LA CULTURA DE UN PUEBLO PUEDE VERSE
A TRAVES DEL ESTADO DE SUS ÁRBOLES Juan Carlos Macedo (Uruguay) Árboles Los árboles son sabios. No hay risa en sus hojas ni tristeza. El rocío y la savia son humedades simples, necesarias. No saben de la sabiduría. Saben estrictamente cada vez más crecida, más densa, (lo que cubre la pérdida o el sueño) la sombra es verdadera. Están ahí erguidos [...] El problema de los árboles es que existen. Peor aún Construyen el paisaje. [...] Porque solo son fieles a su crecimiento, allí donde nacieron. Y por ese motivo se han conocido casos aun de destrucción del árbol y sus lados. [...] Situación grave o muy triste la de esos seres, sin interés, los árboles, que solo tienen ramas y más ramas [...] La realidad del árbol es que no puede sostener el mundo. Enviado por Tatiana Oroño Luis Bravo aquí había un árbol ahora talado en favor de una 4x4 2 x 3 llueve: sigue el efecto invernadero y no está su sombra para los rayos del cono sur agujereado durante 70 años el árbol dio frutos varios ahora los pájaros músicos migraron lea Sr. 4x4: “una encina genera el oxígeno que consumen 10 personas; un automóvil consume en una hora el mismo oxígeno que 800 personas en 1 día; un automóvil consume a la hora el oxígeno que 200 encinas generan en un día”. ¿ya lustró su auto hoy, Sr. depredador? En apoyo a la carta abierta de la poeta Silvia Guerra y junto a las palabras de la poeta Tatiana Oroño, y a todos los que hagan de la conciencia individual un frente de acción para el cambio de conciencia colectiva. Antonio Machado Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido. ¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas en alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.
Enviado por Andrea Blanqué Verónica Zondek
Por qué baja el viento y trae esas llamas que todo lo devoran?/ Mira/ mira como corre el cordero y el huemul y el león/ mira como se pinta y aúlla de rojo la ladera/ cómo caen los cuerpos maderosos de los titanes/ cómo los estría el viento y el agua/ Y qué haremos con tanto cadáver?/ y quién vio?/ quién informa/ Acaso el cóndor fue testigo flotante en la ventolera/ acaso escapó a las lenguas iridiscentes del mal?/ Acaso narrará sus vistas a las faldas serranas aún intactas?/ al norte que arrecia y silba y muerde la oreja?/ al hombre vanidoso que no escarmienta?/ Ya enciende la otra ladera el viento maricón/ y baja la danza/ y nieva/ y cubre la lengua feroz del lobo bermejo/ y no saca lección/ y por suelo avanza/ abraza/ y no hay espalda que se cuide/ ya se viene el jolgorio y avanzan los trinos y el brote verduzco y los nidos y las pariciones animales/ y mira!/ trae norte y tibieza del sol a la vez/ y aviva la cueca/ y yergue la cabeza de fuego/ y lo danza larguísimo/ y caen esculpidos los lagartos/ sus enormes cabezas/….. y pueblan/ pueblan las extensas tierras
........... Quién mira ahora?/ el pez que en el agua se desliza?/ el pez que antes el hombre atrapó?/ el mañío que terco aguantó?/ la lenga/ el ñire/ el coigûe/ el laurel?/ y qué de esos cuerpos muertos/ muertos y negros/ orgullosos/ erguidos/ como plantados para la memoria natural/ para el dolor de haberlo tenido/ dolor de cuerpo/ pequeño mutilo/ un vociferante grito pelado/ y nadie escucha/ porque ya no hay oreja ni pestaña ni ojos/ sólo cuerpos/ negros y erguidos/ negros y yacentes/ todos dormidos para siempre/ degollados entre ese viento que doblega la hierba/ y el que les baja el agua del cielo/ y creo yo/ que habrá un tiempo para cavar las fosas/ y será el viento el sepulturero/ y traerá semillas de lejos para adorno de muertos/ agüita traerá/ y tierra y versos/ tan vientres verbosos de sagas/ tan manitas tañendo el silbido de antaño/ tan cubriendo los caminos que antes recorrió la rueda/ tan oscilando los puentes … Natan Zach (Poeta israelí; 1930 Berlin) Traducido por Verónica Zondek Porque el hombre es un árbol en las dehesas Porque el hombre es un árbol en las dehesas. Así como el hombre crece, crece el árbol y tal como se tala un árbol, se tala a un hombre. Y yo no sé ni dónde estuve ni dónde estaré. Como un árbol en las dehesas. Porque el hombre es un árbol en las dehesas. Como un árbol anhela las alturas como hombre arde en el fuego. Y yo no sé ni dónde estuve ni dónde estaré. Como un árbol en las dehesas. Amé y también odié. Probé de esto y de aquello. Me enterraron como si fuese polvo y en mi boca permanece un amargo muy amargo. Como un árbol en las dehesas. Porque el hombre es un árbol en las dehesas. Tal como el árbol él tiene sed de agua y como el hombre también queda con sed. Y yo no sé dónde estuve ni dónde estaré. Como un árbol en las dehesas. [Versión musicalizada: http://www.youtube.com/watch?v=GTjYHa4r_CQ&feature=related] Enviado por Menashe Katz Rafael Alberti Han descuajado un árbol. Esta misma mañana, el viento aún, el sol, todos los pájaros lo acariciaban buenamente. Era dichoso y joven, cándido y erguido, con una clara vocación de cielo y con un alto porvenir de estrellas. Hoy, a la tarde, yace como un niño desenterrado de su cuna, rotas las dulces piernas, la cabeza hundida, desparramado por la tierra y triste, todo deshecho en hojas, en llanto verde todavía, en llanto. Esta noche saldré -cuando ya nadie pueda mirarlo, cuando ya esté solo- a cerrarle los ojos y a cantarle esa misma canción que esta mañana en su pasar le susurraba el viento. Aníbal Núñez (Salamanca, 1944-1987) Es el nombre de aquello que destruyes lo menos que debieras saber; y lo bastante para no destruirlo Cómo ibas a decir a ninguno ni a la mujer de cera que ilumina tu hogar: "He derribado un belvedere, Luisa se llamaba la hierba que asoló mi mastín amarillento; queda por abatir una espaldera..." Podrás saber los nombres pero nunca hacer de ellos un ramo y, de una tarde, el ara donde muere lo que borras del recortado mapa de hermosura para ofrecer a un dios que siembra siglas donde temblaba de pavor el lirio. Enviado por Eloy Santos y María Rodero {moscomment} |