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portada-pasadizos.jpgLos pasadizos del tiempo / Les corridors du temps
Hélène Dorion
Traducción de Silvia Pratt
Universidad Autónoma de Sinaloa, Mantis Editores, 2010.

Por Sandra Luz Ortiz
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No. 51 / Agosto 2012


 
 

Con la cuestión del tiempo, de su suceder, de su permanencia a pesar de nosotros y lo demás, nos ancla la poeta québécoise Hélène Dorion a su libro de poemas Les corridors du temps (2010). Del tiempo túneles, corredores, pasajes, o mejor “pasadizos” como los resolvió Silvia Pratt en la traducción, que se hacen más tangibles a partir de una separación y la irremediable bifurcación de caminos.

 

Desde el título, mantener la sencillez del estilo poético de Dorion en una traducción no puede ser tarea fácil. En este oficio, las estructuras más transparentes suelen ser las más escabrosas.

 

Casi un centenar de poemas divididos en cinco partes que parecen conectadas por esta misma línea temporal (con infinitos ramales) de la que nada se escapa. En estas divisiones creo que reside la mayor dificultad de la traducción: cada una de ellas revela una transformación en la intención de la voz poética, su sentir también se transforma, y todo esto es visible a partir del constante pronunciamiento de estrategias, principalmente, para el olvido, ese deseo de olvido que la sigue estremeciendo; y del cuestionamiento, a nivel universal, de la ausencia de la separación.

 

Silvia Pratt, también poeta, conserva al traducir el quebrantamiento de la voz que enuncia el desafío de su vida al encontrarse sola, y el vacío que queda se pronuncia tan violento y turbador en su traducción como en el original. La fuerza poética radica en esta violencia en las declaraciones que, por ser intenciones del alma, se contradicen en cuanto las sensaciones rechazadas vuelven a surgir. El discurso mantiene un aire de oculta añoranza y de apego que no deja de ser repelido (sin éxito). Sin embargo, todas estas reflexiones provienen de un interior que se declara a ese alguien, ahora ausente, con la pasión de saberse definitiva, aunque el ser amado nunca deja de vivir en ella: “Allá nada quebranté / en ti estaba bien / en brazos de un universo / que soy incapaz de olvidar”. Este juego de pronunciar absolutos que se apoyan en las heridas fue transferido, también sutilmente, a la traducción.

 

Para el lector francoparlante serán atractivas las soluciones a las que llega Silvia Pratt en su traducción, ya que, en este afán de declararse al ausente, Hélène Dorion escoge un tono conversacional para el discurso de la voz poética, lo que hace a la mayoría de los poemas reflexiones limpias, libres de falsas retóricas, de complicada traducción al español: arriesgándose a sonar básico si no se opta por adornar el lenguaje o, por el contrario, arriesgándose a ser acusado de ornamentación excesiva. Asimismo, este tipo de lector se sentirá atraído por algunos versos que parecen articulaciones del nonsense o el absurdo, y que no pueden sino ser así también traducidas. En la segunda parte del poemario, “Para comenzar a olvidarte”, Hélène Dorion escribe en los versos de uno de sus poemas: “Des gens dans la même pièce, quelqu’un au bord / de chaque visage ; rien n’est toi qui pourtant / n’existes pas.” Mismos que Silvia Pratt no puede sino traducir como: “Gente en la misma estancia, alguien al borde / de cada rostro; nada es tú que sin embargo no / existes.” Aparte de separar de su verbo a la última negación, Pratt no pudo tener mayor injerencia en estos peculiares versos. Una vez más, haber intentado darles un sentido directo quizás habría sido caer en una sobreinterpretación.

 

Lo inasible de la vida, la enormidad del universo y la multiplicidad de sus horizontes parecen ser temas que interesan a ambas poetas, temas de eterno cuestionamiento y eterna ignorancia que pueden pretenderse frágilmente sostenidos sólo dentro del mundo poético, como se refleja en el siguiente poema que pertenece a la tercera parte del poemario de Dorion, “Una partícula abandonada en el tiempo”: “Camino contigo / que conoces el abandono necesario / para el poema que enseña a encaminarse / en el sentido de la vida.”

 

Intriga, entonces, el grado de pasión con el que Pratt ha traducido este poemario, ya que comparte estas inquietudes incluso a nivel de relaciones cuánticas, de la existencia. En su poema “Caos”, en el libro Isla de luz, Pratt se pregunta:

 

¿Es verdad que entre conjuros
el vacío resurge cada noche?

 

¿Es verdad que una y otra vez
vuelve a gestarse el mundo
para que nuestros ojos disfruten cada aurora?

 

Por su parte, todavía con el discurso del apego que crea en el otro tu propio universo, Hélène Dorion, escribe:

 

Poder decirme que el tiempo transcurre en la vida.
Poder escuchar esto sin levantar los ojos hacia la
negrura del universo, ahí donde todo parece tan
pequeño.

 

Así, siendo el tiempo y su marcha uno de los principales ejes y temas de reflexión del poemario de Dorion, el lector se permite percibir de cerca el mundo poético creado en francés por ella y transportado al español por su traductora, y permanecer inmerso en esas cavilaciones que se transforman verso tras verso y aun en la vida inmediata, cuando, una vez cerrado el libro, la pregunta “¿La inmensidad del mundo lleva a alguna parte?” lo siga penetrando.

 




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