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portada-piedra-de-alumbre.jpg Piedra de alumbre
Amparo Cobo
HakaBooks
Barcelona, 2012

 
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No. 60 / Junio-julio 2013



…Y tú desmantelarás sistemas…

Maquillo mis estigmas con ponzoña,
esa que me dais a borbotones.
La misma que os chorrea sueños abajo
y no os deja en pie ni una sonrisa.

He nacido rota y sola,
apuntando al infinito,
y uno sólo de mis golpes
es más cierto que vuestra miríada de airbags.
Y aunque de pan me alimente,
lo que me nutre es la raíz de la espiga,
esa que vosotros despreciáis
por miedo a quedar sepultados bajo tierra.

Y así os vais ocultando tras caretas,
esperando instrucciones precisas,
que os engañen con vuestras propias mentiras,
que os digan que sale caro ser quien sois,
y que en la sección de lo correcto hay ofertas.

Os confundís carroñeros con carnívoros,
envenenáis las aguas
y os arrastráis como alimañas
tras lo auténtico derribado.
Engullendo sus vísceras
os relaméis esquivos y a escondidas,
y después de violar a vuestras hembras
les decís: vístete, que no se note...
Y así conseguís vuestro pequeño ictus diario
de sangre goteando por las venas.

Voy a arrancar de mis sagradas cicatrices
hasta la última partícula de cosmética,
me pasearé desnuda en vuestras plazas
mostrándoos, impúdica, mi carne,
golpeando vuestras casas con mi barro,
y siendo pasto de mis propias llamas,
consumida hasta la médula por mi vida,
y jamás intacta por vuestra propia muerte.




Armagedon

De ciento cuarenta y cuatro mil que soy,
una no nazco.
Y la matriz ya apenas me contiene.
Andan las demás desparramadas
en un trajín atareado tejiendo cunas
en los Cielos y en la Tierra.

El Orbe henchido donde me mezco
amenaza desbordar ríos, desbordar mares,
líquido amniótico de la placenta que me sostiene.
La respiración acelerada de este parto eterno
hiperventila los sueños,
y las mariposas aletean, sobrecogidas,
trece veces por minuto.
Estallan las esferas de los relojes
y las manecillas desvencijadas
se alinean con las últimas estrellas errantes
mientras los engranajes se desgranan sutilmente
en una neblina de púlsares y cuásares.
Oleadas de oxitocina me bombean
a través de dimensiones que se ocultan
tras los párpados cerrados,
y aunque me apego a mis branquias,
la mutación me ha condenado
a livianos pulmones encharcados de oxigeno.
Asteroides se me agolpan en la punta de los dedos
y no sé dónde ponerlos.

Cada contracción deviene nueva primavera
que se abre paso entre las juntas
de baldosas de acera.
A cada sístole
salgo con el sol y lluevo con la lluvia.
A cada diástole
nos oteamos en silencio.

De ciento cuarenta y cuatro mil que soy,
una no nazco...
¿cómo parirte cuando eres La Madre?


 

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