No. 52 / Septiembre 2012 |
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En el fondo verde de las botellas, ensortijadas al vuelo de tardes y de xanates hambrientos, de honduras de la tierra de los días, escucho la respiración del Venado azul.
Abro las ventanas: relámpagos de media noche; las formas apenas nacen en la comisura de la página; desde el Níger hasta el Nazas he venido silbando la lluvia que no me cobija como una música infinita, y que taladra a la cerradura de mi conciencia. En el norte ya no hay playas.
Horas pardas sobre el desierto de las madrugadas y el embiste de vientos brujos venidos quién sabe de dónde: no se detienen hasta llegar a las aceradas puntas de unos pies sólidos... Huele a ínsula. La arcilla me ha moldeado el cuerpo y el pensamiento a través de los siglos de nubes.
II.
Por las noches la bestia regresa enfurecida y La ira muta en coito.
III.
En plenitud orgásmica cae seducido el poeta
Ser piedra.
Yaces en el olmo del pájaro que no canta, |
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