cornisa-inditos.jpg

No. 58 / Abril 2012

 

Alfredo Robert
(Ciudad de México, 1952)



La vía láctea

No es un camino lechoso,
como la imaginaron
     -en la prehistoria-  los antiguos.

La vía láctea es un jirón
          de esperma derramado.
Una blanca eyaculación de Dios
sobre el terciopelo de la noche.

                     Pétreos planetas
sin colas de ajolotes
  (a excepción de los cometas)
viajan como espermatozoides
           en busca de la vida.

                    Y el lechoso manchón
          -sigue allí-
ocultando sus verdaderos secretos
          a la ciencia.
Óvulos terribles del espacio infinito
           aguardan a los viajeros
para succionarlos a lo desconocido.




Nace
como estallido
           de estrella
           y fenece
al momento de encender
alguna cosa.

La luz se hace luz
cuando besa lo que toca.




Espejo roto…
                           roto.
           Sucio, embarrado.
En la ciudad reflejas rascacielos.
En el campo, las copas
                     de los pinos.

Trazo de cielo aprisionado.
Mudo recuerdo de la lluvia.
            Ondular de gotas
            y de infantiles guijarros
           bombarderos.

Nocturno estuario sentenciado.
Encierras una luna
               que se desvanece
al paso de animales y borrachos.

Charco que evaden mis zapatos
            dándote la vuelta.
Charco que anhela encontrar
            el forastero
a la entrada de la aldea.

Antes que el chasquido
de una rueda
                    te reduzca,
o el sol aniquile tu corta existencia
                    sin memoria,
            charco…
Me detengo para ver
lo que abarcan tus orillas
           y tu óptica manía,
          de ponerlo todo de cabeza.