No. 58 / Abril 2013

 
Breves reflexiones sobre el espacio

Poéticas visuales
Por María Andrea Giovine
 
Herederos de los postulados de la modernidad, los artistas del siglo XX se preocuparon por reflexionar sobre algunos elementos que siempre estuvieron presentes en la creación artística, pero que antes se habían dado por sentado. Así, las artes plásticas, a la par de las ancestrales reflexiones sobre la forma y el color, comenzaron a reflexionar sobre el vacío (Ives Klein, por ejemplo). En la música, se reflexionó sobre el silencio. En la literatura, junto a las reflexiones e interpretaciones sobre lo dicho por un autor, se sumaron reflexiones e interrogantes sobre lo no dicho, sobre los espacios vacíos que deja un autor para que su lector los cierre de manera autónoma. Una de las preocupaciones esenciales que se pusieron sobre la mesa fueron las que conciernen al espacio, no sólo como fondo u horizonte de una obra, sino como materia.

El espacialismo es un ejemplo de la preocupación por conceder al espacio un lugar primordial en la obra de arte. El spazialismo o movimento spazialista es un movimiento artístico, fundado en 1946 por el artista italoargentino Lucio Fontana, el cual coincide aproximadamente con el nacimiento del expresionismo abstracto en Nueva York. La primera exposición tuvo lugar en 1949.

El espacialismo combina ideas del movimiento dadá y del arte concreto. Fontana deseaba crear un arte para la nueva era, el cual mostraría el “auténtico espacio del mundo”. Los pintores espacialistas no coloreaban ni pintaban el lienzo, sino que creaban sobre él incisiones o construcciones que demostraban a los ojos del espectador que también existía la tridimensionalidad en el campo puramente pictórico.

Las obras más famosas de Fontana fueron sus lienzos acuchillados o rasgados, con una hoja de afeitar o con un cúter. Se conocen como tagli nella tela (cortes en la tela) y son lienzos monocromáticos en los que se realizaban incisiones. De este modo, se evidenciaba que en los lienzos existe profundidad. Los espacialistas también solían construir sus cuadros y composiciones con clavos y diversos objetos con el fin de demostrar cómo en todos los objetos está presente el espacio tridimensional. Su reflexión pretendía demostrar al espectador que el espacio, y sus múltiples caras, puede ser un material de creación de la obra de arte. 

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Lucio Fontana, Concetto Spaziale, 1968
Tras el auge que comenzó a tener la poesía visual en el siglo XX después de los caligramas de Apollinaire, las palabras en libertad de los futuristas, los trabajos de poesía concreta alemana y brasileña y tantos esfuerzos más que surgieron para hacer poemas donde la imagen, el diseño, el collage, la fotografía estuvieran presentes, muchos poetas no necesariamente visuales experimentaron con esta modalidad de la poesía (Huidobro, Girondo, Montes de Oca y Paz son claros ejemplos en lengua española). Su propósito común consistía en experimentar la desatomización del discurso poético convencional con el fin de explorar otros recursos y efectos de la palabra.

En el caso de Octavio Paz, por ejemplo, una de las obsesiones más frecuentes en sus poemas, en general, es el deseo de huir del tiempo. Esto lo llevó a la creación de una poesía espacial cuyos poemas fueron bautizados por el propio autor con el nombre de topoemas. Él definía la poesía espacial como opuesta a la típica poesía temporal y discursiva y consideraba que se trataba de una poesía intelectual y minoritaria, casi metafísica, en la que además de signos lingüísticos se incluyen signos visuales. Los topoemas de Paz no son especialmente relevantes en el panorama de la poesía visual, sin embargo, lo que sí resulta importante es el nombre con el cual los bautizó, puesto que el término “poesía espacial” enfatiza precisamente la característica central del poema visual de aprovechar el espacio como un elemento imprescindible en la configuración del sentido. ¿Cómo lograr huir del tiempo en la poesía? Congelándolo en un instante preciso a través del uso del espacio.

El poema visual es aprehensible en una sola mirada, decía Joan Brossa, y esto lo convierte en un fragmento de eternidad. De hecho, las categorías gramaticales que predominan en los poemas visuales son, por lo general, sustantivos, adjetivos, verbos en infinitivo. Los tiempos verbales que se suelen emplear denotan acciones puntuales y perfectivas, como el presente de indicativo. Todo esto contribuye a que el tiempo del poema sea un instante, una experiencia estética permeada por la presencia de lo inmediato. 

Después de haber logrado consolidar un trabajo consciente con el espacio de la página, la poesía visual ha incursionado en otros territorios espaciales. Muchos poetas visuales contemporáneos han decidido experimentar con nuevos soportes, creando poemas visuales en madera, en vidrio, en metal. Se han hecho poemas visuales en el cielo, en la arena, en los muros de las ciudades, en la piel de personas-lienzo, con lo cual el poema visual, además de cambiar de forma, ha asumido nuevas dimensiones y ha creado inusitados efectos estéticos.

Ahora bien, ¿cómo incorporan el espacio las propuestas contemporáneas de poesía visual? ¿Por qué el poema visual luchó tanto tiempo por cobrar cuerpo y convertirse en materia para luego buscar diluirse? La respuesta se encuentra en los paradigmas del mundo posmoderno. 

La ciberpoesía o poesía digital, la videopoesía, la holopoesía y la poesía transgénica comparten el hecho de no contar con una página convencional, de inscribirse en un nuevo tipo de espacio.

La holopoesía, por ejemplo, no se realiza en un soporte físico tangible ni material. Se organiza de una forma no lineal en un espacio inmaterial tridimensional que va cambiando y transmitiendo diferentes significados incluso mientras el lector u observador lo mira. No hay página ni soporte. Los rayos de luz se proyectan directamente en el espacio y en éste se perciben de manera omnidireccional. Se trata de un intento por cuestionar el carácter fijo de un texto, por convertir la lectura en una experiencia de percepción múltiple, por desmaterializar el poema para que éste exista exclusivamente en lo intangible de la percepción, en la vivencia del espectador.

La poesía cibernética y la videopoesía emplean como soporte una pantalla. Habitan un espacio virtual, que por naturaleza es cambiante, móvil, transitorio e inaprensible. Los ciberpoemas se encuentran en el espacio virtual de Internet, una red complejísima de información constituida por elementos disímiles en la cual todo se puede encontrar y todo se puede perder. El ciberespacio es un espacio del todo nuevo: confuso, infinito, sin forma, ni límites, ni fronteras. 

La poesía transgénica se inscribe en un portaobjetos y su escala es microscópica. Los poemas en el cielo son kilométricos, mientras que la poesía transgénica no se puede ver a simple vista. Los holopoemas rodean al espectador y lo invitan a moverse al ritmo de transición del poema. La poesía en la piel ocupa el espacio de lo privado, de lo íntimo. Los poemurales se escriben en la calle, en el espacio de lo público. Las propuestas de llevar la palabra a las galerías de arte de los artistas conceptuales de Art & Language hacen que las palabras que hay en sus obras tengan una cierta recepción y una cierta lectura por el hecho de encontrarse en el espacio de un museo o galería de arte. 

Los conceptos de tiempo y espacio son prácticamente inseparables. Como plantea Lucas Martín Báez en su ensayo “La noción del espacio-tiempo desde la modernidad. De lo eterno e inmutable a lo fugaz y transitorio”,  en la posmodernidad, la concepción del espacio-tiempo ha cambiado de manera drástica como resultado de la aceleración que se estaba viviendo desde la modernidad, la cual produce una fragmentación en la secuencia cronológica. La lógica de la fragmentación acapara todo. Ahora el individuo se encuentra sujeto a una multiplicidad de redes y esferas.

El sociólogo brasileño Muniz Sodré, citado en este mismo ensayo, comenta la relación que existe entre espacio-tiempo y tecnología, misma que sintetiza la carrera vertiginosa de los cambios “sociotécnicos”. El “tiempo tirano y fugaz”, el “acortamiento de las distancias” y otras concepciones, son las premisas que, en la posmodernidad, fundamentan los cambios sociales producidos por la expansión tecnológica en todos los espacios.

Sin dudas, el ciberespacio es el lugar más controvertido de esta nueva era. Es un lugar virtual y socializador que da soporte a la sociedad de la información, el conocimiento, y la comunicación. La reducción de los tiempos de espera y la posibilidad de conocer lugares distantes y prácticamente recorrerlos a pesar de las distancias, son los grandes logros de la red, donde la oferta y la demanda se centran en acortar tiempos, traspasar la mayor cantidad de barreras reales y vivir en la interactividad virtual.

En definitiva, la experiencia de navegar en la red y la digitalización del mundo son muestra de las proyecciones posmodernas. Los avances tecnológicos han puesto sobre la mesa un nuevo modo de producción, circulación y consumo de la información: veloz, pasajero y segmentado. En esta esfera de producción existe una manera distinta de percibir y valorar el tiempo y el espacio.

La existencia del espacio virtual como elemento central de la posmodernidad ha modificado de manera contundente nuestras experiencias y relaciones espaciales. En ocasiones, hemos “recorrido” un lugar vía Internet mucho antes de poner los pies en él y, no obstante, sentimos que, de alguna manera, hemos estado “realmente” ahí. La televisión, el cine, el messenger, los viajes intercontinentales en pocas horas, los videojuegos son todos efectos tecnológicos de la modernización que carnavalizan la percepción y destituyen el yo centrado. Podemos desplazarnos espacialmente en un tiempo y a distancias que antes no hubieran sido concebibles, pensemos en los trenes de alta velocidad o en los viajes espaciales, por ejemplo.

Si lo posmoderno no es lo contrario de lo moderno, sino su rebasamiento, como diría Vattimo, la noción del espacio posmoderno es precisamente la de un espacio rebasado, cuyos contornos se han diluido, lo cual tiene enormes implicaciones culturales, sociales y estéticas.

Estas nuevas concepciones del espacio se ven reflejadas en la anulación de la página convencional y en los nuevos lugares de inscripción de las propuestas contemporáneas de poesía visual. El desarriago y la multiplicidad de focos es una característica de la vida posmoderna; la experiencia del espacio posmoderno se relaciona con la idea de desarraigo, de cambio.

La poesía visual incorporó el espacio como un elemento central de configuración, sin embargo, al abandonar el papel y ocupar nuevos sitios, los poemas visuales establecieron nuevas relaciones espaciales, empleando como “página” el espacio mismo.