La paradoja de Teseo
Soledad Gonnet
Letritas del changarrito

No. 56 / Febrero 2013

EPIFANÍA

Al caer la noche todo se vuelve cítrico,
la arena polvo naranja,
el pasto ralladura de limón,
el sol toronja sanguinolenta
que gotea sobre el río.

Lo único que sabe a realidad es el viento.
El agua en el ocaso es muda.
Los mosquitos sacian su sed eterna.

El nostálgico verde de la otra orilla
se funde en el marrón del cielo.
El día se condensa.

En el Este la noche, con una estrella.
El Oeste se eterniza en el morado.
El agua obscura.

La arena vuelve a ser arena.
El pasto, hierba.
El río, río.

DENTI

A miles de kilómetros te imagino solo
por las lluviosas calles de Roma,
con tu cámara al hombro
y el cigarrillo a lo “Corto Maltés”.

Te detiene el capricho de una foto,
en un atardecer de cúpulas,
o un café,
en esa esquina que recuerda a Buenos Aires.

Te veo sobre un puente, indeciso,
entre las ganas estomacales de irte
y la culpa de quedarte.

Te siento pensándome en alguna playa mediterránea,
a punto de entrar al agua,
con la esperanza de que en acuoso lugar
tu mar y el mío se toquen.

Te sé en Catania,
en una tarde caliente de agosto,
con una copa de vino en la mano
y un poema mío en la boca.

DESCENDENCIA

                                                                                                   a Ruth

Reconozco en tu sonrisa, la mía.
Todos tus pinceles han dejado huellas.
La sucesión de tus tonos ocres
han quedado en mi mirada,
que se escurre de la tuya.

Esa pasión que delatas.
La poesía es genética en ti.
Acunas con versos los vástagos,
esperando que germinen.

Buen presagio,
que haya funcionado en mí.