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Sólo 8 poetas, Vol. 2 Ediciones Arlequín- Raíz del Agua, México, 2007 

 
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Traslúcido

Ventana fugitiva
en sueños de enredadera.
Los reptiles del friso
verdean su quietud de piedra
compañeros del frío inamovible del vidrio.

Se recorta el horizonte extraño
en la transparencia de los recuerdos
que habla la negación lunar del día.

El reptil enlamado del silencio
(le repta el frío en su barriga blanca)
sueña al gato que como bugambilia.

Muerto el reptil
No contará su historia la ventana.

Erika Mergruen

 

Monólogo de Antinoo muerto

 

Las señales eran ligeras, pero inconfundibles. Impuntual, antes se
    la  hacía
temprano para verme, y como nunca antes, empezó a alegar
    cansancios y
ridículos pretextos para no amarme. Mi presencia lo irritaba, y me
    era más
doloroso notar cómo trataba de ocultarlo que si hubiera vertido su
    irritación
abiertamente sobre mí. No pude soportar su indiferencia. ¡Estaba tan
    seguro
de tenerme al instante! No tuve más remedio que dejarme morir, sin
    pedirle
su permiso.
Ahora piensa en mí todo el día, todos los días, con el corazón
    estrujado de
nostalgia y de deseo. Estoy complacido.

José Antonio Matesanz

 

Berta

 

Yo soy la comensal
que apresuró el veneno de la copa
yo soy la que corrió de madrugada
con la ropa mojada y los zapatos
hundidos en el fango
para ofrendar al cielo mis jazmines.

Me llamo Ema.
Ante todo
quise lamer el jugo que se beben los dioses
a gatas
con el cabello en caos
me escurrí entre las varas del paraje
oscura, turbulenta
como un cauce que huye
que persigue
quise agotar el cáliz de la flor infinita
a dentelladas
quise cazar un ángel y me tragué las sombras
de este páramo.

Yo presencié un jardín inagotable
de olores adictivos
y quise desgajarlos
pero estaba vestida de consorte
adornando de azares mi cadalso
yo esperaba llevar en las entrañas
el eterno connubio del océano y la sal,
del abismo y la torre:
yo esperaba la suma y la resta de mareas
de pájaros
de conjeturas.
Esperaba el asedio de la llama
en el curso del hielo y en el voto
de un silencio que aguarda la violencia
de la miel
de la fruta mordida             la tibieza

yo recorrí los mapas con el dedo
por pura vocación de mariposa nómada
y me detuve
en una catedral
para apagar el fuego de mis alas

yo fui la que voló en un carro enfurecido
las calles de este mundo
La que rasgó las telas del infierno
la que volvió a su casa con la piel destemplada
para servir la cena        ritual
a lentas cucharadas

yo le creí a mi cuerpo los latidos
yo le creí a la cima
al viento
a la paloma.

Yo perseguí el recuerdo de un castillo
de un baile, de una máscara,
de un nombre:
Berta.
Tú fuiste mi caída
mi hondonada
mi grito, mi carcoma
¿qué te quedó de mí, de dónde, en la memoria?
¿qué sospecha sutil se te despierta,
qué relámpago mínimo, si miras hacia atrás?
Qué manos, qué telar,
qué callada faena te consume las horas,
Berta.

Claudia Sánchez Rodríguez

 


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