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Huellas de pájaros,
Ramón Iván Suárez Caamal
Fondo de cultura Económica
México, 2010

 

Por Yamil Narchi Sadek
     

Voy
en alas  
de la brisa,
bajo la lluvia navego
y aunque soy el timonel, estimo que no es la prisa
la que impulsa las velas de mi intrépido bajel,
porque en olas de tu sonrisa
va mi barco de papel.


Ramón Iván Suárez Caamal


huellasdepajaros-01.jpgSomos herederos de tradiciones poéticas, tierras, mares e imaginaciones diversas. Sin embargo, el canon que dicta “lo que es hoy” el trabajo literario, sobre todo el poético, nos constriñe y parece desplazar parte de lo que somos, ya como sociedad, ya individualmente, a la vida y, si acaso, a la militancia no poéticas. Ahora, de vez en cuando un espíritu orgulloso de su bagaje de tradiciones, toca el gusto canónico y despierta el interés de lectores que encuentran en su trabajo un placer casi olvidado. Como lector, agradezco esos momentos.

Ramón Iván Suárez Caamal se parece a veces un autor de otro tiempo. Su apego a la naturaleza, a los motivos nacionales, a la escritura con métrica y rima, su redescubrimiento del caligrama como elemento lúdico, se vierten en su poesía infantil con una discursividad casi modernista. Salpica sus poemas de paralelismos de poesía oral o cánticos que nos recuerdan la niñez. Es, en todos estos sentidos, distante de la “poesía contemporánea”, mas no así en sus imágenes, sus metáforas, su intuición poética. Logra un equilibrio peculiar entre tradición y propuesta, en un tono de desenfado ideal para el público infantil.

Nacido en Calkiní, Campeche, en 1950, Suárez Caamal ha desarrollado su labor profesional en dos ámbitos: la docencia y la poesía. Su acción ha sido tan diversa que ha podido componer la letra del himno de Quintana Roo, dirigir talleres de escritura con niños, trabajar en periodismo, escribir sobre docencia, y ganar más de 30 premios con sus más de numerosos libros de poesía, sobre todo infantil, como son el IV Premio Internacional Ciudad de Orihuela de Poesía para Niños (España), el Premio Regional de Poesía Rodulfo Figueroa (Chiapas), el Premio Nacional Olga Arias (Durango), el Premio Nacional de Poesía Jaime Sabines (Chiapas) y el Premio de Poesía Ermilo Abreu Gómez (Yucatán). Incluso se ha instituido el Premio Nacional de Poesía Ramón Iván Suárez Caamal. Con Huellas de pájaros, el libro que nos compete, ganó el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2010, gracias a lo cual lo encontramos en la bella edición del Fondo de Cultura Económica.

Conocemos el loable esfuerzo del Fondo porque estas publicaciones sean especiales, pero en esta ocasión, el esfuerzo tiene además un logro agregado: parear a Suárez Caamal con las ilustraciones de Mauricio Gómez Morín. Este último puede presumir en su trayectoria de ser un artista libre de constricciones, alejado de los concursos (a pesar de tener en su haber el de la Bienal de Gráfica del INBA 1983), y entregado a los trabajos que lo convencen. Fue director artístico de las colecciones infantiles del Fondo… y suponemos que así encontró esa empatía perfecta con la poesía de Suárez Caamal. No se limita a ilustrar el libro, sino que ofrece para cada poema, un ambiente óptimo: hay un caligrama de pez para el que dibuja el mar y la barca del pescador que lo atrapa; hay un poema-tendedero para el que dibuja los tejados de la ciudad. Esto hace del libro, además, un bello objeto.

Veamos el poema del pez:
  

¿
Un pez
con el anzuelo
en la boca
creo que toca
lo que no es.
Dije no dije:
lágrima o luna;
así que
elige
si es
el
pez
en este
anzuelo
un alebrije
de escarcha y cielo.
  

Desde luego, salta a la vista el caligrama, con el detalle encantador de que el anzuelo sea signo de interrogación y aparentemente, título del poema. Establece este signo un tono interesante: de pregunta abierta, ya que en el poema todo es incierto (creo que toca/ lo que no es) y de adivinanza tradicional, revelada por la invitación al lector (elige/ si es), y por el juego de palabras (Dije no dije:/ lágrima o luna). Deja reminiscencias de versos tradicionales como “oro no es, plata no es”, pero con motivos poéticos como la imagen de la lágrima (¿el anzuelo, el pez colgado?) y la frialdad final del destino de este pez que será, ya pescado, “un alebrije”, elemento humano, fuera de su naturaleza, “de escarcha y cielo”. Este movimiento final me impresiona: cuando el pescador eleva la caña y hace al animalito volar a la barca y, pronto, a la refrigeración y el consumo: del agua al cielo a la escarcha. La apariencia del poema es inocente, pero su elaboración permite a la vez el juego, la plástica, la música y la intuición poética de una historia en un instante.

Suárez Caamal juega a las aliteraciones (“ataranta a la tarántula”), a la metatextualidad [ver el caligrama de la mariposa], a los paisajes imposibles (“No tiene tronco porque se lo tragó la noche. A este árbol lo sostienen sus pájaros”), a la poesía mínima, al bestiario [los textos de los animales de la mar]. Con esta dinámica mantiene su poemario impredecible y sorprendente, superando logros anteriores como Memorial de sueños. Fuera de algunos momentos en que la musicalidad parece ser sacrificada ante la plasticidad del caligrama, Huellas de pájaros es un libro sólido, hermoso, que bien vale la pena.

Se me ocurre, además, que la idea es más bien atractiva: que los niños lean los dibujos y descubran en ellos la poesía. No versillos y rimas, que tantas veces es lo que solemos darles. Que descubran la poesía.

 

 


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