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portada-norte.jpg En el Norte no hay playas
Julio César Félix
Andraval ediciones,
colección Palabras del Humaya
Culiacán, 2011  

 
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No. 52 /  Septiembre 2012


 

En el fondo verde de las botellas, ensortijadas al vuelo de tardes y de xanates hambrientos, de honduras de la tierra de los días, escucho la respiración del Venado azul.
Ahora lo tengo tatuado en la piel y canta.

Abro las ventanas: relámpagos de media noche; las formas apenas nacen en la comisura de la página; desde el Níger hasta el Nazas he venido silbando la lluvia que no me cobija como una música infinita, y que taladra a la cerradura de mi conciencia.
Serpientes, chacales y escorpiones vienen a buscarme por la tarde y, no me encuentran.

En el norte ya no hay playas.

Horas pardas sobre el desierto de las madrugadas y el embiste de vientos brujos venidos quién sabe de dónde: no se detienen hasta llegar a las aceradas puntas de unos pies sólidos...
Entonces el flaco registro de los años se desmaya sobre la línea.  Y algo me dice que continuaremos sobre la ruta incierta de las pesadillas tolvaneras; doce soles desde que decidí no esperar más y me he quedado con el aliento marítimo de tus puertos de la Imaginación.

Huele a ínsula.

La arcilla me ha moldeado el cuerpo y el pensamiento a través de los siglos de nubes.



Poema en tres momentos

I.
Poeta mirando (extasiado) la lona

Mañana erecta:
Algo ha encendido los motores de la carne;
la habitación huele a jazmines y sexo;
escuchamos nuestros cuerpos  atropellándose entre
las sábanas del amanecer;  todo furia, todo pasión,
luego la luz inevitable
de la despedida.

II.
Poeta catendo (seducido) en la lona.

Por las noches la bestia regresa enfurecida y
las faenas entre las piernas de tus deseos y tus besos
se transforman sutiles, complejas:
desplegándose
sobre la lona de la concupiscencia.

La ira muta en coito.

III.
Poeta en (sobre la lona)

En plenitud orgásmica cae seducido el poeta
en su propia fantasía barata; luces brillantes
que advierten la necedad de los ojos sobre lo etéreo…

Ser piedra.
Ser tiempo.
Ser nada.

Yaces en el olmo del pájaro que no canta,
sólo rezan los labios que no cesan en la calma,
en el sudor de tu piel que roza mi piel:
no se tocan ni se penetran
solo estoy yo, mi cabeza y mis manos.


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