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portada-cuna.jpg Volcar la cuna
Ana Laferranderie
Ediciones del Dock
Buenos Aires, 2013

Por Elba Serafini
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No. 59 / Mayo 2013


 

Abordar el pasado desde el hoy puede ser sinónimo de buena memoria sin que eso tenga algún significado en especial, pero ocasionalmente una particular imagen cotidiana se nos aparece como por primera vez y  entonces comienzan a rodar recuerdos, lo lejano se presentifica, se pierde el tiempo lógico, algunos enigmas pueden deshacerse y otras veces, por fortuna, una oleada de palabras transforma ese acto en poemas.

Esa manera de decir toma la forma de un libro en el que entramos como en un sueño ajeno, nos apropiamos de los pasillos y los rincones y lo que no se dice quedará enclavado en lo subjetivo y desde allí nos seguirá interrogando. “Esta voz que desborda volverá a otros para hablar de sí”.

Una mujer que es una madre, puede además ser esa niña del pasado y a la vez su propia madre en el semblante “Cierro los ojos, veo a una mujer. Lejana y familiar. Viene del frío/ de la montaña hacia la casa. Frota las manos en el pasado de mi/gesto y mira el mundo desde un centro irrepetible…”  sostiene el hogar, como Hestia, la Diosa griega, en esa luz que aunque inestable, siempre viva, cuidando el fuego casi sin salir del Olimpo. Mantenerlo por si el que se fue regresara algún día, mientras tanto solo queda esperar una transformación de la que aún no se tienen señales.

Volcar la cuna, obtuvo el primer premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes 2011. Su autora, Ana Lafferranderie, nació en Montevideo, Uruguay, desde 1990 reside en Buenos Aires, en 2007 publicó El cielo tácito por la Editorial Sigamos Enamoradas, entre 2006 y 2010 organizó y dirigió junto a la poeta Florencia Walfisch el ciclo de poesía, Jueves de Fedro, en la librería del mismo nombre en Buenos Aires.

En los primeros poemas hay referencias a la tierra de origen: el empedrado, el sonido del tambor en el candombe, el candil. Esa mujer, que es todas en una, viaja sin tener certezas y regresa a la infancia a través de intensidades luminosas y calóricas, a través del olor del verano y la rambla, pero hay una búsqueda interna que conlleva intranquilidad, seguir la propia voz puede conducir a equívocos “…En cada dirección un camino incompleto y en el centro tu aire respirado, tu profana voz”.

Y en esa variabilidad, la fragilidad de existir, la inocencia de los actos, el obstáculo que no se ve. “sorprendida en su ánimo, es un insecto en el vidrio más limpio./Sostiene la frágil duración de las alas, el cuerpo en evaporación.”

¿Y cómo alejarse de una perturbación que se carga en el cuerpo? Tal vez eligiendo un exilio, desconociendo que transfiere consigo el peso “…Voy detrás de la línea del barco que se va, un elástico tenso me sujeta. A todo lo que lleva mi nombre y al renovado descanso de la casa. A las trampas que puse para no estar librada a mí cuando se mueve adentro este afán impreciso.”  Y contenerlo: “…Siempre supo que lleva la exuberancia como un tatuaje oculto que podría extenderse y estallar”  o reconociendo y diferenciando el tiempo apresado  “…¿Cómo reconocer algo de mí que está atrapado dentro de una/columna invisible? ¿Existe otro camino o sólo el mismo punto de partida y llegada, ese trasfondo?”

¿Podemos pensar que estamos ante una búsqueda?

No son azarosas las referencias a mujeres poetas en la elección de los epígrafes que dan cuenta del inicio de cada serie en el libro, ni tampoco lo son los textos seleccionados de Wislawa Szymborska, Louise Glück y Virginia Woolf. Justamente encontramos en Woolf, el planteamiento acerca de las dificultades que se presentan en una mujer que además de enfrentarse al escenario de lo cotidiano, desea sumergirse en la escritura, ¿cómo lograr esa libertad intelectual para escribir poesía? influenciada por la hostilidad del mundo y de su propio yo, el primer paso para posibilitar ese cambio es la búsqueda de identidad.

Encontramos en Volcar la cuna un recorrido poético con una búsqueda intrínseca de  transformación, pero fue necesario un acto de arrojo para llevarla a cabo, tomar la decisión de caminar sobre nuevos pasos también con el amor, que posibilita soltar lo que arrastra y pesa, y vislumbrar el alivio de la libertad: “Me concedo el descanso. Desenlazo/lo que se anuda al pecho desde niña./Dejo ir las ideas que me suspenden./ Respiro lento, una suave corriente lleva/cada reparo lejos de mí.”

Ana Lafferranderie plasma en sus textos narrados una mixtura entre exquisitez y dramatismo, su poética con pinceladas abstractas tiene un decir aquietado pero con un trasfondo por momentos perturbador. Breves poemas para contar un camino de desprendimiento, duelo y restauración.

 


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