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portada-canto.jpg Canto y contracanto
Jorge Arbelache
Nido de Cuervos, Perú, 2011

 
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No. 56 / Febrero 2013


 

VUELO


El bosque umbroso suda
la gota espesa de su siesta.
Allá
donde se cierra y abre la espesura
donde la raja mojada de la roca
palpita jadea gime
allí
la orquídea espera
alerta y vertical su aroma
desplegado en la fiesta del color
su estambre aguarda
la furtiva o eterna visita
de la abeja o de la mariposa.
Una y otra se miran
se rozan se succionan.
A veces viven. Otras, sucumben
en la danza. Y es uno solo
el vuelo de la orquídea
con el pétalo fragante de la abeja
bichito de la luz mosca o luciérnaga
ángel de la penumbra oblicuo ángel
hada siniestra bruja de la púrpura
blasfemia carmesí morado sacrilegio.
Santo santo santo
del suelo y de la altura.

 

SECA

 

Cruje el pastizal.
Desde su grieta la tierra reclama
el aguacero. Un resuello reseco raja
el aire. Brama el horizonte
tapiado por la sed. Un bufido desnuca
humeante el yerbazal. Crepita el sembradío.

Los dioses se amontonan
más allá de los ruegos.
(Alguien
escriba
diga
cante)

Sobre toda garganta en seca
el agua se derrame
navegue el río del sueño
la cuenca arenosa del insomnio
y humedezca la esponja del silencio.

Correntada de signos y sonidos desemboque
en el delta final de las preguntas.
Un solo cauce para dos vertientes:

la de la ola que tal vez responda
la de la roca que seguro calle.

Amanezca rumor de acequia en la hendidura.

 

EL BOSQUE DE LAS COSAS

 

Nunca están todas las cosas en su sitio.
Ni antes ni después de la tormenta. Siempre
hay un desborde una arruga un pliegue
fuera de lugar. Una vez sola – a veces –
se juntan la aguja del reloj que da la hora
con el eje del minutero y del segundo.
Pero una sola vez. Y no se advierte.
Porque aquel aire que fue primero brisa
luego ventisca o ráfaga de tornado
no vuelve más al aire. Y el ventarrón
arranca la careta feliz de la sonrisa y muestra
la mueca del dolor y el disimulo
la raja de la angustia electrizada
la que se esconde la que no se nombra
la que se calla la que no se escribe
- pudor vergüenza miedo rebeldía –
la que aparece cuando el verso llega
sin llamarlo y pretende oficiar de bálsamo
o consuelo en tanto el escudero que lo blande
no lo quiere ni blando ni manso ni sereno
porque en combate singular será feroz
torrentoso en combatida antemural filoso
como punta de flecha como lanza venablo
daga sable puñal tijera espada
que destripe el torpe remiendo de la máscara
para mostrar al descubierto al descampado
a cara limpia sin afeites ni adorno
la desdentada faz de la intemperie.

Porque nunca vuelven las cosas a su sitio.
Alguna vez – alguna – forman un círculo
el círculo del bosque. Y desafiando
la ley de gravedad un chorro de agua
se eleva se sostiene y canta. Es una fuente
un surtidor oculto una vertiente un río.
O acaso nada más un caño roto.
Aquí
la nombro fuente
pues necesito soñar el manantial.

El vuelo de la torcaz borda la siesta.

Con hilo delicado
al tejido del bosque va hilvanando
el tiempo y el espacio de las cosas.

Velan su reposo los cirios encendidos
- sin principio ni fin -
en el regazo sosegado de su Gracia.

 

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