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portada-baranda-el-mar-insuficiente.jpg El mar insuficiente.
Poesía (1989-2009)

María Baranda
Colección Poemas y
Ensayos, UNAM,
México, 2010.

Por Carlos Mapes
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No. 49 / Mayo 2012




 

"El mar soberano que se hinca ante el poema"

 


En la fuente de tus ojos
                                                                 el mar cumple su promesa.
                                                                                           Paul Celan


Me asombran las orillas de la poesía de María Baranda, en cualquier ámbito de ella aparece el elemento marino. La fuente de sus raíces es el mar del jardín adánico. Todo está purificado por la imaginación de su escritura. En las arenas movedizas se hunde el mundo. Sus pies cavan, son vestigios que remueven lo profundo. Palabras de tierra pintadas con agua de mar o de río. Hay un oleaje, lluvia de gente que va y viene. Imágenes azules y verdes. Rayo de luz con todo y su sonido. En su poesía hasta el silencio se oye. Borde de un paisaje hecho sin malicia: vestido de niña acostumbrado al color. Pinta el mar con los ojos de Susana San Juan porque ella le dio sus ojos para ver. Me sorprende y me encanta el estupor de aquella casa, la de la infancia.

Ruinas, plegarias, crujidos, fábulas, cantos, visiones de lo maravilloso cotidiano. Entre las yerbas y los árboles surgen los vocativos tú y yo, en medio de los cuales el espacio es igual “a la distancia justa del mar y del cielo, tan lejos del mar, pero tan cerca”. Imágenes, como en el cine, proyectadas una tras otra, secuencias sin cortes como la vida misma. Ojos cubiertos por una película líquida. Canto alegre de la memoria. Crear el mundo, como dice Felipe Vázquez, “sin inventar otros mundos, descubriendo el otro mundo que es éste”. Nada más. Con su poesía vuelve uno a mirar lo que ya vio como si fuera por primera vez. Palabras cadentes y que no se caen, derivadas de un verbo: sonidos, temperaturas, horizontes, pasos, armonías, acentos, pausas. Oleajes que seducen y fascinan: deslumbran. Piel de sal, líquido en la entraña. Instantes que se mueven, como el lenguaje majestuoso que se aleja o se acerca a seres y lugares. El mar es insuficiente para albergar la sensualidad de la palabra.

Para ella, el mundo es una página por escribir. Llenar todo con palabras como el ave peina el aire con su vuelo. Tinta, escritura que dice, como si pensara el ave: “del aire es la quietud que tengo”. Un caracol se curva en mis oídos y en él resuena el dorado oleaje de sus versos. Poesía penetrada por la savia feraz y por el ritmo del mar. El mar como un exuberante árbol horizontal en cuyo filo el sol ejerce un rito erótico: “Tengo por ojos dos jardines y por boca/ un sol que anuncia la lumbre en la marea”. Carruaje en movimiento: “una página de vidrio,/ un solo espejo” en la parte delantera para dominar con sus ojos lo que vamos dejando atrás, y apresurar la marcha de lo vivido, “oh vida por vivir y ya vivida”, diría Octavio Paz.

Este anzuelo iza mi sangre y la suspende donde el mar estalla en la escollera. Es intérprete del colorido de la naturaleza, "un pájaro de cuerda para ti". Enseña a ahondar en el lenguaje como si pulsáramos el interior de nuestro ser. Su poesía está hecha de palabras como árboles en perpetuo encabalgamiento con el aire, como el río arborescente cuya hondura en océano se desata. Memoria diferida, proyectada hacia el espacio del futuro: “Después llegó el recuerdo”. La suya es una poesía que nos mira desde una ventana para que la miremos con los oídos. Para hablar cierro la boca. Un barandal a los labios fijo. Mar: María: ría de mar, amar María, ría la mar. Ría de María.

Aun en los momentos de mayor plenitud, el ser humano tendrá siempre el sentimiento de estar incompleto. De ese sentimiento, flor sin cáliz, están hechos algunos de los poemas de María Baranda. “Y llegamos a un punto de la imaginación/ donde los ojos ven siempre lo que falta.” La poesía es, al mismo tiempo, una búsqueda de la completud de ser y la conciencia de la falta de ser.

El mariano poema es ojo puro que se instala en nuestros ojos y, también, un ojo interior que nos permite mirar la vivacidad del mundo. Es el planeta tierra. Todo él rodeado de agua; inundado por el nosotros en vez del yo. Llaga que en minuciosos cubre el espacio del planeta, llaga que debiene sobre " los mares de la yerba". Para recorrer como lector El mar insuficiente hay que convertirse en contemplador activo, concepto acuñado por Felipe Vázquez Remos en los barzos, alas en los ojos, poa de navaja templada en los glaciares. Sólo así podremos movernos en la corriente verbal que son los poemas de María Baranda. Con el caudal de versos de El mar insuficiente se abrieron de printo y para siempre las ventanas de mis ojos. El mundo seguía siendo el mismo y, sin embargo, era otro en esencia. La abertura en la pared de mi ser, recia armazón, "tribu de los hombres solos" encontró, por fin, un lugar donde pasan el aire y la luz, la llanura de mi tierra se pobló de plantas. flores y hojas blancas para la poesía de Baranda.

Soy navegante admirante de El mar insuficiente, sembradío y salvamento para un náufrago como yo.


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