la poesía en el último medio siglo, revisaremos el momento que vive este género a través de dos figuras que han marcado de alguna manera el quehacer poético mexicano contemporáneo, Javier Sicilia (1956) y José Emilio Pacheco (1939). Nuestro estudio se basa primeramente en un repaso de la prensa dedicada a Javier Sicilia y al movimiento social que originó, en el periódico La Jornada, y su recepción en un ejemplo de la columna periodística de José Emilio Pacheco, Inventario, publicada en la revista Proceso. A partir de esta revisión, notaremos el papel que parece adquirir la poesía a través de dichas fuentes. Dicho papel nos conducirá a un repaso de ciertos tópicos de la obra lírica de José Emilio Pacheco y a advertir la manera en que adquieren un soplo de actualidad y cómo sitúan a su vez el papel y la función de la poesía en el contexto de los últimos tiempos.


Poetas en tiempos de desamparo

Las circunstancias de violencia brutal y destrucción del tejido social en México se han llevado la vida de 50 mil personas y de miles de desaparecidos, aunque el significado de las cifras sea irreal, inoperante y abstracto frente a la abrumadora realidad. La guerra sin tregua que sacude al país desde la toma de poder del presidente Calderón en 2006, se libra contra un enemigo invisible y sin otro frente claro que el de desarraigar, asesinar y desertificar la vida de la población civil. En este contexto, el papel del poeta y de la poesía han tenido una función muy particular en la prensa.

Hace algunos meses, el dolor de un poeta frente al asesinato de un inocente más, hijo suyo, sacudió a México, y desencadenó el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, un movimiento pacífico de la sociedad civil mexicana que recorrió el país entero, primero en el mes de junio y posteriormente en el mes de septiembre. Javier Sicilia, el poeta que alzó su voz en medio del dolor y la indignación nacional, declaró en ese entonces que dejaría para siempre el oficio de la poesía.

Era el mes de abril de 2011. Estos fueron los últimos versos del poeta, que declamó en el zócalo de Cuernavaca, en lo que fue la primera de una gran cantidad de manifestaciones:

El mundo ya no es digno de la palabra
nos la ahogaron adentro
como te asfixiaron
como te desgarraron a ti los pulmones
y el dolor no se me aparta
sólo queda un mundo.
Por el silencio de los justos
sólo por tu silencio y por mi silencio, Juanelo
el mundo ya no es digno de la palabra,
es mi último poema, no puedo escribir más
poesía... la poesía ya no existe en mí.

Ésta no es la primera vez que la escritura poética es colocada en tela de juicio frente a las condiciones históricas y políticas más desalentadoras. El final de la segunda guerra mundial y el horror de los campos de exterminio pusieron en jaque la supremacía de la cultura occidental. En un artículo polémico publicado en 1949, Theodor Adorno, anotó: “escribir un poema después de Auszchwitz es una barbarie”. Algunos pensaron que Adorno se estaba manifestando en contra del ejercicio poético y asumiendo su prohibición. Esta supuesta prohibición marca un parteaguas en la historia de la poesía. Si bien durante el Renacimiento y la Ilustración el poeta encarnaba el medio de unión entre el espacio celeste y el terrestre, vector de la palabra divina, y luego con el romanticismo, el remedio para la soledad del hombre frente a la Naturaleza –con mayúscula. Ya en los albores del siglo XX, éste que Pacheco llama “el siglo de la muerte”, la voz de los poetas parecería no haber sido capaz de detener la barbarie, las carnicerías de Verdun o los bombardeos alemanes. La función de la poesía cae entonces como Ícaro, derrotada, sin salvar lo humano ni impedir la barbarie. En realidad la postura de Adorno no era sentenciar a muerte la escritura en verso ni el arte, sino demostrar hasta qué punto Auzschwitz significaba el fracaso de la cultura, de las artes, de la tradición. En efecto, su postulado mostraba cierta indignación frente a la llamada “victoria” de los Estados Unidos y sus aliados, que de nuevo conducen a la reificación de la cultura por sí misma, a su auto-suficiencia y a su arrogancia: “toda cultura posterior a Auzschwitz es un montón de basura”, dice en una obra posterior.

Como espacio marginal de esta cultura, la poesía siguió sufriendo las acusaciones mal atribuidas de Adorno, y a pesar suyo. En los años 70, Denis Roche la declaró “inadmisible”. Foucault, entre otros, constató la connivencia de la literatura con el poder y su manera de vehicular y legitimar la dominación de las instituciones. En los últimos veinte años encontraremos más de una decena de libros, en Francia, por citar un ejemplo, que tratan el fin de la poesía o el olvido en el que ha acabado de caer la literatura en los albores del siglo XXI. Títulos que incluyen o presuponen esta crisis y que dudan de la necesidad de la palabra poética:

À quoi bon la poésie aujourd'hui (déjà corrigé aussi sur papier), o bien À quoi bon encore des poètes?, o aún La littérature, pour quoi faire? Pourquoi des poètes en temps de détresse o, finalmente, Adieux aux poèmes de Jean- Michel Maulpoix.

En este último, el autor nota que el rasgo principal de la poesía posmoderna es su obsesión por la chatarra y el reciclaje, por las  cicatrices y los restos como conciencia de su propia condición social y cultural.


La fuerza del periodismo

Esta idea nos remite a la actualidad mexicana. Si el último poemario que preparaba Javier Sicilia se hubiera publicado, llevaría justamente como título Los restos. Pero el dolor destruye su voz poética y la sustituye por un libro de denuncia social y política que lleva el título de Estamos hasta la madre (publicado en septiembre del 2011).

Pocos días después de esta publicación, la editorial mexicana Era reedita el poemario más celebrado del autor, Tríptico del desierto (Premio Nacional Aguascalientes de poesía, 2009), ya que, por su fuerte demanda, la primera edición se agotó. En una entrevista al periódico La jornada, el escritor reconoce que:

[...] la palabra poética se cumple en el espacio público. Mallarmé decía que el poeta es la voz de la tribu. Ante el utilitarismo del mundo moderno y el arrasamiento de la economía sobre la vida humana, es el poeta quien convoca el ethos y el alma de un pueblo. A través de la voz del poeta se dice el pueblo. De alguna forma, todo lo que ha sido esta protesta y movimiento es la devolución de la poesía al espacio público.

De manera paradójica la renuncia de Sicilia a seguir escribiendo poesía, inicia una etapa de catarsis que busca la conciliación nacional: las voces sofocadas por el dolor, las amenazas, la muerte y el miedo, empiezan a alzarse y a hacerse escuchar en las plazas de distintos puntos del país, durante los meses de abril, mayo y sobre todo junio. El Movimiento por la Paz, del que Sicilia solamente es un participante más, las recoge y arropa.

Para medir el alcance y el impacto mediático del movimiento iniciado por el poeta hacemos aquí una lectura del periódico La Jornada. Si nos basamos en dos meses (1 de abril – 31 de mayo del 2011) de publicaciones de este último, notamos que este periódico le dedicó al poeta Javier Sicilia y al Movimiento Por la Paz, cerca del 33% de sus primeras y segundas planas, (donde casi la mitad son fotografías de portada y titulares centrales). Además, durante el mes de mayo se le da seguimiento durante siete días consecutivos. Aunque Javier Sicilia se resigna al silencio poético, la palabra, los recitales, la figura del poeta como líder de un movimiento social, integran un frente mediático importante. La poesía parece, como él lo afirma, regresar al espacio público que fue suyo desde la Antigüedad. Esta recuperación del espacio público se logra gracias a los medios de comunicación, y en particular al periodismo.

Veremos qué papel jugó en ese mes de abril una importante voz del periodismo cultural, la de otro poeta, José Emilio Pacheco.

Desde la antigüedad es también el título de uno de los tantos miles de artículos que componen el Inventario de Pacheco. Cabe decir que el Inventario, publicado semanalmente desde 1976 en la revista Proceso, es posiblemente uno de los últimos relentes de la prensa cultural escrita en México. Desde la antigüedad para Javier Sicilia es el título completo con el que el escritor periodista se solidariza con su amigo poeta y nos hace parte de su visión de la poesía:

La poesía no puede revivir a los muertos ni detener la mano de quienes torturan y asesinan. Sin embargo, sus poderes son otros como se mostró en la manifestación del zócalo el pasado miércoles 6 [de abril del 2011]. Allí estuvo presente y por un instante volvió a ser la palabra plural en que reconocemos nuestro dolor y nuestra rabia.

En este artículo, Pacheco aprovecha la tribuna del periodismo para ofrecer sus condolencias y recordarnos el síntoma de fractura de este nuevo siglo. La prensa se convierte en el espacio por el cual puede defender el oficio de poeta y su poder de reunir a miles en el dolor común.

En su columna Inventario, José Emilio Pacheco divulga la obra de poetas de todas las épocas y defiende la escritura en verso. Así, destaca, como lo hizo Sicilia, la importancia y la necesidad de la poesía en un espacio de debate público. Por eso, ante la muerte del hijo, Pacheco no puede más que recordarle la fuerza que tiene la escritura poética en momentos de desamparo y le ofrece algunos poemas de la antigüedad, ecos del dolor humano que:

[…] tienen 2000 y 2500 años y que siguen resonando en un México en que ya nadie está dispuesto a permitir el triunfo absoluto de la muerte. […] Sea como fuere son actos de protesta. Protesta contra la brutalidad, la sordidez y el sinsentido que se han vuelto materia misma de nuestro días.


Al fin y al cabo, lo que hace aquí el periodista literario es un intento por relativizar la violencia mexicana y extenderla a un ámbito histórico remoto. Demuestra entonces que lectura y escritura siguen teniendo tanto el valor de la denuncia como el valor catártico de identificar su dolor junto con el de otro, aunque este otro sea algún poeta de hace más de veinte siglos.


La conciencia del dolor

Si desvelamos al poeta que hay detrás del periodista, podemos aceptar que posiblemente la de Pacheco es una de las poéticas mexicanas del nuevo siglo que más se han enfocado en el dolor y en el desamparo humano. Analizar este tópico en sus versos puede ayudarnos a entender su labor periodística, su apoyo a Sicilia y el lugar que adquiere entonces la poesía en el México de hoy. En el poemario Fin de siglo, la voluntad del poeta por cambiar el mundo a partir de la palabra se manifiesta de la siguiente manera:

No quiero nada para mí
solo anhelo lo posible imposible
un mundo sin víctimas.
Cómo lograrlo no está en mi poder.
Escapa a mi pequeñez, a mi pobre intento
de vaciar el mar de sangre que es nuestro siglo
con el cuenco trémulo de la mano.
Mientras escribo llega el crepúsculo.
Cerca de mí los gritos que no han cesado
No me dejan cerrar los ojos.

Un siglo como un “mar de sangre”: puede referirse tanto al siglo XX, que llega a su fin en el momento en el que el poeta escribe o bien reescribe (ya que hay distintas versiones del mismo poema en toda la obra de Pacheco) sus versos, como a cualquier otra época violenta de la historia en la que el sujeto lírico se confronta con su finitud y con su limitación para detener los atropellos de su tiempo a partir de las  circunstancias históricas que vive el poeta en el presente –con las que se construyen todos los tópicos de su obra– y su relación con otros tiempos, otras culturas. La violencia y el desamparo que vive, acaban por cercarlo. Sin embargo, a diferencia de la renuncia de Sicilia, en estos versos la voz lírica debe seguir escribiendo, como una manera de seguir abriendo los ojos del espíritu, la conciencia.

En una de sus numerosas artes poéticas, la voz lírica de Pacheco indica que “La poesía tiene una sola realidad: el sufrimiento […].” 20 Aunque los versos afirmen que en nuestra época significa “[...] una enfermedad de la conciencia, un rezago/de tiempos anteriores a los nuestros/ cuando la ciencia cree disfrutar del monopolio eterno de la magia” 21. Esta idea interpela otra vez a Theodor Adorno:

[…] se deben escribir poemas, en el sentido en el que lo explica Hegel en la Estética, es decir que siempre y cuando exista una conciencia del sufrimiento humano, debe también existir un arte como forma objetiva de esa conciencia.

A mi parecer, la conciencia del dolor como fuerza poética es, más que un tópico, una verdadera ética en la escritura de José Emilio Pacheco. Esta ética recorre sus versos, sus novelas (particularmente Morirás lejos cuyo tema principal es el holocausto nazi) y su actividad periodística. Tiene una capacidad notable para leer el presente y crear interacciones, intertextos, relaciones, con momentos históricos aparentemente ajenos a nuestra vida cotidiana. Su obra tiene una reacción inmediata con la Historia, aunque difiere del método del historiador por su anacronismo o su falta de cronología. Más que una labor de historiador de la literatura, su quehacer poético, apoyado en el periodismo, es un termómetro, un sismógrafo cultural contemporáneo, y también una veleta histórica que apunta direcciones a seguir, caminos que nos alejen de nuestro localismo o de nuestro etnocentrismo.

Tras un análisis del frente mediático y social que alcanzó Javier Sicilia en circunstancias de violencia nacional podemos advertir que la función del poeta y de la poesía están cambiando de rumbo en el México actual. Aunque aún no tengamos la distancia necesaria para observar este fenómeno más detenidamente, la reacción de la prensa es clara.

Por su parte, la defensa de la poesía y la insistencia por afirmar su necesidad en el mundo muestran que, como voz primera del periodismo cultural mexicano, José Emilio Pacheco advierte estos cambios y los consolida en su trabajo. De esta manera demuestra, no sólo que la poesía está recuperando su función social, sino de qué manera la poesía es capaz de forjar la memoria histórica de un país.

Ante nosotros se plantea entonces el siguiente reto: el de estudiar las condiciones en las que versos y autores de versos se convierten en materiales para la historia mexicana del nuevo siglo. Al lado de esta tarea se presenta también la necesidad de concebir una Historia de la poesía mexicana, con la intención de desvelar estas condiciones en los contextos socio-políticos del “viejo siglo”. Aunque parezca que trabajemos con un material hecho cenizas regadas en el desierto.

 

 


Leer otros artículos sobre el caso Sicilia...




{moscomment}