1
Se abren las pupilas a la luz
y empiezan a adherirse
como larvas
al espacio que acoge su existencia:
sin saberlo,
le sorben el aroma y la textura,
oyen su murmullo amaneciente
en cada hierba,
en cada hoja,
desperezándose a la vida
con el fresco verdor de un bosque antiguo.
Y todo lo que huelen
y ahora palpan
será más tarde
un nombre en su memoria.
13
“Despierta”.
Voz del mundo que llama
midiendo tus minutos de trabajo.
“Despierta”.
Y tú obedeces y te apuras
frente al espejo triste del vivir.
Fuera, tras los cristales,
el sol dice con fuego el horizonte,
nombra suave los árboles,
las casas,
las personas.
Y su palabra sólida es ajena
al tiempo y a la muerte, alta sílaba
que inscribe en la ceniza tu existencia.
Sin dolor. Sin angustia.
Con la mano del dueño que acaricia
el lomo inquieto
y hace sentir la paz de su dominio.
21
No sé vivir
si no es al respirarte,
al dar contigo
en cada bocanada.
No hay paso
que no tenga apoyo en ti,
que no cumpla su fin
yendo a tu encuentro.
Los signos son silencio que te nombra
debajo de la piel, en la palabra
misma, dando tu voz a cada acto.
De aire o de metal,
todo eres tú
tendido en cada célula del día.
Y desde allí, siempre avizor,
acechas como lobo el universo.
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