No. 49 / Mayo 2012


 
 
 
En el panorama actual de las revistas literarias, se puede, fácilmente, notar una constante: buena parte de las publicaciones suelen plantear sus números desde un punto de vista antológico. Alguien me dirá que toda revista es una antología, lo cual es completamente cierto, pero a lo que me refiero es a aquellas revistas que ofrecen una “muestra” de la literatura de tal o cual país (o grupo de países), de tal o cual idioma, de tal o cual estado de la república, de tal o cual rango de edad. Cumplen, así, la función de ordenar, de alguna manera, el amplísimo panorama de opciones que tenemos los lectores y que, por su desmedido tamaño, a menudo dejamos inexplorado. Cumplen también la función social de ampliar las opciones del consumidor de cultura y así, de extender su interés hacia otros mercados (usted disculpará el slang pseudo-económico de este fragmento). Una revista antológica alcanza su propósito cuando logra dar cuenta, aunque someramente, de la realidad que quiere transmitir, y cuando siembra en el lector, la curiosidad de conocer más, de buscar otros espacios en los que encontrar más de esa literatura.

En el revistero de este mes nos encontramos con dos revistas de corte antológico: el número 120 de Blanco Móvil (primavera 2012) y el 171 de Punto de Partida (enero-febrero 2012). A la luz de lo que he mencionado, me propongo analizar (muy brevemente, como siempre) si ambas publicaciones cumplen con su cometido o no. Comienzo, de manera nada ingeniosa, por Punto de partida.


revistero-punto-partida.jpgPunto de Partida
Literatura Dominicana reciente

En este número la revista universitaria plantea un recorrido por la poesía actual (producida por escritores nacidos en los setentas y ochentas) de la República Dominicana. La antología fue preparada por una poeta de la misma generación y nacionalidad, Ariadna Vázquez Germán. Basta leer el texto introductorio de Vázquez Germán para darnos cuenta de que su recopilación responde a un conocimiento cabal de su objeto de estudio. Además, me sorprendió la conciencia que demuestra la autora acerca de la poca difusión de la literatura dominicana en el resto del mundo, y lo que eso implica. En ese sentido, la mera existencia de la antología en nuestro panorama cultural me parece loable.

Como en toda antología, se muestran perspectivas o maneras de hacer poesía de las más diversas índoles. Hay propuestas genuinamente sorprendentes. Otras funcionan como provocación, pero no trascienden. Me sucede, eso sí, lo mismo que con muchas de las muestras de literatura joven que he revisado en los últimos años: se iguala (implícitamente, en los textos antologados) el concepto de juventud con el de “rebeldía”, con el de “transgresión” a lo establecido, a lo tradicional. Lamentablemente, esa ruptura se convierte en el fin mismo de esas maneras de escribir, dejando un aroma de adolescencia en las páginas leídas. Afortunadamente, en este caso hay muchas otras propuestas, de lo más disfrutables. Me alegra haber tenido en mis manos este número de Punto de Partida, que me deja en la libreta una lista de nombres para seguir leyendo.


revistero-blanco-movil.jpgBlanco Móvil 120
Mujeres indígenas

En cuanto al número 120 de Blanco Móvil, el eje unificador que se declara en la portada es la poesía y la narrativa escritas por mujeres indígenas de México. El formato, sin embargo, es lo suficientemente flexible para incluir espacios para la reflexión (espléndidos ensayos sobre el mestizaje y sobre la literatura escrita en lenguas indígenas). La propuesta y, en términos generales, el contenido de la revista, responden al mismo espíritu inolvidable de las palabras de la comandante Esther frente a la Cámara de Diputados: las implicaciones derivadas de ser, en este país,  miembro de una comunidad indígena y, además, mujer. Y, en este caso, de los retos que escribir sobre esa experiencia implica.

El contenido me parece más memorable o de mejor calidad cuando se escribe acerca de la poesía o en la sección bilingüe de los poemas antologados. Me parece menos interesante la narrativa, aunque esto puede deberse, lo reconozco, a una deformación profesional.

Hay que tener mucho cuidado de no valorar la literatura con categorías provenientes de otros universos, como la sociología. En ese sentido, el número de Blanco Móvil es ejemplar, pues no impone juicios de valor, sino que regala su espacio para la transmisión de un grupo de mujeres que quieren ser leídas para la transmisión de una literatura hermanada con lo ritual, que busca en lo cotidiano la manera de enriquecer la experiencia.

No obstante la revista comete un error que, a mi parecer, es grave: el diálogo entre texto y recursos gráficos falla en varios sentidos, empobreciendo la lectura. El más notorio es el de los recursos fotográficos que acompañan a los textos: todo son fotos de mujeres indígenas desnudas, todo fotos de pubis y de senos (fotos que, por supuesto –¿sobra decirlo?– no me preocupan moralmente). La falta de acorde puede deberse a uno de dos factores o a la combinación de ambos: por un lado, a un ideal decimonónico y romántico de la naturaleza de los grupos indígenas, empeñado en ver en ellos muestras plausibles del buen salvaje rousseauniano (lo cual constituye otra manera de incomprensión) y, por otro, al de emparentar la literatura femenina con una imagen social de la mujer, que cifra su identidad en el cuerpo, y no en un concepto más amplio de lo femenino, algo que sí está presente en los textos. No deja de ser por eso digna de reconocimiento esta publicación. Dejo el comentario únicamente como un señalamiento para los editores: es de primerísima importancia cuidar el contenido de una revista (algo impecable en este caso); pero también hay que vestirla y saber vestirla bien.


revistero-galleta-china.jpgGalleta china
(Año 2, número 6, invierno 2011)


Last but not least
, tenemos en este revistero (de manera algo atrasada) el número invernal de Galleta china, el cual gira en torno al tema de la originalidad, el plagio, la imitación y la creación en el arte. La impresión que me causó su lectura fue la de una falta de equilibrio entre los contenidos: en las pocas páginas que forman la revista conviven muestras de buena crítica con otros ensayos de endeble armazón, y contenidos artísticos cuya revisión, en lo personal, me ahuyentó del texto en lugar ayudarme a tender puentes con él.

La estética que permea la revista (o este número al menos) es la de lo kitsch, que se propone como una alternativa al statu quo del "buen gusto". Se ha hablado mucho del tema y al respecto hay propuestas de lo más interesantes. Creo, sin embargo, que a pesar de tener algunos buenos contenidos, la revista se queda en la superficie, como una propuesta que no acaba de afianzarse, de trascender la provocación, para convertirse en una alternativa bien planeada, contra el sistema de valores establecido. Auguro, sin embargo, que con un poco más de rigor editorial, Galleta China puede llegar a ser, siguiendo los parámetros de la lucha contra el "buen gusto", un punto de referencia en nuestra cultura escrita.
 
 
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