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Periódico de poesía 

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José Kozer, número 14 de la edición impresa de Periódico de Poesía en 1990.
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No. 52 / Septiembre 2012




José Kozer


El rebaño de ancianas


Pecas y mierdas en la piel, ni un solo verdugón
              de amores.

Judías calentonas de ultramar, corazonzuelas

de bisutería. Ostentan

aún el lujo beige de sus pezones que algún ángel
                 castaño soba: dormirán

siesta

y en los dobleces de una carne amarilla olerán a
                ciruelas maduras

y antídoto la corza

corretea: dos horas de boudoir lentísimo y aguardar
        de cinco a nueve el paso
        retozón de serafín que
        ceba su péndulo de hueso
        y jarcias visionarias

en la decrepitud

del ano rosa de una anciana. En los espejos, se tutea
        a sí misma y en sus crenchas
        coloca el beso de algún húsar
        que quizás la sostuvo de
        espadachín a horcajadas (metió)

el puño

íntegro de una mano en el ojal violera que alió a
               entretela y benjuí. Todas
recuerdan

la orza de sus cuerpos y la estrella polar en algún
                trasatlántico: inconformistas

de calzón blanco

al tenis en América (mancebitas) dadas al candor del
        lucro se aposentaron en sus
        terrazas con cingulillos de
        satén para sus fiebres
        puerperales, sahumerios

de anís y escapularios

para el menstruo. Previsoras no cabe duda aquí dan
        unos pasos de fox o remedan un
        charles en el salón de festejos,
        se abrazan (hasta la madrugada)

a sus tocayas

y se alborozan como un perifollo grueso en sus sillas
       plegables con el bridge y unos
               termos.




Eran las hilanderas: tres taburetes.

La señora condesa tiene un pasatiempo de cristales,
        atisba: y a hurtadillas ve
        derramarse el salerito labrado,
                una puntada

y gira

la bárbara introspección del grajo en el salón de
        festejos un maniquí propaga
        la emoción de su vestido de
                novia, en el azahar

hemoglobina. Enter

the Queen la heresiarea de las tres letras, triunfo
        en los pechos del As (it flares
        the music) y en el alboroto
        aparece una zampoña (trama,
        otras nupcias, la Reina)
        modulación los gorjeos del
                tímpano

a la flauta. Callen

todos y todas sargentos y meretrices firmen las actas
        erijan el patíbulo y la Reina se
        siente (asista) a su estrangulación
        y muera en cambray y camisola,
                jáctese

con un eructo

de champán y mariscos en la boca. Trompas, cada cual
        a su sitio: la noble dama (un
        solitario) y los caballeros
        (al tresillo). En los nueve
        naipes, una misma figura: las
                parcas, tranquilotas

y de espaldas al público

coronan al primogénito y la infantina (novios y
        novias, a la quema) incestos

de la marrana

y el ciervo, una loba redentora abre el cortejo
        los alguaciles anuncian que la
        Reina (golosa) parió en el ataúd
        un sudario de zánganos y flores,
                cuchichearon

los clérigos.




Periódico de Poesía, núm. 14, UNAM/UAM, México, 1990

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