Luis Jorge Boone (Monclava, Coahuila, 1977)
Te escribo cada vez desde los riscos Esclava mía, Nadadora en la tormenta, mi insomnio viene del preciso lugar donde la noche pierde todo su lenguaje y arroja mi cuerpo contra el oscuro ideograma de tu ausencia, escala de las aguas que suben a devastar la tierra firme, el violento abordaje de una plaga de ahogados, la zozobra de un galeón con las velas hechas trizas. Esclava mía, mi Señora, luz fantasma del faro que augura la orilla del mundo, mi insomnio se termina si mi sueño arriba —mi sueño: navío de la noche que busca un astillero, su consuelo— en harapos a tu playa. Otra vez desde los riscos Así, las olas, Nadadora, vagarán en torno a nuestros cuerpos convirtiendo la forma desgarrada de los riscos en la espada del Ángel de la Muerte. …esposo mío, desdichado —me dirás desde la orilla—, acércate y mientras algo quede de mí, tócame, coge mi mano mientras es mano, mira mi rostro, mientras es rostro, mientras por entero no me invade el mar sin fondo… ¿Dónde estarán tus hombros mientras hable, tus manos, tu color? El mar será la plaga que me despojarán de tu fantasma como cada noche en el insomnio. Esclava mía. Mi Señora. Desde los riscos del insomnio te escribo: zarparé esta noche tras de ti, al encuentro de la muerte. Sabrás reconocerme: mi barco será esa alma que a lo lejos la tormenta castigue con su furia.
Damaris Calderón (La Habana, Cuba, 1967) Dos girasoles sobre el asfalto En el terminal de ferrocarriles sentada con mi madre dos girasoles sobre el asfalto. Su mano borra todo sucio paisaje. Nunca he comido sino de esa mano nunca sino de ese fruto macerado. Me enseñabas un sendero para que no me extraviara. Y siempre regreso, pequeño afluente, buscando un poco de sosiego como se le da al enfermo una cucharada de sopa Y la cuchara hace frías, metálicas promesas hasta que la cabeza se queda recostada contra el velador. Una oruga cantándole a un gusano ―la canción de la morfina― la cabeza roída por dentro, el tallo esplendente conectado al tubo de oxígeno. El mar, como un patrullero pisándome los talones. Thalassa thalassa he intentado vivir siete veces. Un lugar donde poner los pies He llegado con mis maletas en desorden ―no me espera nadie. Mis pies son dos extraños los he arrastrado como perros. Un paisaje sangriento sostenido apenas por la escarcha. Todo perdido. Tengo 34 despiadados años manos para amputar lo necesario. Todavía soy fuerte.
Gastón Martínez Saldierna (Ciudad Madero, Tamaulipas, 1956) Sobremesa No. 13.10.07
Nadie come hongos en los dedos del pie huele a deseo praf surrrppp se desparrama la salsa inglesa en el mantel cuando mayor es la felicidad de este lado del océano ensalza la ensalada la suavidad de los pezones los humedezco con vino de soleada catalunya y en los trastos hondos las gambas se cuecen en limones y ajo fresco blaaafff blaaaffff el nieto salpica con sopa de ostión y ríe desde el ombligo hasta la punta de sus pelos tiesos y amarillos acaricio a la abuela bajo la mesa es hora de barrer los bichos buenas noches pocos broches lisa la piel aún y caliente el centro que me arrulla no para dormir sí para besar lamer mordisquear la mejor comida del día
Domingo de Ramos (Ica, Perú, 1960) La Quimera de la Condesa “Fiebre fiebre Soy infeliz ?
Así tendida esta la cama con montículos de huesillos
Frascos de un mundo real que fue placentero y vacío
Como un espejo que me carga mulata mediterránea áurea
Me siento aún sonámbula desprotegida arreglándome el cabello
Con el aire que se apaga en mis ojos y el resplandor que el polvo
Ha cerrado esculcando en el río ese cuerpo que no soy
Transito descolgada como una ave arrogante fenicia traspasando
Estas formas que me contienen que me ayudan a vagar entre los restrojos
De lúcumos y tumbos que rasgan el crespo záfiro de mi cuello
Las enaguas de una fiesta perdida en mi memoria
Llego al pueblo toda húngara llena de murmullos con tímidos pies ajena a todos los corazones camine como una condesa del siglo XVII No me habré desvanecido como un cartón? Mírenme Monstrum horrendum Oh metal y cuerpo Crepitación Alarma Gripe Soy la peste? No
Soy belleza ciega dulzura mi voz es gruesa como la arena donde vivo
Tú me odias
Extirpador de espectros Flautas Batalla pues “¿sabes lo más hermoso de la muerte es no ver a la muerte” y que ves tú en mí?
“Si quieres cultivar tu alma vive pobre o como si lo fueras” me dijo un viejo sin piel que chupaba bolos de coca tan invisible como yo Soy una encarnación de la aurora? Recuerdo galeones aguas rojas por el plactom
El nuevo mundo y el rebencazo en el lomo de una ola Y esas sirenas que cantaban y colmaban mis oídos que enloquecieron a la tripulación desviándome hacia las nuevas indias occidentales “Soles ponientes como las almas ponientes”¿Qué hago aquí? He visto la carta náutica del viejo capitán
Un rugoso pueblo emerge con su escudo femenil y brioso se abre ante mis pies como sus caminos para mis caderas que se bambolean al andar Paraguas en alto aroma francés encajes Me sienten extraña ¿Tucana en el paraíso?
No visto de colores Llevo collarines de turquesas un faldón negro y oprobioso como el luto de una monja Estoy sin marido pongo un aviso “Ada Colorina /Señora 38 años exhuberante cariñosa experimentada blanquisíma pecosita ojiclaro e/atención c/ departamento 24 horas” ¿Pero quién se atreverá a llamarme a responderme ? Esto de levantarse con resaca noche tras noche como una minera a 5.000 metros sobre el nivel del mar ¿Qué cuerpo lo resiste?” Era mi abuela que se fue en medio de la música como una Sor Angélica del viejo Puccini ¿Qué haré conmigo?
Golpeando metal hasta basquear los pulmones arrocada desde aquí ¡miren desde aquí hasta allá¡ Ruinas soy a qué voy ha ir al campo? A llorar a estar triste? Soy de yeso? No y No voy porque pienso que al caminar me puedo morir aunque ya lo estoy a mi manera desde mi vagina hasta el pecho Pienso que puedo aparecer muerta de un derrepente en un tris tas Puedo olvidar mi condición de ánima en fiesta? No pues soy una animista involuntaria pegándome a los trópicos hasta ser un rayo consumado una totorita sin vida navegando en el Hades Llamo a mi prima converso 7 monedas por llamada de hasta 77 minutos y marco en el dorso de mi mano el número que me llevará a ------- Pero esta como desaparecida----- En la ruta del Cápac Ñam me he perdido y cuál fue la ruta que tomo Dios?
Tú que me odias teme a la demencia del corazón al cuerpo que no ves
Cierro detrás de mi los oleajes los temblores de octubre las ventanas cruzadas por si alguna bomba estallase y quedarse con la idea de un pincho reducido a la amenaza a la ecuación para contar los deseos que hay de un aeropuerto a otro como viajo de un siglo a otro y no hay nada mas místico que la carne Oh la que se desprende como un mapa de las manos del carnicero Jíbara muerte reduzco todo hasta el polvo es agua y la riqueza es dolor sacudo y arneo mi esqueleto y se levanta una niebla que se asienta fresca como una fritura Operación Operación Sé caerme a lo Jane sin Tarzán sobre ese lago furioso donde el jabón de Heno no hace espuma solo me embarba mis pómulos abiertos con cerquillos de hielo y el rebelde azadón de mi pelo que chapotea en el cielo inverso de los pishtakos
Aquí mis hijos en trazas de pequeños vampiros halan mis pezones juegan en sus soledades remueven los oscuros aires de los metales y esa sopa interminable y esta Kantuta feroz como esas mujeres de la Plaza Blanch Oh vanas banderas para el futuro y inútilmente se fueron a destruir sus penas a puro sablazos a picotazos enmurallados sin nombres sin sindicato
He crecido como india condesa de las Atahualpaman sin saber nada lloro y me reniego hasta el pequeño jilguero dice “yo voy a ser borracho no voy a estudiar yo tu hijo voy a ser borracho” Lo veo encogido en el hondón de los pellejos con una enorme testa que hubiese devorado la casa con sus facciones testa indolora que aumenta sin piedad sin erupción hasta perderse en el pasado Coseche tan pronto? Sangre con sangre se lava? Estoy penosa Mi hija se ha aparecido por el teléfono su voz salía como azafranes
En la llanura la metrópolis Aquí los metales y el hielo como en “La balada del Narayama” solo que aquí se muere así nomás sin rituales ni dioses Será mi hija la diosa de los gatos en la ciudad? Será civil o militar? Andará con su Fanún su perro moteado que encontré en una huaca? Nadie vive aquí el yerbajo se esconde bajo la piedra el sol chanca mi sombra aprieta el pajizo chal y con la misma ropa que me casé he vuelto a los socavones a mirarle la cara al demonio y mas arriba la santa nieve de la virgen Oh tú me consuelas que no sea cualquier cosa como siempre me ha tratado mi marido muerto de perrosis Ahora hay un trozo de estaño en su tumba relumbrando como una lámpara de carburo hay veces que sale penando negro como un manto flotante hasta que me canse y lo he expulsado de su huaca y seguro que afuera estará chupando sangre de animalitos o de mujeres malas Estoy confusa mis actos son blasfemos Duermo al lado del mineral como dormir con un marido ¡Acaso no me causa repulsa el polvo los relaves los dimes y diretes de la gente el frío el agua la nieve toda las noches sin ti todas las ganas de irme parir y morir Cómo voy a seguir muerta tantos años? Estaré loca? Cómo una vaca loca me iré al campo? Todos vuelven? Resplandor en resplandor Palabras en palabras Babel de lenguas Tierra marcada arrancando mis huesos como raíces voy mas blonda que el flotante tambor en el páramo terca lúcida echando una canción que ya nadie canta
Alicia Silvestre (Zaragoza, España, 1974) Ground Zero (Zona Cero, New York) Forjada de la tierra te regresas al seno de metales y de lodo donde lo vivo vuelve a indistinguirse y falta como en el aire un oxígeno, un componente vital que al entrarte, hace probar la muerte. Como el vacío invitas al total aniquilamiento. Pero ese sordo rumor de lo abatido flota aún en las ruinas y desvencijado en nubes cubre tu boca inmensa como la niebla fría del rocío al alba en los terruños.
Luis Téllez Tejeda (Naucalpan, México, 1983) Salón Caribe el ritmo es una cuerda de total tensión aire agitado por hombros y pies de volátil retórica se orea paso a paso de sudor y perfume que animan con su sorna aromática la mirada de los acróbatas retumban los compases en espaldas vertidas al equilibrio nocturno ornado de brazos perfilados en salomónicas líneas la música esa red soporta la expectación y aguarda decorativa la caída de los cuerpos impacientes de terminar el silencio del baile sólo quizá se vuelva a crear en la fuga de sus pies el cosmos bajo el silencio sonidero
Julio Trujillo (Ciudad de México, 1969) Un calcetín es un ñu Un calcetín es un ñu. Se borda lerdamente frente al ojo, con las manos, para el pie. Un calcetín es un ñu que alza el cogote y entonces es también un periscopio que tapia el peroné. Un calcetín es un ñu cariñosísimo, una amable geología entre el zapato y la piel. En el recital En la tarima, tras unos refulgentes vasos de agua, nos encaran los poetas (cuando su vista se posa distraídamente en mí no les sostengo la mirada, no sé cómo, esbozaría una sonrisa idiota). Helos ahí, tan expectantes como el público inverosímil que vino a escucharlos. Nos separa un espacio de inacción e incómodo silencio que aprovecho para aprender algo de ellos. ¿Qué hacen con sus manos los poetas? ¿Cómo las domestican para que estén sobre la mesa quietas, bien portadas, sin ostentar su íntimo alboroto? ¿Y qué hacen con su cara, tan aparentemente calma e inspirada? ¿Cómo contienen la delirante gesticulación que a mí me asalta cuando me escrutan las otras miradas? ¿Qué hacen los poetas con su cara? Y las piernas, que suele vedar un paño, ¿las cruzan y descruzan con apenas controlado frenesí? ¿Sí? Y cuando leen los otros, ¿los miran fijamente hasta bloquear aquello que están leyendo (no vaya a parecer que los desdeñan)? ¿Por qué ninguno de ellos se levanta, arquea su esqueleto y se deleita con el tronar secreto de sus huesos? ¿Cómo es que los poetas, ahí sentados, esperando turno, no eructan andanadas de improperios? Les voy a preguntar, lo estoy haciendo, ¿por qué no abren los brazos y aletean –patéticos y bellos– para escaparse volando?
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