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Nathán Yonathán

No. 58 / Abril 2013


Nathán Yonathán
Traducción del hebreo de Becky Rubinstein



Invierno recurrente


De nuevo la lluvia retorna a los campos en la vieja melodía
ya enterradas las espinas del año muerto a su alrededor
emerge invitante un aluvión de flores que
a partir de hoy no te enfrentará indefenso a la zalamería
de las flores. Cosas de la vida como
los amigos, por ejemplo, que van desapareciendo o
de pronto la elevada presión arterial,
la oculta lentitud del corazón. ¿Podrá
sacudirte el gesto erótico de la caléndula
debajo de la piedra ¿o, algún caracol petrificado
remanente de la Edad de Piedra? Tampoco en la
naturaleza hay misericordia. Tan sólo la recurrente
vieja melodía, el aguacero, que te
contrae el alma, espasmo que prolonga tu dolor.
Podrás hacer lo que algunos poetas
que te han precedido: respirar algo de aire puro
invernal… Completar suavemente, como
gladiador que se rinde, la canción. Ni una queja
sobre el cruel destino. Nada de luchas. Y cual
navío en medio del océano
dejar una estela espumosa de dolor contenido
hasta desaparecer entre las olas.


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Como ave

El hombre es cual ave siempre y cuando cante
—ya sea en la amargura o en el regocijo—
dirá que todo envejece lentamente. Menos su canto que no se marchita.

Al hombre que no es ave tan sólo le resta aferrase a su canto,
a las palabras fuertes y débiles expulsadas al aire
y que cuando el polvo retorne al polvo,
su canto se eleve a las alturas.

No es ave el canto aunque ligero— y nada sabe del oro
tan sólo de guerras con vientos y tormentas.
Y de caer el Diluvio sobre la tierra tiene un arca en el Ararat , en la cúspide
de alguno de sus montes.

Volará cual paloma tras el cuervo y amará árboles, niños y mujeres.

 

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