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portada-gato-baranda.jpg Digo de noche un gato y otros poemas
María Baranda
Ediciones El Naranjo
México, 2006

 
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No. 51 / Agosto 2012


 

 

A trote

Por el camino pasando,
por los senderos corriendo,
va mi caballo de sal,
mi caballo de nube y canto,
mi caballo de viento
y de humo
detenido en la niebla.

Sale cantando
con su tela de araña
y su crin de centella.

Mi caballo
de hierro y acero,
de llanto,
de agua,
de pura sed
verde y azul
como el aire
del cielo.


Mi corazón palpita

Mi corazón palpita por el mundo.
Tiene un extraño ritmo
de tambor solitario,
un sonido de mar que ruge
sobre un ancho río
de soledad y de aire.

Mi corazón palpita
cuando todos se callan,
cuando nadie se ríe,
cuando no me oyen

pero él, mi corazón,
a puro golpe crece
interminable
como un susurro
como una hoja que cae
lenta del árbol
para el hambre
del monte.

Mi corazón,
como una sola gota
que respira,
palpita
en el sueño de los manantiales,
como un silencio que se corta
en la selva más verde,
en la selva que nunca se calla
y siempre responde.

Mi corazón,
junto al pozo del día
o en el jardín de la noche,
palpita su música
con la fuerza del mundo.


La calle

Afuera estaba Juan,
para nosotros El temible,
era rápido como si fuera el viento
volando delante del balón,

Matías el mago de la tierra
y Teresa que colgaba
listones de colores en todas
las estrellas, Ramira la hermana

de Carola con sus trenzas y Carola
trepada en lo alto de las ramas,
Jacinto que aullaba como gato
y José con cara de Ricardo,

Ricardo con cara de Tomás,
Tomás que leía para nosotros
las historias más tristes de los libros
y llorábamos y reíamos

porque era verano
simplemente
y nos gustaba salir a perdernos
en la cara del sol tan sol

y en los minutos
de las horas y las horas
que pasaban lentas por nosotros,
ahora

que han pasado los años
estamos todos lejos
de esa calle,
de los balones y los cuentos

como si quisiéramos hundirnos
rápidos
en otras horas donde
parece que ya no sale el sol.


En el aire

Tuve en mi lengua
una palabra viva,

una paloma de aire,
fruto de luz
para las aves.

Una palabra azul
como las olas,

verde
entre las ramas
de los árboles.

Yo tuve para mí
una palabra llena
de mundo
y de silencio,

una palabra larga
como los ríos,
profunda
como los valles.

Una palabra de miel
y barro, una de aurora
para los mares.

Una palabra mía,
de mi sangre
para decir

que estuve aquí
en la vida

        que late
siempre
        en el aire.  

 


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