Alfredo Robert (Ciudad de México, 1952) La vía láctea No es un camino lechoso, como la imaginaron -en la prehistoria- los antiguos. La vía láctea es un jirón de esperma derramado. Una blanca eyaculación de Dios sobre el terciopelo de la noche. Pétreos planetas sin colas de ajolotes (a excepción de los cometas) viajan como espermatozoides en busca de la vida. Y el lechoso manchón -sigue allí- ocultando sus verdaderos secretos a la ciencia. Óvulos terribles del espacio infinito aguardan a los viajeros para succionarlos a lo desconocido.
Nace como estallido de estrella y fenece al momento de encender alguna cosa. La luz se hace luz cuando besa lo que toca.
Espejo roto… roto. Sucio, embarrado. En la ciudad reflejas rascacielos. En el campo, las copas de los pinos. Trazo de cielo aprisionado. Mudo recuerdo de la lluvia. Ondular de gotas y de infantiles guijarros bombarderos. Nocturno estuario sentenciado. Encierras una luna que se desvanece al paso de animales y borrachos. Charco que evaden mis zapatos dándote la vuelta. Charco que anhela encontrar el forastero a la entrada de la aldea. Antes que el chasquido de una rueda te reduzca, o el sol aniquile tu corta existencia sin memoria, charco… Me detengo para ver lo que abarcan tus orillas y tu óptica manía, de ponerlo todo de cabeza.
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