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portada-cartas-hughes.jpg Cartas de cumpleaños /
Birthday Letters

Ted Hughes
Traducción de Luis Antonio de Villena
Lumen, Barcelona, 1999.

Por Argel Corpus
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No. 50 / Junio-julio 2012


 

Hablemos en términos coloquiales: el chiste de leer poemas en traducción es que la traducción suene a poema, y dejemos ahí la discusión porque en este momento es irrelevante discutir si lo que leemos es una versión o una traducción leal al original. En sentido estricto, a mí no me importa nada (recuerden que estamos hablando en términos coloquiales), salvo una cosa: que la traducción o versión del poema que leo en español funcione como poema. Aquí, en el requisito apenas mencionado, está la piedra de toque de toda traducción y el coco de todo traductor experto o primerizo. La experiencia puede servir, porque siempre es mejor contar en nuestro haber con cierto número de traducciones, pero esto no garantiza buenos resultados. Así es la traducción de caprichosa y también es así la escritura de poemas. Por ejemplo, en 1999, el traductor español Luis Antonio de Villena tradujo el último libro que escribiera el poeta inglés Ted Hughes, Birthday Letters, y lo publicó en la editorial Lumen. Ahora, 13 años después, además de que es necesario revisar la traducción a la luz del tiempo transcurrido, el libro se cotiza en 40 euros, y esto nos debe llamar la atención porque, por ejemplo, las obras completas de Arthur Rimbaud en francés y bajo el sello editorial de Bouquins alcanzan los 23 euros. ¿Qué valor tienen las traducciones de Villena para que la economía le asigne un precio mayor, por 17 euros, que los poemas de Rimbaud en francés?

Sin duda Ted Hughes es un poeta de primer orden y, por el precio, uno pensaría que así es el traductor también. La relación entre precio y calidad es, por lo menos, extraña. El énfasis que le estoy dando al precio es porque es necesario entender que la literatura también genera ingresos (cosa que a veces se nos olvida), y su valor, porque estamos acostumbrados a hacer esa ecuación, no necesariamente tiene que ver con su calidad, pero sí con otros factores que el mercado reconoce como valiosos. En el caso de Cartas de cumpleaños −así traduce el título de Villena− según lo anuncia el sitio por el que supe el valor del libro, se trata de una primera edición cuyas hojas están inmaculadas. El mercado de los libros se fija en eso: primera edición y estado de conservación, pero no nos dice nada del trabajo del traductor. Recuerdo que en 1999 en México se conseguía el libro por un precio cercano a los 400 pesos, supongo que ahora habrá subido considerablemente. Ya sea en México o en España, el valor del libro es alto, y más en la economía turbulenta de Europa y México. No sé quién quiera invertir ese dinero en un libro cuyo título en traducción, Cartas de cumpleaños, hace que uno piense si esa es la mejor opción para Birthday Letters. Sé que es la más literal pero quizá no la más adecuada. ¿Qué tal Cartas de celebración?

Los poemas de Ted Hughes tienen una fuerza colosal, esa es su característica primera y única, y esa es la razón por la que su poesía es tan entrañable. A diferencia, por ejemplo, de la abundante obra de Pablo Neruda, la obra de Hughes no tiene baches, y también es abundante; es decir, es un continuo de energía que se conserva desde su primer libro hasta el último. Imposible dar con las razones estilísticas que permiten tal conservación. Y, sin embargo, sí hay que aventurar, muy tímidamente, posibles razones para tal cohesión e intensidad. La primera que se me ocurre es sonora: Hughes privilegia los sonidos de las consonantes sobre los de las vocales. La segunda es estructural: el poeta entiende que el poema y los libros de poemas son narrativos y cuenta una historia. La tercera es que el poeta considera que el poema genera un conocimiento poético, a diferencia de las ciencias que producen un conocimiento práctico y, por redundante que suene, científico; es decir, la poesía se vuelve un medio para, a riesgo de sonar terriblemente hippie, establecer relaciones entre el mundo natural, el hombre y las fuerzas del subconsciente. Para el poeta, el mito era el único medio capaz de liberar la incontenible fuerza de los encuentros apenas mencionados, y exponerla a lo largo de una narrativa. Dado que esa era una de las metas de su programa poético, no es de sorprender que hacia los últimos años de su vida, Hughes haya publicado sus versiones de algunas de las metamorfosis de Ovidio. Seamus Heaney, que sabe más de Hughes que cualquiera, es citado por de Villena cuando este quiere fijar una imagen del estilo de Hughes: “Como dijo Seamus Heaney (que algo debe a Hughes, lobo estepario), la Inglaterra de Hughes “es la Inglaterra del rey Lear”, primitiva y salvaje, pero fecundada por un poderoso espíritu de aves, zorros y palabras sagradas que recuerdan todavía el significado del menhir.”

Valga la cita anterior, por breve que sea, para suponer que el traductor entiende el compromiso que es traducir a un poeta de las dimensiones de Hughes. Como expresé al principio, cuando se lee en traducción no importa nada, salvo que la traducción funcione también como una obra de arte; de otro modo hay una traición. Traición, debo decir, que para los fines de este texto no tiene que ver únicamente con la traslación fallida del significado de una palabra a un idioma receptor, sino una traición que encuentro más detestable: hacer que en español Ted Hughes sea un poeta mediocre. Esto es la traición suprema de una traducción fallida. Y, me temo, Cartas de cumpleaños entra en este rubro. La minucia de señalar las flaquezas o francos errores en la traducción de Luis Antonio de Villena puede ser pesado, pero no hay otra manera de hacerme entender cuando digo que en manos del traductor español, el inglés es un poeta lamentable. Uno de los poemas más hermosos de Hughes es Red, el último del libro, y ahí se lee este verso: “The same/ Raw carmine along the window-seat.” El poder del verso recae sobre la palabra “Raw” que el traductor decidió omitir: “El mismo/ rojo carmín en los bancos bajo la ventana” y prefirió la preposición “en” por “a lo largo de”. Cuando el traductor decide cambiar el sentido de una palabra es deseable que la razón sea porque el cambio mejora el poema en español. En el caso de Cartas de cumpleaños no hay tal mejoría. Mientras que en inglés el verso es poderoso, en español es débil y tonto, tonto porque es redundante (“rojo carmín”: ¿realmente es necesario el adjetivo?) y explicativo (“window-seat” pasa como “los bancos bajo la ventana”).

Este tipo de errores es abundante en las traducciones de Luis Antonio de Villena. Optar por explicar cuando el traductor puede traducir literalmente es un error y es una práctica que requiere una sanción. Sin embargo, creo que nada más dañino que traducir en un español cuya organización sea deficiente. En otro de mis poemas favoritos de la colección, Fever, se lee casi al principio: “You lay helpless and a little bit crazy/ With the fever”, y en español se lee esto: “Yacías indefensa y algo loca/ en la fiebre.” ¿Será la mejor opción trasladar la sintaxis del inglés al español? ¿Qué efecto tendría si el verso empezara diciendo el estado de salud: “Afiebrada, yacías indefensa/ y un poco loca”? Esta sugerencia beneficia al poema porque quita una frase horrible, “en la fiebre”, y ajena al registro sencillo del original; y es que a veces en español Ted Hughes suena inseguro, pedante y rebuscado, cuando en inglés se lee algo completamente diferente. En otras ocasiones, uno no sabe si es error del traductor o un problema de edición, por ejemplo: Stop crying wolf se traduce como: Deja de gritar el lobo y, otra vez, lo que es legible en inglés despierta dudas en español. Todas estas flaquezas y francos errores, terminan por distorsionar la recepción de un poeta de primer orden y, asimismo, frustran a los lectores de poesía porque no hay una correlación entre el precio del ejemplar y el texto. La tradición literaria en español todavía no puede decir que ha sido tocada y beneficiada por la poesía de Hughes. Todavía estamos a la espera de una buena traducción de la obra del poeta inglés que muestre a un público monolingüe toda la fuerza, cohesión e intensidad de Birthday Letters.   






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