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Cuadernos de la lengua y el viento
Avelino Gómez Guzmán y Carlos Ramírez Vuelvas,
Plan C editores
(colec. La Piel de Judas), México, 2007

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POETA AL FIN, tengo un brillo como el oro

y un claro pañuelo bordado de soberbia.

Y como todo, este oficio tiene trampa,

tiene harapos de panteón

y una ciudad que florece y tiembla en la garganta.

Este oficio es puerta condenada a la vagancia,

porque es cansado estar vivo

pero cansa más nunca decir nada.



ESCRIBIR ES
elevarse

como el humo del cigarro en salones desiertos.

Escribir es contemplar la desolación

como en un salto.

No es lo que alcanzas a ver

en la copa del árbol, es más fuerte

como hundir lanzas en la tierra.

Y en su maraña de nubes Dios te mira,

nos mira, confundido.

Escribir es distinto a cualquier oficio:

No me culpes si toco tu rostro

al apuntar esta palabra.



LEER ES DESCENDER
contra el mundo

y allá abajo también se contempla la desolación

con la boca hermanada al grito,

con la urgente piedad del otro.

Mírame en este verso urdir el modo

para alcanzarte en el silencio:

Puede tratarse del amor si quieres, o del perdón.

La piedad es tal vez un buen pretexto.

Si lo recuerdas, siempre tendremos

una llaga para presumirla

para que otros intenten sanarla,

para que la codicien,

para depositar en ella un grano de sal

o una gota de veneno.



COMO LE DIGO

es desolador estar vivo y nunca decir nada.

Pero aquí hay un amor sencillo,

más tierno que una madre

cuando anuncia que su hijo brilla

con lengua de cielo y de orfebre.

Ah, pero más triste que mis ojos

cuando contemplo la soberbia y pierdo el equilibrio.

 


 

 


 

 

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