No. 57 / Marzo 2013

 
Poesía sin palabras

Poéticas visuales
Por María Andrea Giovine
 

Con la incorporación de la visualidad en el poema visual (al incluir imagen, dibujo, grafismo y tipografía), algunas tareas de las palabras pasan a manos de las formas, de los colores, de la distribución en la página-lienzo.

Como decían los poetas concretos brasileños hace numerosas décadas, al ser “un NUEVO ARTE de expresión, la poesía visual exige una óptica, una acústica, una sintaxis, morfología y léxico NUEVOS.” De este modo, algunas de las relaciones establecidas en el discurso tradicional entre palabras, como artículos-sustantivos, sustantivos-adjetivos, verbos-adverbios, verbos-nexos lógicos y preposiciones en el poema verbal quedan explicitadas a través de relaciones de yuxtaposición y relaciones asindéticas o sindéticas entre lo visual y lo verbal. 

En muchos casos, las categorías gramaticales “menores” (artículos, preposiciones) quedan fuera del poema y éste se construye básicamente con las palabras que mayor carga semántica tienen: sustantivos, adjetivos, verbos (en muchos casos copulativos) cristalizando así hasta cierto punto el ideal de Marinetti de lograr “palabras en libertad”. En muchos otros casos, como el de gran parte de los poemas visuales letristas, futuristas y dadaístas, las palabras están ausentes del poema, el cual se construye con el núcleo básico de la palabra, es decir, la letra-fonema, en un intento por cuestionar al lenguaje dentro de la comunicación y en un pronunciamiento contra el logocentrismo. De esta manera, la gramática de la poesía visual apunta hacia la economía lingüística: decir menos, pero intentando comunicar más a través de nuevos elementos (notablemente los visuales).

Para Augusto de Campos, “el núcleo poético es puesto en evidencia no ya por el encadenamiento sucesivo y lineal del verso, sino por un sistema de relaciones y equilibrios entre cualquiera de las partes del poema.”  Por tanto, al incorporar la imagen y cederle algunas de las funciones de ordenación, jerarquización y contenido de la palabra, el poema visual se construye a partir de una economía lingüística que va de la mano de la espacialidad y la inmediatez perceptiva propios de esta manifestación artística. 

 

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En ocasiones, como puede verse en el ejemplo anterior, algunos poemas visuales prescinden por completo de palabras, para cuestionar radicalmente el lenguaje. Tal es el caso de los “Poèmes pour 7 manifestes dada” de Francis Picabia (1879-1953), quien decide eliminar del todo las palabras y, en cambio, emplear números o trazos. En esta misma tónica de cuestionamiento al logocentrismo se encuentran poetas visuales como Christian Morgenstern, Luciano de Nardis, Pino Masnata, Man Ray, Marcel Duchamp, Raymond Gid y Claude Melin, por citar sólo algunos nombres.

 
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Por otra parte, dentro de la poesía visual existe la llamada poesía semiótica, donde, en lugar de palabras, encontramos códigos de significado que deben ser interpretados por el lector, siguiendo en ocasiones la guía del autor, como en el caso del poema “Stream bank” de Seiichi Niikuni (nacido en 1925), quien aporta la clave de lectura para construir el sentido, o bien, tratando de decodificar las formas de manera individual, como es el caso del poema “Sin título” de Alvaro de Sá (nacido en 1935), donde el título remite de inmediato a las obras plásticas de arte moderno cuyo título es precisamente “sin título”.  

Este tipo particular de poesía experimental ha perdido por completo su vínculo con el discurso, con la palabra. En el texto, la palabra se presenta como negación, es decir, no está presente y sin embargo el lector-espectador la genera. En torno a estos textos radicales se encuentra la desconfianza en la palabra que suscitó la modernidad y el total abandono de sentido de la posmodernidad. Son textos interesantes pues reflejan claramente su contexto social y temporal, son hijos de una época en la que se cuestiona al Logos de manera radical. Este tipo de poesía visual desestabiliza al lector puesto que se pierde por completo la referencia y éste debe, por principio de cuentas, preguntarse qué tipo de obra se encuentra ante sus ojos puesto que la poesía semiótica es bastante difícil de clasificar. No es un texto puesto que carece por completo de palabras, pero tampoco es un dibujo ni un esquema ni un diagrama. La poesía semiótica se plantea, pues, como una de las facetas más radicales de la poesía visual y nos muestra que los poetas también se han ocupado de explorar las posibilidades de una poesía sin palabras, de una poesía plena y totalmente visual.