No. 59 / Mayo 2013

 

Una carta de Paul Celan a Hans Bender*

Traducción del francés de Hugo Gola
 

 

Querido Hans Bender,

le agradezco su carta del 15 de mayo así como la amistosa invitación para participar en su antología Mi poema es mi cuchillo.

Recuerdo haberle dicho una vez que el poeta, desde el momento en que el poema está realmente allí, se halla liberado de la complicidad inicial. Es posible que eso mismo lo formulara hoy de otra forma, o más bien de un modo un poco más matizado: pero sobre el fondo tengo la misma –antigua– opinión. Ciertamente, existe aquello que ahora, con tanto gusto y tan ligeramente, se denomina oficio. Pero –permítame expresarle este compendio de pensamiento y experiencia– el oficio como trabajo exacto y honesto, es la condición de toda literatura. Ese oficio artístico no está, en verdad, a resguardo, para quien sabe que hay un suelo. Tiene sus abismos y sus profundidades. Algunos (ah, yo no me cuento entre ellos) disponen todavía de un nombre, el oficio (Handwerk), lo llaman, un asunto de las manos. Y esas manos a su vez pertenecen a un solo hombre, es decir, a un alma única y mortal que con su mutismo y su voz busca un camino.

Sólo manos verdaderas escriben un poema verdadero. En principio no veo ninguna diferencia entre un apretón de manos y un poema. Que no nos lleven de nuevo a aquella “poiein” y a otras tonterías. Esa palabra, con sus cercanías y sus lejanías, significa totalmente otra cosa que lo que se le quiere hacer decir en el contexto actual.

Existen ejercicios, querido Hans Bender, en el sentido espiritual del término, es cierto. A un lado uno encuentra, a cada lado del camino poético, todo un tráfico de experiencias con el así llamado material de las palabras. Pero los poemas son igualmente regalos –destinados a aquellos que están más atentos. Regalos que transportan con ellos un destino.

“¿Cómo se hacen los poemas?”

Hace años he podido ver de cerca, durante un cierto tiempo, y más tarde comprobar a mayor distancia, exactamente, cómo ese “hacer” poco a poco generaba en una habilidad y en una artimaña embaucadora. Sí, esto también existe, usted seguramente lo sabe, y no proviene del azar.

Vivimos bajo un cielo sombrío y hay pocos hombres. Por esta razón, sin duda, hay asimismo pocos poemas. La esperanza que todavía tengo no es mucha: intento preservar la que me queda. Con mis mejores votos para usted y su trabajo

                                                               Su
                                                               Paul Celan

 

París, 18 de mayo de 1960. 

 

* Traducción publicada en Poesía y poética 28 (invierno 1997). Dirección de Hugo Gola.