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portada-que-decir.jpg Qué decir
Rodolfo Mata
Bonobos
México, 2012

Por Alejandro Tarrab
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No. 57 / Marzo 2013



The silence often of pure innocence
persuades when speaking fails.

William Shakespeare

Cuando se emite una exclamación, una pregunta de tales dimensiones, qué decir, reconocemos, tanto en la superficie como en el fondo, diversas evocaciones, esquirlas y pedazos de la nave que recordamos vagamente: fragmentos de proa, nuestro batel y timón de mando, una lengua, la nuestra, de reminiscencias y raíces, el ahogo y los clamores del ahogo, el grito lejano de tierra firme, “el casco de hierro ya no palpita, las máquina/ permanecen quietas, el fuego se ha apagado hace tiempo”. La nebulosa, al fin, de todos los legados.

En la pregunta inicial que formula Rodolfo Mata (Ciudad de México, 1960), Qué decir, está la pérdida del aura, los cuestionamientos, por lo menos, de Hölderlin y Adorno: ¿para qué poetas en un tiempo sin dioses?, ¿cómo imaginar la palabra —y no sólo el grito— después de la ablación, el genocidio? En la pregunta de Mata reconocemos, también, los espacios y silencios de Mallarmé y de Cage, las búsquedas en la velocidad y en la pausa, en el descentramiento de racimos y racimos de creadores de muy diversas procedencias. ¿Qué decir? antecede y se emparenta al último poema de Beckett, “commentdire” o “whatistheword”:
locura—
locura de—
de—
cómo decir—
locura de lo—
desde—
locura desde lo—
dado—
locura dado lo de—
visto—
locura visto lo—
lo—
cómo decir—
esto—
este esto—
esto de aquí—
todo este esto de aquí—
[…]
Beckett escribió este texto en 1988, un año antes de su muerte. Pero la fecha, irremediable y significativa, están sólo una marca. El texto, la interrogante que abre el texto, son intemporales. Se trata de una caja negra y de una puesta en abismo: una caja de resonancias.

Supuesto: si el texto de Mata partiera tan solo de esta vinculación, exploraría el delirio de la duda y el silencio más allá de “lo dado” (esto/ este esto/ esto de aquí); es decir, no “la forma” o la deformación, sino la búsqueda anterior a esas posibilidades de construcción y distorsión. ¿Qué decir? sería (y es) entonces la indagación del esto beckettiano, la búsqueda del motivo y la desmotivación. En el poema “Perdita”, por ejemplo, Mata advierte:

Para vengarme de las pérdidas
de todo aquello que cuando nací
se fue muriendo
¿Qué decir?”

Que a la noche queremos carne
y picotazos
           silencio
de arquetipos
O que a las reinas falta un poco de ese impulso
del vuelo que vendrá
¿Qué decir?
[…]

Más allá del Levítico, del Dios antiguo que pronuncia, “Si alguno causare una herida a otro, según hizo él, así se le hará; fractura por fractura, ojo por ojo, diente por diente; se le hará la misma lesión que él haya causado a otro”, el tema de la venganza es una resolución, a veces no manifiesta, pero siempre latente. El autor responde a la nostalgia, a la ausencia de un Dios de exhortaciones —que es la ausencia a la vez del absoluto— con un lenguaje de pérdidas, con la pavesa y la palabra calcinada, con la angustia y la fractura en el silencio:

Que decir
no es hablar
a borbotones
            es decir
que es perder
y es más simple

Quevolar tiene de carne
y picotazos su silencio
que es dolor:
            ese verbo perdido

Que sentir y callar
es oculta caída
como tus pasos
            Perdita
de reina simulando
firmeza

Perdita, nacida en la prisión y luego desterrada, está en Shakespeare, pero también en Barry Gifford, David Lynch y Alex de la Iglesia. Y es que en las vías para enunciar estas pérdidas, Mata introduce fragmentos de poesía vanguardista (Girondo y Huidobro, por ejemplo), cierta poesía brasileña y norteamericana: pienso en Haroldo de Campos, en Paulo Leminski —traducido por el propio autor—, en los poetas del Renacimiento de San Francisco, y en algunos tonos de e.e. cummings.

Pero no sólo hablamos de vinculaciones líricas. Poemas, como “SlightlyBewitched”, se emparentan, también, con narrativas como las de Carver o Cheever: tramas aparentemente superficiales (“No me lo vas a creer pero Marcela tiene celulitis”) que conducen a asuntos cada vez más reveladores (“Uno debería anotar tantas cosas/en papelitos/ pues están más cerca/ de lo que una piensa/ ¿No lo crees?”) o que desvían por completo el curso de lectura (“Así quizá/ tomaría mi escoba/ como dijo mi marido/ y me llevaría a un hombre de verdad/ por un cielo tan estrellado/ que se me quitarían/ estas ganas de llorar”). Qué decir abre sus páginas de vuelo a incorporaciones de todo tipo: desde el cine de Win Wenders, la música de BélaBartók y reminiscencias bíblicas, hasta voces más fugaces —aunque no por ello menos significativas— extraídas de círculos íntimos, espacios cotidianos.

Las incorporaciones, alusiones, variaciones, palimpsestos, travestismos son vías propias del arte, vías que se tornaron, desde hace más de un siglo, con el nacimiento y desarrollo de las vanguardias históricas (todo punto de partida, todo límite, será arbitrario) en un recurso, en una marca que pareciera decir: yo he sido testigo, he transitado y escuchado. Ésta es mi síntesis. Mañana, cuando resuenen las primeras notas del basoon de la Consagración… seguiremos pensando en Rimski-Kórsakov y en las canciones tradicionales rusas. Pero sentiremos siempre la fuerza, la capacidad de congregación y transformación, la marca creativa de Stravinsky. La muerte del autor es la muerte de la voz única (“sólo la deidad aristotélica engendra en solitario. Sólo el discurso que Dios se dirige a Sí mismo es, stricto sensu, un monólogo. Incluso el más «original» de los artistas, entendida esta palabra en su pleno sentido, es polifónico” nos dice George Steiner). Con todo, ¿qué decir?, ¿cómo decir? seguirán siendo cuestionamientos vigentes, vías complejas de formulación y salida. Aún en tiempos sin dioses, en tiempos sin nostalgia del absoluto, des-nostalgia de la nostalgia del absoluto, aún en tiempos de cardúmenes violentos, en la duda, en la ablación social y continental, en el pasmo que parece no dejar vías para la voz, aún aquí surgirán respuestas lúcidas por su claridad y demencia, expresiones y búsquedas contestatarias, como Qué decir de Rodolfo Mata, aparición que hoy celebramos.