Mesa de noche
Mientras me alojo suavemente en tus entrañas,
con los ojos cerrados lo comprendo:
todo lo que hacemos los hombres,
todas nuestras furias y batallas,
tienen acaso un mismo propósito al final:
volver al cuerpo amado,
yacer un día más sin prisa,
humildemente,
en su interior.
El mar
Puedes volver al sueño
y soñar otra vez que estaba ahí.
Que había una mujer tristísima a tu lado,
que iba y venía de puntas por tu vida.
Sin descansar. Sin agotarse.
Infinita siempre.
Como el mar.
Recomenzando.
Interiores 1
Crezco en la dulcísima misericordia de tu sexo,
en el higo nocturno y bermejo de tu interior.
Ahí están de nuevo
-aún más adentro-,
mis ojos de mirar, mis manos,
mi corazón, mi boca tuya,
latiendo otra vez.
Sin prisa. Sin destino aún.
Otra vez.
Como al principio.
Paisaje doméstico
Vuelve el invierno.
Giran
sobre sí mismas,
antes de tocar el suelo,
las hojas
verdeambarinas
de las acacias.
Se ha llenado
de frías
y minúsculas
astillas
tu corazón.
Sí,
tu corazón.
Semántica y cocina
El lenguaje es preciso en todo momento:
si quiero pedir pan,
pues pido pan;
si vino, pues vino entonces.
Pero el amor, me digo, cómo lo pido.
Porque pedir amor, ¿no es de algún modo
rogarlo, mendigarlo?
Y el amor,
sabemos, no se ruega, no se pide,
como podría pedirse en todo caso
una langosta o una copa de burdeos.
Es gracia, ofrenda.
Derramada miel sobre tus heridas.
El día de la resurrección
Ese día, amada,
sobre el umbroso Valle de Josafat,
no despertaremos
tampoco juntos.
Ni volveré a mirar
como hoy, en otros días,
el primer rayo de luz sobre tu cara.
Nada
-está Escrito-
nos volverá a la dicha.
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