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portada-no-se-llama.jpg No se llama
Daniela Birt
Editorial independiente Nueva Trib-U,
México, 2011.

Por Miguel Veyrat
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No. 60 / Junio-julio 2013



Este libro que niega en su propio título tener un nombre, crea, como es debido, en el lector de poesía, una inmediata desazón. ¿No se llama Daniela Birt? ¿No se llama libro? ¿No se llama poesía? Uno de sus poemas lleva el título de otro muy conocido de Paul Celan: No Poema. ¿A qué estamos jugando?

En un primer libro debemos tener siempre muy en cuenta los epígrafes que el autor cuelga como cortinillas de apertura a su producción poética. En este caso son dos citas, una de Bukovsky en la que afirma que a medida que el espíritu mengua aparece la forma, mientras que la segunda reafirma el amor por las cosas que finalmente destruirán al poeta como deseó y cumplió finalmente Sylvia Plath.

Como acto seguido nos acucia la lectura de los poemas, buscamos en ellos respuestas a los interrogantes planteados en el título y sus lemas. Y hallamos el rabioso desconcierto adolescente de una mujer que crece y poetiza en rebeldía pero —como es debido, decíamos al comienzo— desarrolla las contradicciones que tal desarrollo orgánico y espiritual crea en el individuo que obedece a la maldición de ser poeta, improperio que Baudelaire atribuyó a su propia madre en un famoso poema en que reconoce haber parido un monstruo.

Debo reconocer en esta nota, no en condición de crítico sino de lector, que la poesía de Daniela Birt me ha apasionado y planteado a la vez mis propias dudas. Uno de sus mejores poemas Ego ero, clausura el libro diciendo:

Sin máscaras, sin disfraces, en la lozanía y el canto
yo soy la cúspide y el abismo, la más pura forma:

¡Yo soy poema!

Tras afirmar ser arte, luz y fuego, enumerar a las rocas, volcanes,  mares, árboles, las canciones que iluminan su espíritu, descubre que ella misma es el poema. Y tiene toda la razón. Daniela Birt es poeta y en mi opinión le aguarda una difícil pero fecunda carrera literaria llena de éxitos, que me lleva a reflexionar en dos epígrafes que yo mismo colocaría al final del sus textos. El primero resulta ser la discutida pregunta de Pessoa acerca de si el poeta es un fingidor. El segundo se fija en la greguería de Jean Cocteau, famoso hacedor de frases célebres: “Soy una mentira que dice siempre la verdad”.

En el frágil puente de lianas y tablas que une ambos lados del abismo por el que transita a diario el poeta, se encuentra la respuesta: el poema. En difícil equilibrio entre música y metafísica. Entre la “razón poética” formulada por María Zambrano como razón mediadora entre el hombre y las cosas y el lugar de la revelación y la transparencia que nos entregaba Paul Klee: “El arte no reproduce lo visible, antes bien hace visible lo invisible”. Y en la invisibilidad pretendida del título de esta bella plaquette, queda desvelado el hombre verdadero de Daniela Birt: como ella misma escribió, este es Poema. Algo que le ha sucedido, que de pronto “está ahí” en su plenitud de sentido.

El libro de Daniela Birt se encuentra también disponible en edición digital en: http://www.scribd.com/doc/86582278/No-se-llama



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