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portada-trasbordos.jpg Transbordo
Jorge Díaz Martínez
La Garúa Libros, Santa Coloma de Gramanet, 2012.

Por Andreu Navarra
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No. 56 / Febrero 2013



 


De nuevo es un poeta andaluz quien viene a publicar y a leer sus versos a Barcelona. Un cordobés que estudia en Granada y ha trabajado en China dedica un libro a la ciudad de Barcelona, ciudad en la que fue una vez feliz en un libro en el que la mitad de los títulos están en catalán. Feliz promiscuidad.

Lo primero que llama la atención de este atípico poemario es la alegría con la que retoma el lenguaje y los métodos de la mejor poesía modernista y vanguardista (Darío y Pound se cuelan con descaro entre el discurso) para construir un elogio de Barcelona constelado de experiencias gozosas. Este tono lo ha explorado también uno de los mejores poetas españoles actuales, Óscar Curieses, pero la poesía de Jorge Díaz no tiene (no ha querido buscar) esa angustia o tensión como ingmarbergmaniana que caracteriza la poesía alucinada de Curieses, sino que lo que ha construido Díaz es una colección de impresiones fugaces, instantes nacidos con vocación de fragmento, y les ha dado un tratamiento lúdico.

La verdad es que se la ha jugado, en este tiempo de tristezas, y ha salido victorioso.
Por qué no. Estamos acostumbrados a que se nos dé poesía de tema ligero y factura defectuosa: el hallazgo de Díaz consiste en no dejarse engañar: aunque uno hable de alcohol, farras, bohemia, la fiebre de explorar una ciudad nueva en la que se esperan el amor y los amores, esto no significa que no deba tomarse en serio la construcción poética, sobre la que el libro reflexiona una y otra vez. Es lo que nos enseñan los ilustrados (los ilustrados cachondos, los de verdad, no los aburridos) y los japoneses.
A Díaz le gusta cantar a la despreocupación, pero no se despreocupa de la estética. Al revés: se nota que se toma muy en serio la lingüística, los valores semánticos, el terrorismo tipográfico.

Que al autor le dé igual revisitar un tópico de la literatura contemporánea, el metro, a través de un lenguaje fácilmente identificable, no puede ser más que un índice de salud, de valentía. Porque Díaz es un artesano del verso, no un asimilador de modas. Que es perfectamente capaz de escribir un poema melancólico lo demuestra la excelente composición que cierra el libro. Porque Díaz es un poeta de verdad, un trabajador, no un versificador.

Que Jorge Díaz construye con todo rigor sus versos lo demuestra el hecho de que los recitara de memoria, hasta es posible que los leyera o releyera de memoria. En la presentación barcelonesa que se hizo del libro, el autor confesó haberse divertido mucho escribiendo Transbordo. Claro: esta es la razón por la cual el lector disfruta tanto también al leyéndolo.

 

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