Manuel Fihman
(Caracas, Venezuela, 1981; vive en Nueva York)
[Hay palabras para el topo…]
Hay palabras para el topo
cuerpo recio
ojos diminutos
manos fuertes
uñas que al posarse en filo sobre mi pecho
murmuran “es arcilla”
Se conoce al topo dorado
como distinto al verdadero
en el desierto
ojos escondidos
nadan bajo arena
bigotes que al sentir mi paso
tiemblan por el larvario
habitante de mi cadáver
Hay
para casi todas
anonimato en la colonia
de lampiñas ratas topo
todas hijas de la reina
y por padre un símil de zángano
cuerpo delicado
ojos mínimos
patas amplias
dientes que al posarse en filo sobre mi cuello
murmuran “es un túnel”
Una lista de susurros
los imitadores
el yitjarritjarri
el tenrec
el pichiciego
tengo para todos crisálidas
para mascar
El topo no construye edificios
tan sólo los deja
[Están cubiertos en humo…]
Están cubiertos en humo
abrasados por él
Mis restos
la carne para mis bestias
favoritas
Algunas partes han sido lavadas
otras envueltas
delicadamente
regalitos que son
en la grasa membrana de un riñón
en la transparente “piel” de un intestino
Queda mucho por hacer
el carnicero sabe
lavarse las manos sería insultarme
faltarle el respeto
a mis dolientes
La mesa es de piedra
no se necesitan asientos
el humo tiene todo el calor necesario
para ejercer la cocción
y el cielo está despejado
Primero los pájaros
norteños todos
cuervo
cóndor y buitre
gavilán y halcón
con suerte
algún águila
Luego los gatos y canes
Ningún murciélago lo tocará
no por los trozos de ajo incrustados
sino por huirle a la carroña
sin importar lo exquisito de la preparación
y eso sólo los que comen carne
Ratón
escarabajo
hormiga
piedra
humo
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