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No. 57 / Marzo 2012

 

Margarito Cuéllar
(San Luis Potosí, 1956; vive en Monterrey)


Sol del pesimista*
(escrito en la hoja en blanco de un libro de Óscar Hahn)

Para Ayax

Pez y mismo.
El mundo contagiado de esa música.
Hoy despertó mi hijo con manchas en la piel
y arroja dardos con veneno
a la iglesia, al policía del barrio,
a sus compañeros del colegio,
a los padres de sus compañeros del colegio,
a los maestros de los padres de sus compañeros del colegio,
al perro que dormita
en vez de ahuyentar a las palomas;
al gato que duerme junto al perro
en vez de perseguir a las palomas
que lo dejan sin alimento
a Santa Claus que no se pone a dieta
ni va al gym tres días a la semana;
a los Reyes Magos
porque olvidaron un elefante afuera de la casa
desde que mi hijo cumplió seis años;
a Caperucita Roja por no escapar del cuento;
a Borges por excluir de los dones la vida eterna;
a Bob Dylan por no callarse a tiempo,
a Maradona por querer ser Dios,
a Dios por burlar a Maradona,
a la Indeseable en el tablero de la muerte,
a las víboras por cambiar de piel,
a los tigres por saltar aros de fuego,
a cambio de un pedazo de pan,
a Cioran, al papa, a Obama.
A mi hijo mayor le queda un dardo.
No sabe si disparar al del espejo
o al pesimista que arroja pelotitas de optimismo,
pero no: el amor lo persigue
en una bicicleta verde.
Sale de la pecera en busca de un mar cierto
donde lo esperan peces bendecidos
como él, aunque pronto el agua
sea insuficiente para el tamaño de sus sueños.
Su agenda
antes de alcanzar los traicioneros 20:
derrumbar la estatua de Rimbaud
que ríe desafiante desde la selva de su cuarto,
trazar un puente de aire y partituras,
pájaros y silencios
de Utopía a Nunca Jamás.
Embarcación y tribu esperan en el próximo viaje.




Cantar del otro día*
(encontrado en el interior de un violín)

  A Ulises

Los hijos crecen más que una palmera
y menos que un balneario,
más que una ciudad y menos que un aeropuerto.
Mucho más que una foto,
pero menos que un tren.
Viven más que un acta de divorcio
y menos que un relámpago,
más que una ecuación sin resolver
y menos que un poema.
Más grandes que una caja de cerillos
y más breves que el canto,
más felices que un gato en seis pies
y más tristes que una condecoración.
Más nubes que lluvia, más tiempo que reloj.
Más anchos que horizonte y más cortos que río,
más imagen que espejo, más abismo que cielo,
más rabia que reclamo, más nota que canción.
Menos hoja que árbol y más piedra que río.
Más águila que plumas, menos raya que tigre.
Los hijos llegan tarde o temprano a su fiesta.

 

 


* Estos poemas pertenecen al libro Música de las piedras, poesía reunida 1982-2012, de próxima publicación por Praxis Editores y la Universidad Autónoma de Nuevo León.