No. 49 / Mayo 2011


“Lo posible abierto a lo posible”

Mística y poesía
Por María Auxiliadora Álvarez
 

Al igual que la propuesta medular de Vallejo subvertora del estecicismo, en el conglomerado poético de José Ángel Valente la suspensión del lenguaje constituye la destrucción ex-profeso de su sentido instrumental a favor del desarrollo de su sentido experiencial en una reverberacia interna (subyacente al léxico) que lo aproxima al trasunto inefable: “El lenguaje místico no está hecho sólo de palabras, ‘sino del movimiento que las anima’, y que viene establecido por dos ritmos: el ritmo de vuelta, de lucha directa en el tejido verbal mismo con el drama vivido, y el de disociación, el que se coloca fuera de la directa exégesis de las imágenes y símbolos creados” (Valente y Lara Garrido, Hermenéutica).

mistica-valente.jpgLa poesía de José Ángel Valente sigue un curso de depuración en sí misma que arrastra consigo al lenguaje, ingresando (poesía y lengua al unísono) en la inefabilidad. Según el propio autor: “La inefabilidad se basa en la idea de que hay un mundo de realidad que el lenguaje no puede expresar. Pero esa realidad está sumergida en el lenguaje mismo y constituye su fondo soterrado, al que nos remite incesantemente la palabra poética” (“Formas de lectura”, Hermenéutica). De los extensos poemas que inauguraron sus primeros libros y que aparecieron esporádicamente a lo largo de su labor vitalicia, el texto poético de Valente se fue reduciendo paulatinamente hasta poseer a veces un sólo verso (en el tramo final de su producción). Este adelgazamiento que se relaciona aparentemente con la supresión de palabras, se relaciona en realidad con la sobreabundancia de un sentido que tiende a desbordarse: “El poeta espiritual no topa con el lenguaje ni con sus posibilidades sistemáticas o con su imaginario: topa, por el contrario, con su esencial apertura (…) con la imposible posibilidad” (Ballesteros). Para el momento final de su escritura, Valente transitó una apertura total de lenguaje poético, utilizando simultáneamente la mayor carga de significado y la máxima economía verbal. Para hablar de sus poemas, Valente inclusive ya no usaba el vocablopoemas”, sino “anotaciones” o “fragmentos”.

La autovolatización del texto no revela solamente la conciencia de la insuficiencia de la palabra sino también la conciencia de la insuficiencia del conocimiento y emparenta la poética de José Ángel Valente con la Docta ignorantia de Nicolás de Cusa y el “no saber sabiendo/…toda sciencia trascendiendo” de San Juan de la Cruz, como lo leemos en el poema de Valente titulado A los dioses del fondo: “Lo que dije no sé./ La cifra mayor del llanto o de la vida/ quién la podría tener./ Hay un lenguaje roto/ un orden de las sílabas del mundo./ Descífralo./ Porque algunas de tus palabras/ asaltarán tu sueño, Agone,/ para no gemir/ eternas/ en lo oscuro” (El inocente).

Tal vez esta misma conciencia de la ebullición semántica del texto fue la que estableció la extraña puntuación que se introdujo en la poética valentiana de la madurez. Valente comenzó incorporando los dos puntos para separar los versos estratégicamente y no en forma definitiva, sin embargo, esta costura fue creciendo a través de su escritura cada vez más profusamente hasta que la separación entre cada dos palabras llegó a poseer sus dos puntos propios y todos los vocablos se fueron encadenando en una especie de unión separatista que los acercó gráficamente y los dispersó semánticamente. Así lo vemos en el poema Guimel de Tres lecciones de tinieblas: “El movimiento: exilio: infinito regreso:/ vértigo: el solo movimiento es la quietud.”

Pero el ingenio de la forma posee su motivo ulterior. Todos los textos de Tres lecciones de tinieblas se internan en el cosmos trascendente a través de las letras del alfabeto hebreo e incluyen una profunda ponderación sobre el tema del exilio, cuya interiorización es análoga al “vuelco en sí fuera de sí” del Was de Bollnow, a “la salida del alma” de San Juan, y el desplazamiento de la parte no fija de la piedra filosofal. Tanto en Guimel como en Zayin, la inclusión de los dos puntos parece indicar una progresión de sentido: “Ahora tenía ante sí lo posible abierto a lo posible: y para no morir de muerte tenía ante sí mismo el despertar: un dios entró en reposo el día séptimo: vestiste tu armadura: señor de nada, ni el dios ni tú: tu propia creación es tu palabra: la que aún no dijiste: la que acaso no sabrías decir, pues ella ha de decirte: la que aguarda nupcial como la sierpe en la humedad secreta de la piedra: no hay memoria ni tiempo: y la fidelidad es como un pájaro que vuela hacia otro cielo: nunca vuelvas: un dios entró en reposo: se desplegaba el aire en muchas aves: en espejos de espejos la mañana: en una sola lágrima el adiós: te fuiste como el humo que deshace incansable su múltiples figuras: no adorarás imágenes: señor de nada: en el umbral del aire: tu planta pisa el despertar”.

En el texto Zayin convergen y se condensan las preocupaciones fundamentales de la toda la obra de Valente: la luz, el dios, la palabra, la piedra, la muerte, la nada. Obsérvese entre ellas la susceptibilidad de relación con el mundo trascendente y destáquese “lo abierto” como el principio de la esperanza: “Ahora tenía ante sí lo posible abierto a lo posible” que recorrió su obra de inicio a fin.

 


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