.....................................................................

portada-norte.jpg En el Norte no hay playas
Julio César Félix
Andraval ediciones,
colección Palabras del Humaya
Culiacán, 2011  

Por Alejandro Torrado
.....................................................................

No. 52 / Septiembre 2012


Lo que imagino no lo escribo; luego, escribo lo que no imagino.
Julio César Félix


Hace tan solo veinte años, cuando la sorpresa era leit motiv, cuando la capacidad de asombro vivía momentos muy fértiles; el momento en que nuestra existencia comenzaba a tomar tintes más definitivos; cuando el cabello largo, el futbol, la poesía, el cine, el blues, la delgadez y otros menesteres propios de la edad se conjugaban al ingresar a la Facultad de Filosofía y Letras, conocí a Julio César Félix Lerma.
Entonces, él ya era poeta. Qué digo entonces, desde mucho tiempo atrás lo era. Antes de su nacimiento, de hecho. Y es que la verdadera poesía es la que elige a sus portavoces, a sus apóstoles de la virtuosa palabra y no a la inversa. La formación del poeta Félix Lerma ha sido milenaria, “antes de que las hormigas fueran rojas”, diría Chumacero. El poeta es de todos los tiempos...
A lo largo de veinte años han pasado muchas cosas. Entre ellas, seis libros de poesía. Hoy presentamos el séptimo, cúspide e inicio: En el norte ya no hay playas. Que toma su título de uno de los poemas que lo integran. En esta primera parte del poemario el norte del país es visto como una geografía afligida, lastimada, inhóspita y baleada; donde la gente se aleja de lugares públicos y se aleja de su propia vida. El vacío y la nada: “Horas pardas sobre el desierto de las madrugadas y el embiste de vientos brujos venidos quién sabe de dónde: no se detienen hasta llegar a las aceradas puntas de unos pies sólidos... (...) puro desierto, pura ausencia colorada de tinta y piel...” ¿Es el poeta quien se aflige por el paisaje, por el ambiente, o es la proyección de su propia aflicción que nos advierte de nuestra cercanía con el caos, con el no ser, con nuestra proximidad a la nada?
Pero esta es solo una de las ópticas mostradas en un poemario diverso, flexible, donde las palabras atraviesan las dunas de la ontología, de la biografía, de la metapoética y el nihilismo; ensayando elucubraciones entre la desfachatez de la prosa y el suave tintineo del verso... que nos lleva de la pesadumbre neorromántica a la festividad mexicanísima de la muerte en un santiamén... pero eso sí, con absoluta honestidad expresiva. Hablamos de transición; de un ininterrumpido devenir poético que es también, en su propia dimensión, un devenir vital amarrado a la palabra: la poesía se vive y se vive con la poesía. Por tanto, reconoceremos en este libro  los grandes temas de la humanidad: el amor, el tiempo, la soledad, la muerte… pero también advertiremos la magnificencia de una tarde, la exactitud de una caricia o la contundencia de la imagen reflejada en el espejo.

Estamos ante una poesía que ya ha trascendido la laconicidad, casi haikú, para ofrecernos un discurso con mayor aliento; incluso, ha integrado a su disertación la prosa poética. Como única reminiscencia de esa corta expresión en este volumen tenemos los epitafios: lacónica y aforística expresión que juega y se embelesa con ironía, humor, ontología y sarcasmo, sucintas piezas que reflejan, incluso, la particular visión mexicana en torno a la muerte.
Pero, desde mi muy particular punto de vista, creo que el meollo del libro se encuentra en la trilogía Metapoética, poesía que habla de cómo debe ser la poesía. Una especie de acto de fe poética, de Gran Libro del quehacer de escritor:

     "A los verbos hay que sondearlos, independientemente de su regularidad o
irregularidad, si están conjugados en primera persona del singular o en tercera
persona del plural, en cualquier tiempo, en cualquier modo; buscar en cada sílaba
la resonancia poética necesaria para crear un juego fonético que invite e incite
a la sensualidad. El arte visto y concebido también como espacio lúdico:
impredecible..."

     "... A la poesía hay que enfrentársele con la metáfora y la honestidad por delante,
lo demás emerge solitariamente y en un nivel fantástico, si tú quieres.
Decir lo que quieras decir; de cualquier forma uno no dice nada: decimos nada."

Cuando el Modus vivendi es Modus scribendi: donde escribir  resulta más importante que comer, beber, respirar o cualquier otra superficialidad por el estilo... Poesía y vida como uno solo.
Estamos ante una historia de vida que se cuenta en poemas. Pero que en su anécdota particular reflejará la vivencia de todos los lectores que se acerquen a ella. Disfrutemos, pues, de esta madurez poética que da la eterna adolescencia vital.
Posdata: presente: En el norte ya no hay playas; futuro: en el norte ya no hay balas...


Leer poemas...



{moscomment}