No. 51/ Agosto 2012

 
"La habitación de mi negatividad" o la sorpresa de encontrar poesía en el museo

Poéticas visuales
Por María Andrea Giovine
 
 

Todos los que sentimos placer al recorrer las salas de los museos y galerías que exhiben arte contemporáneo sabemos que uno de los factores imprescindibles de la experiencia es la sorpresa. Antes de la aparición de la instalación o la intervención y cuando los materiales que se empleaban para las obras eran básicamente lienzos y colores, mármoles, metales y piedras, la experiencia de asistir al museo se encontraba, podríamos decir, controlada. Actualmente, tanto los museos y galerías dedicados específicamente al arte contemporáneo como los que lo incluyen como parte de sus muestras ofrecen al espectador una sensación de expectativa.

Desde hace ya varias décadas, sobre todo gracias a los artistas conceptuales, es común encontrar en los museos obras que incluyen palabras, o bien, que están hechas exclusivamente de palabras, obras que son palabras. 

¿Y en qué consiste la especificidad de este tipo de obras? ¿En el hecho de que, al emplear elementos lingüísticos como medio de expresión, las obras dialogan directamente con el espectador, desde la concreción de la discursividad lingüística? Probablemente no. Ahora bien, este tipo de obras no son textos, son bitácoras visuales de unas cuantas palabras, que, precisamente al ser pocas, han sido cuidadosamente seleccionadas por el artista. La forma, color, dimensión y demás características físicas de las palabras que se emplean como parte de las obras resultan siempre imprescindibles para la construcción de un sentido global de la pieza. Las palabras son significado, pero la presentación visual del significante es indisociable de éste.

Actualmente, el Museo Nacional de Arte Moderno del Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou de París se encuentra exhibiendo la obra “La habitación de mi negatividad (II)”, del artista cubano Carlos Garaicoa. Esta instalación, creada en 2005, forma parte de la exposición “Nuevas obras de la colección” y fue adquirida por el museo en 2009. La obra se encuentra montada en uno de esos pequeños espacios dedicados a la proyección de videos que hay en los museos. De ahí, el factor sorpresa del que hablaba hace unas líneas. Al entrar en ese pequeño espacio, uno se encuentra con una obra que, por lo menos por un momento, parece devolvernos la sensación infantil de estar en una sala de juegos. Acto seguido, la impresión es de total fragilidad.

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Carlos Garaicoa, La habitación de mi negatividad (II), (2005)
En el piso, escritas con las típicas letras de madera que usan los niños para jugar, hay una serie de palabras que, según Garaicoa, expresan el lado más oscuro de los pensamientos humanos y de la transformación de la sociedad. Se trata de palabras como “represión”, “poder”, “tolerancia”. Todas están unidas con hilo de nylon a una pared que hace las veces de pantalla de proyección y en la cual se muestran las definiciones creadas por el artista para las palabras que están en el piso. La animación 3D de cada palabra busca recrear tipográficamente el concepto que representa la palabra en cuestión, con lo cual Garaicoa juega hábilmente con significados y significantes. A todas luces, no es gratuito que el artista haya elegido que las letras provinieran precisamente de un contexto infantil. No recuerdo que hubiera música. Tampoco recuerdo que el video tuviera audio. Lo que sí recuerdo es que la contemplación de la pieza, de alguna manera, era un acto de solemnidad y, más aún, de poesía.

Esta obra tuvo un antecedente directo en otra obra del mismo nombre (por eso esta pieza lleva el número II), la cual consiste en una instalación de modelos de edificios imaginarios, delicados y cuidadosamente construidos, conectados a la pared a través de cuerdas y tachuelas que recrean la arquitectura, lo cual produce un efecto mágico, como si un elemento fuera la sombra del otro.

A Garaicoa le interesa explorar las formas y texturas de la arquitectura y los recovecos posibles e imposibles de los espacios. Tal vez por eso mismo le interesa hacer arte basado en palabras, pues éstas, al final, también son elementos arquitectónicos.
 
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Carlos Garaicoa, Nuevas arquitecturas, 2003.
 
“La habitación de mi negatividad (II)” me impactó porque me hizo pensar en poesía. Después de todo, ¿qué es la poesía sino un edificio construido con imágenes verbales entrelazadas? La poesía es también arquitectura. 

Casi para terminar de escribir este texto me vuelvo a preguntar qué caracteriza a las obras de artes visuales que emplean palabras y creo que la respuesta está precisamente en que al final son un acto de poesía.

En una entrevista digital a Carlos Garaicoa, realizada en octubre de 2010 para el periódico El País, a cargo de Raúl Molín, para contestar la pregunta de qué destacaría del arte latinoamericano, el artista responde, entre otras cosas, que su capacidad de encontrar nuevas formulaciones al lenguaje y sus posibilidades como referente. ¿No es eso precisamente lo que busca verso a verso la poesía?

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