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Vinícius de Moraes 

No. 52 / Septiembre 2012


 

Vinícius de Moraes

Traducción de Karla Calviño Carbajal

  




La Casa

A Gesse, mi mujer y mi amiga
Y a los trabajadores que irguieron la casa
“donde antes sólo había piso”.
Muchas gracias

Ahí está, Amiga, la casa
Lista, la puerta abierta, la mesa
Puesta: una casa hecha
De canciones cantadas para todo Brasil
(Con descuento para estudiantes). Ahí está ella
Amada, proyectada sobre el océano, y cuyo silencio
Es perturbado apenas por el oleaje constante
De las olas que salpican encajes blancos
En las negras rocas de Itapuá: “la piedra que ronca”
Según la lengua general. Jamison Pedra
Y Sílvio Lobatto, los amigos arquitectos
Ambos bahianos de buena cepa, hicieron
Un bello trabajo, con las dos torres laterales en hexágono
(Una de las cuales es tu solárium) y dos tejados superpuestos
En rampa suave, apuntando el mar. Una casa blanca y ladrillo
Con elementos azules y ningún bric-à-brac: albañilería
Tejas coloniales, madera, cuero y mimbre sólo ellos capaces
De resistir el salitre que el viento lanza feroz
Contra los metales. Una casa
De amplios balcones de loseta y muchas hamacas
Para tu entregarse a la dulce brisa atlántica
Que te enreda los cabellos: 400 m² de área construida
Bastantes, creo, para tu gesto y tu danza
(Y tu invariable nostalgia de los lunes).
Elisito Lisboa, el ingeniero, le dio
Un perfecto acabamiento, y Francisco, el maestro de obras
Y Jonás, el carpintero, fueron sus más fieles operarios, comandando
Los albañiles con gran celo y competencia. Una casa
Bahiana, hecha por bahianos, para abrigar
Tu bahianicie máxima, soñada
Desde los idos cariocas, así
La caballero del mar y explayada entre coqueros
Que en la noche parecen entregarse a extrañas liturgias.
Construida en tres niveles, todo en ella
Es madera de ley, desde
Las grandes vigas y barrotes que sustentan el tejado en teja vana de la planta baja y de la terraza
Y el destemeroso tramo que sube sin pasamanos
Al pequeño tapanco abalaustrado donde se encuentra la mesa de comer:
Y del que parten también la bella escalera con escalones en el aire
Que lleva al piso superior y los bellos vitrales
Con que maestro Calasans Neto pacificó los interiores
[en íntimos tonos crepusculares hasta el entablado de encima
[(tirantes los forros de viñátigo)
Todo es puro palo de arco
Que se hace cada día más hidalgo a medida que sucesivas manos de cera
Le van dando brillo y espejo. Sí, Amiga
Aquí nada puede el viento sur
Contra la densa integridad de esos átomos
Y el salitre se divierte apenas en corroer viejos objetos
De fierro o de latón: la antigua máquina de coser
Que a veces hace de bar, la gran ancla carcomida
Que fija la casa en su jardín, curiosos candiles, leves lamparillas
Compradas al sabor de nuestros viajes
Sobre todo a Ouro Preto; el mismo viento sur
Que tampoco permite que el paisaje de cocoteros
(Y otros pocos árboles, y plantas resistentes a la sal y al sol, y demás vientos
Sea alterado por la mano del hombre
Con arreglos vegetales, flores gentiles y otras pequeñas
Cursilerías de la naturaleza.
En el piso de arriba, como en la planta baja, todo
Abierto sobre las aguas y las dunas de Itapuá en amplias ventanas
De vidrio templado, los cuartos de dormir
Invitan a hacer nada: y nada ha de ser hecho, Amada, en esta casa
Contra el instinto. Aquí ha de ser siempre
Trajes de baño, tangas y bermudas
Sandalias, pies descalzos
Cuerpos oliendo a mar
De amigas y de amigos
Sonrisas claras, bocas satisfechas
Y la brisa subrepticia
Haciendo fiesta en húmedas axilas
Penetrando entre nalgas y senos.
Aquí, Amiga
Plantaré mi sueño y mi muerte. Y en el pequeño
Escritorio que da vista al Farol pintado en blanco y ocre
Sentado a la vieja mesa espesa y corrugada
Como yo, por la vida y el tiempo
Los ojos posados en los horizontes azules del mar-océano
Conferenciante diario de auroras y ponientes indecibles
De belleza y amplitud, yo seguiré intentando
Descubrir cómo salvar al mundo, cómo
Justificar el hombre, cómo romper los Pórticos de la Poesía
Como esculpir la Palabra
Capaz de sacudir el trono de los tiranos
Y hacerlos rodar como antiguas estatuas depredadas por las escalinatas

Dos palacios: como estar siempre
Embarazado de amor y de canciones. Y viendo al amanecer
Los pescadores caminando sobre el mar con sus pies de jangada
Mostrarles mis votos de buen día, buen pez
Y buen regreso. Y venida la noche
Ir tomando levemente mi traguito
De modo que disfrace esa grande tristeza de saber
Que nada va a poder ser
En mi vez y mi hora: saber que cada gesto mío
Se pierde en un infinito de gestos que ya eran
Apenas pasado su instante; y a veces
Llorar acariciando la cabeza de Mi, nuestro amado terrier
Y el dorso elástico de nuestros gatos siameses
Que vienen a solidarizarse, moviendo el rabo o rozándose en mis piernas
Como quien dice: “—Aguanta ahí
Amigo, esa es la cosa... El asunto es amar mucho
Con esa fidelidad que en nosotros, caninos, es intrínseca
Y en nosotros, felinos, voluntaria, dependiendo, claro
De buen trato y mucha fiesta...” Y quedarse pensando
Que atrás de cada aurora se esconde
La faz ansiosa de la Vida y de cada crepúsculo
La máscara irónica de la Muerte, ambas al acecho
Ambas queriendo cumplir a cualquier costo
Sus fatales designios. Y después de esos tontos pensamientos
Y de inducir el sueño en viejas películas de televisión, ir a acostarme
Con el sentimiento de la fragilidad, de la precariedad
De la inutilidad de todo... hasta que una nueva mañana
Me diga: ¡No! Y entonces
Retomar lo cotidiano, mirando el mar
Sin verlo, intentando adivinar las horas
Por la llegada y partida de los jet, anticipando
La alegría de ir a visitar a Auta Rosa y Calasans, ahí por el mediodía
En su casa de la calle de la Morera, y sumergirse
En las aguas tibias de Itapuá, con derecho
A una cerveza en el bar de Palomo o una batida
En el de Galo; y de cuando en cuando, desafiando la diabetes
Un Campari-soda en el Lengua de Plata, acompañado de lambretas

Piernas de siri o camarones fritos en aceite.
Sí, Amada, ahí tienes tu casa
Hecha de playa y mar y sol y vientos
Y grandes cielos azules y dunas blancas
E inmensos cocotales y mucho sueño
Y mucha soledad. Tú la decoraste
Con lo mejor de tu gusto, tu gracia
Tu altivez y tus artimañas
De india. Ahí está ella. Tómala
Es tu casa, simple y concreta

Tuya, sólo tuya, inmensamente tuya
Para que en ella vivas siempre desnuda
Con tu cielo, con tu mar, con tu luna
Y tu triste y amantísimo Poeta.

Itapuá, 19/10/1974



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