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portada-ilob.jpg Ilob
Paula Soruco
Black & Vermelho /
Perro pila, 
BsAs / Jujui, 2011.     

Por Elba Serafini
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No. 49 / Mayo 2012


 

Ilob,  palabra inicial, título que germina un interrogante en el lector, ¿cuál será el significado que contiene y nombra? 

It must be love, in love, inlob, I love, Ilob. Con una logicidad a descifrar se abre este libro que despierta el imaginario personal y se pone al servicio del descubrimiento. Desde el comienzo un término lo define: movimiento.

Y así nos lleva por estados luminosos o sombríos, espacios que el cuerpo habita, palabras que adquieren significado en un lugar preciso, en un hecho que se manifiesta; después, aparecen los giros que hablan de un estilo poético con ritmo propio.

Abre el libro Nuestros yogures más caros, allá eran los más baratos; se impone lo carnal, la descripción de lo puramente físico que se transforma en un presagio “No estoy mojada mucho peor, estoy reproductiva. Mimosa, entusiasta,/ fucsia. Una sandía que refresca comida bajo el sol. Rica, reconocés, más/ bien llena de semillas. Momentos decisorios, humus de lo que vendrá”.

El lenguaje da cuenta de un estado anímico nuevo; otra forma de decir eso que surge de lo interno desconocido, y entonces el texto se entremezcla y delata “No era pensable salvo haber sido siempre tan/ tosonuda, campeona de mi salto en largo. Confío en mí, perdida onda un/ túnel: pasaje al otro lado y caigo. De techo en techo, una vida de gatos,/ siempre caigo parada. ¿Qué imagen te podría dar?” 

Y ahí nomás, también está la decepción, lo pasado que continuará al dar vuelta a la página: Algo “muy sensual, éramos gatos./ En las dos camas unidas nos hablábamos, distinguidos. Dormir y retozar. Tu /voz en la oscuridad: educada y felina: ¿Qué yo te mordí alguna vez? Pelea/ que amansa. Ronronea y rasguña, sin daño, enredados nos dormimos. Un/ tiempo en pretérito, no quiero hablar así”. 

En Ilob encontramos guiños musicales en citas de David Bowie, Patti Smith, The Doors, y también algo vernáculo que interviene y se enraiza en el texto, que se traspola, se tensa o se vuelve acuoso, y obliga a releer cada verso, a descubrirlo y, al regresar, el libro ya no es el mismo, ha cobrado un renovado(r) sentido.

Medusas, pulpo, gelatina de huevos pez tiburón, aguas vivas, mundo anfibio para nadar sumergida en el otro: “Acechando por una transparencia sólida que descomponga la luz más/ obvia. Parte de la propiedad traslúcida del agua viva y llega a un diamante/ que no fuera masticable. Una caja torácica que es alhajero de piedritas/ blancas. Que con eso te propongas un collar de perlas me parece un/ exceso.”

En la segunda parte Ya van a venir a verte. Ellos también son curiosos, naturaleza y cuerpo se mezclan, y una  mirada animal sobre las sensaciones toma forma aterciopelada. El amor sigue de viaje pero un final se precipita: “Año nuevo, él acaba con el amor y yo bajo esta luz helada. Estrellas de/ neón en un cielo de zona industrial. Ni la naturaleza me salva, apenas me distrae.” 

Para terminar en Lluvia de arena se mezcla en el yogurt, paspados de lo nuestro, una preponderancia de lo desmedido domina las voluntades, hasta que se cae en fosforescencias sonoras que se acompañan de estados alucinados, y que desdibujan los límites de la prudencia, eventualmente marcados por los objetos.

Con esta lectura fragmentada de Ilob intento dar cuenta de la pregunta que formulamos al principio, el resto está por ser descubierto por el lector, mientras la autora, lanzadora de palabras, entrena para una contemporánea manera de decir lo recurrente de la existencia: otro arrojo a la intemperie de las desventuras.


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