No. 50 / Junio-julio 2012


Creación, invocación
(Entrega 1)

Atanor. Notas sobre poesía
Por Francisco Segovia
 


Presentación


atanor-segovia1.jpg A su horno (a su atanor) metían los alquimistas su materia. Los elementos y compuestos que entraban en él comenzaban a separarse o a mezclarse, a fundirse, evaporarse, sublimarse... Todo ahí dentro estaba en vías de transformación; es decir, estaba en tránsito, estaba en trance. ¿Saldría oro del horno? ¿Mera ganga?

A los fragmentos que siguen les pasa algo parecido: si no son mera materia en bruto es porque están a medio cocinar, a medio hacerse o deshacerse. Todos se refieren de algún modo a la poesía o al quehacer poético. Los he entresacado de mi cuaderno de notas —que son en su mayoría notas de lectura— y los he retocado un poco para publicarlos aquí. Uno de esos fragmentos, escrito el 10 de abril de 2011, pinta bien el asunto:

Estas notas no dicen lo que pienso sino lo que estoy pensando. No parten de una idea que luego desarrollan sino que salen en busca de ella. Hurgan entre las palabras, a ver qué piensan, a ver qué están pensando... Como decía Unamuno, “yo pienso con la pluma”.

Por claridad, he titulado los fragmentos y los he ordenado por tema, aunque sin omitir la fecha en que fueron escritos. Creo que esto dejará ver de qué manera el atanor del tiempo modifica su materia. Al hacerlo he notado que los temas se entrecruzan, pero que no son muchos. A esta escasez de temas corresponde una empecinada insistencia en ellos. Pocas ideas, pero tercamente machacadas en el mortero.

En una sección aparte he reunido los fragmentos más pequeños, que tienen un tono menos argumentativo y más aforístico. Son las Pavesas que saltan del corazón del fuego: un chisporroteo algo caótico, pero en cierto modo alegre. (22/05/2012)




Adán (01/07/2006):

El lugar común dice que el poeta es un Adán que nombra las cosas por primera vez. Es quizá verdad, pero no porque el nombre le sirva para “apropiarse de la realidad” —como añade aún el lugar común— sino porque con él la invoca. Al nombrar las cosas, el poeta convoca su respuesta. Y él mismo se siente llamado en este acto; es decir, se siente responsable, llamado a responder. Tal vez por eso decía Walter Benjamin que “está en la naturaleza de las cosas expresar su ser”. Las cosas que invocamos nos invocan...

Levinas sugiere que los hombres, al nombrar el mundo, convierten un él, un eso, en un tú. El nombre transforma a la tercera persona en segunda. No es ya aquello, lejano y ajeno, de lo que hablamos; ahora es nuestro interlocutor: aquello con lo que hablamos, con quien hablamos...




Las dos craciones (14/10/2006):

Dice la Maitrayaniya Upanishad que hay dos formas de Brahma: el puro y el encarnado. Así también hay en la Creación bíblica una forma espiritual y otra encarnada. Si en el prin-cipio era el Verbo, y luego el Verbo encarnó, se entiende que también hay dos formas del Verbo, dos formas de Creación... Cuando Dios dice “Hágase la luz”, y la luz se hace, hay creación, pero sin obra artesanal, sin obra fabril. La fábrica atañe en especial a lo humano: Adán modelado en lodo...

Según los eruditos, el sentido original de la palabra Brahma era ‘himno’, ‘fórmula mágica’; esto es, invocación. El Brahma que hay en todo, el alma que hay en todo, es su propia invocación. El sentido que cada cosa tiene es su disposición a responder cuando es llamada, invocada, nombrada. Toda cosa que atiende al ser nombrada tiene alma.

Antes del nombre y de la invocación nada puede ser creado. Esto parece decir también el Enuma Elish: “Cuando en lo alto el cielo aún no era nombrado”... También quizá el Códice Florentino: “los diversos hombres dicen que fueron creados en Chicomóztoc, que vinieron a salir de Chicomóztoc. Pero no se salió de Chicomóztoc; allá sólo fueron hechos los ruegos”...

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Pavesas:

La poesía no quiere pensar en las cosas, sobre las cosas: quiere pensar con ellas... (10/08/2000)

No te cures nunca del milagro de que puerta rime con abierta. (14/07/2009)

   

 

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