No. 54 / Noviembre 2012 |
Las asombrosas palabras
Por Claudia Montaño Diminutivos, colores, estrellas y animales fantásticos eran parte sustancial de la literatura infantil. Todavía es común encontrar que no son árboles lo que pueblan el mundo de los niños, son arbolitos. No son pájaros los que cantan sobre las ramas, son pajaritos. Y así, todo el mundo se va reduciendo, se hace pequeño hasta contener cosas diminutas que intentan explicar el universo infantil. Lo cierto es que el mundo de los niños desborda por mucho estas reducciones, de hecho, es mucho más complejo que una casita, un perrito o las nubes siempre azules.
Las dos primeras estrofas sirven de presentación, ubican a la voz lírica y le dan un nombre: “yo soy Omar”. La exposición de características es interesante en tanto no revelan a un niño seguro ante el mundo. El primer verso es una declaración: “Omar le teme a los relámpagos” temáticamente esto basta para llevar al poema a otro nivel, pues no nos encontramos ante los temas habituales. Es decir, un niño seguro que se enfrenta al mundo y que siempre, siempre saldrá victorioso. Es en otras palabras, la voz de un héroe infantil que triunfa en el mundo de los hombrecitos, los arbolitos, las florecitas y los animalitos. Aquí es Omar y le teme a los relámpagos, pero además su miedo da lugar a una serie de dudas legítimas, en tanto busca el sentido u origen de este temor: “Nunca se irá la lluvia? ¿Nunca el miedo?/ ¿Cuánto ha vivido aquí?/ ¿Mis ocho años?/ ¿La edad de mi padre, de mi abuela siempre?”. Las preguntas formuladas son profundas y las palabras sencillas. El poeta no recurre a artificios retóricos para hacer este poema, entre otras cosas, porque tiene la clara conciencia de que prioritariamente va dirigido a un público infantil, pero tampoco desdeña la inteligencia del joven lector. |