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portada-suarez-amor-incluso.jpg El amor incluso
Félix Suárez
Homérica Editores/
Mantis Editores/
Casa del Poeta, A.C.,
Guadalajara, México, 2011.

Por Raquel Huerta-Nava
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No. 49 / Mayo 2012




 

El amor incluso, de Félix Suárez, es una obra sutil de un poeta que ha tratado en diversos acercamientos el tema del amor desde su libro Peleas, que sería el reverso del amor; en La mordedura del caimán, En señal de cuerpo y Río subterráneo, el poeta se ha preocupado por ahondar en el tema del amor y el desamor con profundidad enciclopédica. En el prólogo apócrifo de Juan de Mairena, que es a su vez un apócrifo de Antonio Machado, y que como bien señala Juan Domingo Argüelles,* es el alter ego de Félix Suárez, el poeta describe la condena del amor carnal que atribuye a la potestad del diablo, no de Dios. Esta carga detenta poderes más allá de lo humano. De influencia demoníaca, ínfera, para el poeta el amor es una condena, una atadura, una maldición y una esclavitud, en donde sin embargo, existe la revelación altísima del cuerpo amado; que es, precisamente el vehículo del amor erótico.

De los temas eternos del arte, de la poesía, el amor es el que ocupa los versos de este libro. Incluso el amor... pero es el amor incluso, en donde incluso funciona como adjetivo, y no “el amor, incluso” con una coma de por medio, que restaría fuerza y potestad a la sentencia convirtiendo la palabra incluso en un adverbio. El incluso es pues aquel amor que se lleva en la piel, en las células, en la mente y el espíritu. El que se prueba y jamás se olvida, el amor que nos destruye y reconstruye. El poeta canta a la mujer amada, a la musa mutable: “Infinita siempre./ Como el mar./ Recomenzando.” La idea del recomienzo, de la reinvención y la recreación, es una constante, el amor se inventa siempre, en cada cuerpo, a cada instante, y cada vez puede ser infinita, cada vez puede ser la primera. Sin esa transformación necesaria, mutatis mutandis, el amor quizá no subsistiría.

El cuerpo de la mujer amada es el eterno retorno, el principio y el fin del amado, el sitio donde él mismo renace “Sin prisa. Sin destino aún./ Otra vez./ Como al principio.” El amado es de nuevo concebido, creado por en el vientre fecundo del eterno femenino, de piadosas manos. Recuerdo aquí el verso de Efraín Huerta: “el amor es la piedad que nos tenemos”. El amor es comparado por Félix Suárez con el hogar bíblico, con Jerusalén, y los tormentos amorosos situados en las regiones inferiores, la condena del libre albedrío al que el ser humano, en este caso la voz poética denominada Jesús en el infierno, se enfrenta consigo mismo, al tener que elegir entre María y Martha, Martha y María, elección casi imposible equivalente a una oscura condena, pues para el poeta la disyuntiva “¿no es permitir acaso, mi Dios, que el diablo decida por uno?” entre el amor doméstico (María-Eva) y el lúbrico (Martha-Lilith) resulta humanamente imposible de resolver.

Igualmente intensos son los versos del desamor, la voz poética explora los venenos sutiles que impregnan los resquicios, como “hebras de finísima baba/ entre nosotros”. El dolor convulso, la tragedia del distanciamiento, el amor marchito son descritos en versos poderosos; “y el sapo blando de la injuria,/ como una negra pústula,/ con vida propia,/ latiendo ciego,/ al lado justo del corazón.”

El amor incluso es un libro pleno de erotismo y que a la vez explora otras facetas del amor, otros ecos en la voz poética, desentrañando los caminos que dan origen al mundo, al movimiento mismo. Esa bendición o condena que es el amor, ya sea cotidiano, doméstico, o el explosivo del cuarto de hotel. Para el amor, la voz poética, aventura explora y recorre la piel, los pezones, el sexo de la amada, de acuerdo a los dictados del deseo. Y el amor que se deslíe, el amor enternecido, el amor ausente o pasajero, los lentos recorridos sobre las partes del cuerpo de la amada, con una adicción a la ternura, palabra repetida varias veces en sus versos, la voz poética nos narra desde diversas ópticas el juego del amor y sus secretos. A veces inesperada o gozosa, la ternura es constante en la condena del poeta que debe cumplir con el yugo amoroso cubierto tan sólo con la escamosa piel de la noche.

Con ecos bíblicos, lúdicos, dramáticos, marinos, cotidianos, incluso taurinos, Félix Suárez realiza en su más reciente entrega, un minucioso planteamiento del amor en todas sus facetas, eviscerando las sensaciones más intensas, en un libro de diversas tesituras y alto oficio.


* Juan Domingo Argüelles, “Félix Suárez: El amor incluso” en La Jornada Semanal, domingo 25 de marzo, México, 2012.



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