No. 60 / Junio-julio 2013


 

Fuiste y serás:
Un homenaje a Elisabeth Siefer. In memoriam
de Silke Trienke  


epigrafe-siefer.jpg











siefer-00.jpg Un poco más de un mes después de haber cumplido setenta y cuatro años, el 29 de abril de 2013, una gran viajera comenzó su último viaje, esta vez, contrario a su costumbre, sin avisar con mucha anticipación, dejándonos sin palabras a todos los que fuimos tan afortunados de conocerla, sus amigas y amigos en todas partes del mundo, sus compañeras y compañeros, sus colegas y estudiantes, y a todos los que hemos aprendido a quererla por lo que era. Más de la mitad de su vida la pasó en Latinoamérica, sin embargo, por motivos personales, decidió regresar al viejo continente, para vivir en la ciudad de Barcelona, España, después de más de cuarenta años en México, treinta y cinco de los cuales impartió las materias de Lengua y Literatura Alemana y Traducción en el Colegio de LetrasModernas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Una tarde del año 2010, cuando la fui a buscar en su pequeña casita en San Jerónimo Lídice, la encontré en medio de una enorme cantidad de libros, fotos, dibujos, postales, cartas y manuscritos. Estaba preparando su mudanza a Barcelona y pasamos un rato muy agradable, tomando café y leyendo ensayos, historias y poemas que ella había escrito hace muchos años. Entre todos los manuscritos encontré también un ensayo que escribió cuando era estudiante de Germanística y Romanística en la Universidad de Hamburgo en la década de 1960. Me pareció muy interesante, porque ayuda mucho a entender por qué Elisabeth era como era. A continuación se presenta la traducción de dicho ensayo:

 

 

Las personas y las fuerzas que me formaron
Elisabeth Siefer


siefer-01.jpgNací en la ciudad de Wiesbaden el 19 de marzo de 1939. Sin embargo, poco tiempo después mi padre –en aquel entonces jefe de departamento en una empresa automotriz–, cambió su puesto de trabajo y en ese mismo año nos fuimos a vivir a la ciudad de Braunschweig. Lo primero que marca la vida de una persona para siempre, es la influencia de los padres, por ello, jamás alcanzará mi gratitud a mis padres por su amor, por hacerme sentir protegida y permitirme vivir en una paz alegre, en tiempos en los que en el mundo reinaba todo lo contrario al amor y la paz. La bondad y la comprensión de mis padres y de mi único hermano, diez años mayor que yo, siempre fue la respuesta a todas mis preocupaciones. Por la diferencia de edad, la relación entre mi hermano y yo era muy diferente a la que viven otros hermanos. Él, superior y grande, me ayudó cuando tuve problemas; más tarde, incluso, me cuidó casi como un padre.

Por mi estado de salud un poco delicado, ya desde niña tuve la oportunidad de hacer varios viajes que, curiosamente, hasta hoy recuerdo muy bien: al Harz, a la Algovia, al Mar Báltico –no me había imaginado qué tan grande y sublime era el mar–, a la Selva Negra. La belleza y la libertad de la naturaleza eran para mí algo nuevo y maravilloso. En especial, un invierno y el inicio de la primavera que viví en una granja en cierto lugar muy aislado y alto de la Selva Negra, me quedó grabado en la memoria como una impresión clave de mi infancia.

Iba a conocer la vida campestre todavía más intensamente, pues la situación en Braunschweig se puso cada vez más peligrosa, al punto en que más a menudo tuvimos que cambiar la cama por el Bunker; por eso mis padres decidieron llevarme al Emsland, donde mi tío trabajaba como maestro en un pueblito. La vida en medio de praderas, campos y granjas, y  jugar con los niños del pueblo, me llevó a ser parte de ellos. Ir todas las noches por las vacas, la cosecha del heno, las bonitas tradiciones de Pascuas, todo eso dio a mi infancia una sensación de plenitud. No me puedo imaginar nada mejor para un ser humano que pasar los años decisivos en el campo. De forma natural, nos convertimos en una parte del maravilloso ritmo de la vida, aprendimos a encontrar la medida adecuada y a estar contentos. En aquellos años empezó a despertar en mí el amor por todo lo simple, lo campestre, por una vida sencilla y original, por las formas puras y estables en la artesanía, en el arte y en el cuento. Cosas que en el ajetreo cotidiano de las grandes ciudades parecen casi inalcanzables. Sin embargo, incluso ahí hay un camino haciala “verdad campestre” a pesar de la tecnología, o más bien a través de la tecnología, si es que el humano logra controlarla; sólo que las dimensiones son distintas. Antoine de Saint-Exupéry escribió las palabras reconfortantes: «l’avion ce n’est pas une fin, c’est un moyen. Par l’avion on quitte les villes et leurs comptables et l’on retrouve une vérité paysanne...».

En aquel entonces aún era feliz e ingenua por naturaleza. Tan firme era mi fe en Dios y en los seres humanos que me había enviado como protectores, que no tenía miedo a los aviones de combate, las trincheras, ni a los puentes dinamitados. Tiempos después empecé a tener idea de la enorme miseria; más tarde, en las clases de historia, me quedé estremecida al enterarme de las constantes masacres entre los seres humanos –supuestamente retratos fieles de Dios con la capacidad de razonar–, hasta que encontré, cuando tenía quince años, una definición clara y dura de la palabra guerra: «La suma de las contradicciones en cada individuo, esto es la guerra» (W. Saroyan: The Human Comedy). Pronto me di cuenta de que nadie, incluyéndome a mí, está  libre de estas contradicciones, de modo que tuve que reconocer que simplemente están ahí como parte de nuestro ser y, que por eso, hay tanto sufrimiento en la vida humana; comprendí que el sufrimiento es inevitable y que puede llegar a ser a veces necesario e incluso saludable. En invierno del año 1943 murió mi padre en un accidente, lo cual provocó un intenso dolor a mi familia. Mucho más adelante, después de una larga lucha interior, me quedó claro que había sido voluntad de Dios que tuviéramos que enfrentar esa prueba, que tuviéramos que seguir luchando en la vida. En esto me sirvió mucho mi mamá como gran ejemplo con su valentía y disposición al sacrificio.

Cuando terminó la guerra, nos mudamos a la casa de unos familiares en Hamburgo, donde viví la dura época de la posguerra. Percibí como algo muy especial, para quienes la guerra y las carencias se habían convertido en cotidianidad, cómo poco a poco volvieron a aparecer las comodidades de la vida. Estas comodidades no se pueden dar por sentadas, sino que son regalos especiales que hoy en día casi no se agradecen. No me niego para nada a aquellas cosas “vanas”, al contrario, me gustan los vestidos lindos y de buen gusto, los collares, aretes, anillos; me interesan mucho los muebles de buena calidad y la artesanía, pero intento recordar siempre que aunque estas cosas sí embellecen nuestra vida, no la definen, y que –igual que en el caso de la tecnología– no deberíamos confundir el objetivo con el medio. Creo que saber valorar las cosas es algo muy bonito e importante que esa guerra tan terrible, que había volcado todos los valores, le enseñó a mi generación.

siefer-02.jpg

 

En otoño de 1945 entré a la primaria en Hamburgo. Esta forma de convivencia no era completamente nueva para mí porque mi tío en el Emsland ya me había permitido participar de vez en cuando en las clases, e igual que allá, también aquí, me gustó mucho y me integré sin problemas. Sin embargo, empecé a trabajar en serio y a profundizar en el maravilloso material de conocimiento sólo cuando entré a la secundaria (Ost 49). Allí me quedó claro cuál era el sentido fundamental de una escuela: acercarle al alumno lo universal, lo que constituye al ser humano en su totalidad. En ningún otro momento de la vida volvemos a tener la oportunidad de formarnos en todas las áreas de conocimiento. Sí, podemos elegir las materias que queremos estudiar, pero en eso radica también el peligro de la parcialidad. A mí sí me encantaba la diversidad, incluso las áreas a las que no me sentía tan aficionada –las ciencias– porque no son algo independiente, sino que forman una unidad junto con las humanidades y las artes. Estas amplias relaciones se manifestaron para mí, en primera instancia, de manera intuitiva; más tarde, las encontré efectivamente en la consonancia del pensamiento matemático claro y en la percepción artística de las artes plásticas y de la arquitectura (Leonardo da Vinci); en la música (Bach, R. Strauss), en la filosofía de la antigüedad, que está conformada por física, ética y lógica; en la filosofía en sí, que se extiende a todos los ámbitos de la vida –el grupo de investigadores que estudiaba estas materias descubrió muchos aspectos–, finalmente y, sobre todo, en Goethe, en cuya vida y obra se unen la aguda observación científica y la visión poética, tanto como la fuerza creativa del genio. Mientras más aprendía, más me resultaba claro cuán poco sabía; todavía ahora tengo la sensación de que, cada vez, se abren nuevas puertas ante mí y el espacio por indagar es cada vez mayor y que jamás tendré el tiempo suficiente para comprender todo esto. El impulso por investigar que había en mí se dirigió primero al conocimiento del mundo por medio de la geografía. El centro lo conformó el hombre con su manera de vivir peculiar, su lenguaje, su cultura, y el modo como está determinado por el clima, el paisaje y otras condiciones. Mediante la lectura de buenos libros de viajes y aventuras me hice de amplios conocimientos en estas cuestiones. Después de nuestro traslado a Hamburgo, mi madre se hizo cargo de una librería, con lo que se consolidaron los requisitos indispensables para mi creciente interés por la palabra escrita. No obstante, encontré una satisfacción más profunda que el simple saber de pueblos y culturas extraños, en el propio aprendizaje de sus lenguas. Si ya el sonido, la historia en sí y las relaciones y afinidades me seducían, vi entonces ante todo en la lengua el instrumento mediante el cual el hombre comprende libremente el mundo creado y la herramienta con la que desarrolla su humanidad. Los discursos de Cicerón, las cartas de Séneca a Lucilo y especialmente la Eneida de Virgilio, me dieron no solo el testimonio de la personalidad de cada poeta u hombre de estado, sino que me abrieron una perspectiva profunda para comprender la Antigüedad. De la misma manera sucedió con las lenguas modernas y –evidentemente y de manera inconsciente– con mayor fuerza aún, con mi propia lengua materna. Sentí en mí misma que «la lengua es el espejo de una nación; cuando miramos en este espejo, aparece ante nosotros una grande y excelente imagen de nosotros mismos» (Schiller). Para mirar en este espejo, y para acercarme al origen de las cosas, busqué en la lírica esta expresión original del hombre, en tanto perfecta figura gráfico-musical del lenguaje.

siefer-03.jpg El amor por las artes plásticas y por la música desempeñó un papel determinante en la elección de este tema concluyente para mí. Gracias a la amistad de una dama, conocí el mundo de los íconos orientales, ese arte tan profundo y piadoso que me permitió adentrarme en su esencia primordial de servir. Exposiciones de íconos y mosaicos yugoeslavos de Ravena, la comunidad de personas que estudian el renacimiento italiano y específicamente en relación con él, la vivencia de FraAngelico, profundizaron esta opinión. Siento aversión por el concepto de l’artpourl’art. Dos viajes escolares –a Lübeck y a Renania– me proporcionaron cercanía humana, caminatas en la naturaleza y además de la integración a una gran comunidad de alumnos de un internado, grandes aportes también en relación con el arte. La abadía de MariaLaach con su majestuosidad, tranquilidad conventual y sencillez; la catedral de Colonia, un impulso que se eleva hacia Dios, y después la iglesia campesina en Schwarzrheindorf y, en contraposición, las iglesias maravillosamente atrevidas de DominikusBöhm, son todas una confesión y por ello, arte verdadero.

 Mi relación con la música es muy difícil de definir. La primera vez que presencié “El cazador furtivo” empezó a crecer mi amor por la ópera, que muy pronto se amplió para abarcar sinfonías, oratorios y por la música de cámara cuando comencé a tocar un instrumento. Después de haber leído las maravillosas cartas de Mozart, siento, también, una gran afinidad con él. Fue un gran maestro y a la vez que sencillo, un genio que simplemente cumplió su deber, a quien tocó conocer el sufrimiento en carne propia, y a pesar de ello compuso una música tan bella, casi supraterrenal. Hacia Bach, su gran predecesor, cuyas cantatas, motetes y pasiones me llenan de una admiración enorme, siento más bien un gran respeto; en su rigor, no puedo amarlo con el corazón de la misma manera que a Mozart. Me resulta difícil analizar estos aspectos que están anclados en el subconsciente. En los últimos años comencé a ocuparme una vez más de la canción popular, y cuando en MariaLaach pudimos apreciar el gran coral gregoriano en su forma original, la música espiritual volvió a adquirir su preponderancia con Josquin des Préz, Palestrina, Isaac, Sweelinck, Schütz y nuevamente, Bach y Mozart.

Mi vida cambió enormemente cuando mi madre, mi hermano y yo tuvimos una vivienda propia y cuando, poco tiempo después, mi hermano se casó: la responsabilidad y la tarea de participar en el cuidado de nuestro pequeño hogar, ayudar con todas mis fuerzas a mi madre mientras se ocupaba de la librería, creció en mí de manera natural y me hizo cada vez más independiente.

Quisiera mencionar aquí todavía un viaje que influyó en mí de manera decisiva: en el verano de 1954, mi madre y yo viajamos con unos amigos al Ticino. ¡Ah, qué inesperada es la naturaleza y la atmósfera en el sur! Vivimos en un pequeño pueblito a 500 m. sobre el nivel del Lago Maggiore: perdí todo concepto del espacio con la infinita amplitud azul abajo mío, en virtud de la repentina liberación de la estrechez de lo cotidiano. Viví mucho más libre, suelta, llena de sosiego y alegría, estaba feliz en medio de la repentina plenitud de tonalidades y colores.

Al reflexionar sobre mi vida, me resulta claro cuánto debo agradecer a Dios y a los seres humanos entre quienes me colocó y consideró mi tarea para el futuro: la de devolver a estas personas, en especial a mi madre, tanto como sea posible, de los bienes espirituales y materiales que me regalaron. Por ello querría, después de haber asegurado la base financiera de mi vida, y después de haber profundizado mis conocimientos de literatura y de la historia del humanismo por medio del estudio de la germanística, trabajar en una editorial para fomentar los buenos libros, cuya fuerza considero enorme.2

 

 

Parece contradictorio, que Elisabeth haya encontrado un hogar aquí en México D.F., esta ciudad tan sobredimensionada, con tanto ruido, tantos carros y tanto ajetreo. Sin embargo, creo que todos los que la conocimos, haya sido como profesora, traductora, cuentacuentos, colega, vecina o amiga, podemos confirmar que su amor por lo sencillo, por la naturaleza, que despertó en aquellos años y que marcó su vida, se ha expresado de muchas formas en todo lo que ha hecho.

siefer-04.jpg Con sus bellísimas traducciones de poemas, Elisabeth demostró que la poesía no es de por sí intraducible y que traducir no es “sin remedio, un afán utópico”.3 Deberíamos considerar todo tipo de traducción como una propuesta, una invitación a acercarse a lo “extraño”, y mucha gente en ambas partes del mundo aceptó la invitación de Elisabeth a conocer y disfrutar la obra de poetas y escritores la cual sin su impulso y su entusiasmo para traducir y difundir, a lo mejor nunca hubieran conocido. Con que una sola persona que no hable español, pero sí alemán, haya conocido una parte de la obra del poeta mexicano Carlos Pellicer4 o de la poeta argentina Alejandra Pizarnik5 y haya disfrutado su lectura, el trabajo de Elisabeth ya ha dado frutos. La traducción cumplió una función. A lo mejor ha despertado incluso el deseo en el lector no hispano hablante de aprender el idioma y perfeccionarlo a tal grado que en un futuro sea capaz de leer el original y hacer su propia interpretación.

Toda su vida, Elisabeth se dedicó a romper barreras entre las personas de diferentes culturas, países, religiones y estratos sociales y a facilitar la comunicación entre ellos. Su red de amigos y contactos en todas partes del mundo es impresionante. Su ausencia física aún es algo muy difícil de entender, el dolor y la tristeza aún son demasiado intensos, pero tengo la esperanza de que, poco a poco, el dolor irá disminuyendo y que predominarán el profundo agradecimiento por haber sido tan afortunados de haberla conocido y los gratos recuerdos de los encuentros tan agradables e inspiradores con nuestra querida Elisabeth.

Nos dejó un gran legado, aparte de sus de traducciones, ilustraciones, antologías y reflexiones publicadas y otros trabajos aún inéditos. Nos dejó con la tarea de continuar su obra de vida: tejer redes de amistad alrededor del mundo y fomentar el amor a las letras, la música, la naturaleza y a las pequeñas cosas de la vida.

 

siefer-05.jpg

 



1 Urient´s Joel López Manzano,Traducción comentada de una selección de poemas de la antología “MeinAtemheiβt jetzt” de Rose Ausländer, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México, 2013
2 Traducción de SilkeTrienke y Cecilia Tercero Vasconcelos, México D.F., mayo 2013.
3 José Ortega y Gasset, “Miseria y Esplendor de la traducción”. En Scherer, Hans: Kommentierte Übersetzungen Spanisch-Deutsch, Romanistischer Verlag, Bonn, 1990.
4 CarlosPellicer, Las manos llenas de color-HändevollerFarbe, Teamart, Zúrich, 2003.
5 AlejandraPizarnik,Extraña que fui-Fremd die ich war, Teamart, Zúrich, 2000.

 



Untitled Document

Bibliografía de traducciones y diversos textos de Elisabeth Siefer (1939 -2013)


KAFKA, Franz: El fogonero. Trad. de Fritz Bogelmann e ilustraciones de Elisabeth Siefer, Fam-Ram impresores, México, 1985.
LAVÍN CERDA, Hernán: Das MännchenmitdemHut – Gedichte/Hombrecito del sombrero – poemas. Ausgewählt, eingeführtundausdemSpanischenübersetzt von Elisabeth Siefer [selección, prólogo y traducción del español de Elisabeth Siefer], Teamart, Zúrich, 2001.
MAILLARD, Chantal: Matar a Platon/ Platontöten. Eingeleitetundübersetzt von Elisabeth Siefer[Prólogo y traducción de Elisabeth Siefer], Teamart, Zúrich, 2006.
PELLICER, Carlos: Las manos llenas de color – poemas/HändevollerFarbe – Gedichte. Eingeleitet, ausgewähltundausdemmexikanischenspanischübersetzt von Elisabeth SiefermitIllustrationen von Carlos Pellicer López, [Prólogo, selección y traducción del español de México de Elisabeth Siefer], Teamart, Zúrich, 2003.

PIZARNIK, Alejandra: extraña que fui – poemas /fremd die ichwar– Gedichte. Übersetzt von Elisabeth Siefer [Prólogo y traducción de Elisabeth Siefer],Teamart, Zúrich, 2000.
PRIGNITZ, Helga: El Taller de Gráfica Popular en México 1937- 1977. Trad. de Elisabeth Siefer, Instituto Nacional de Bellas Artes, México, 1992.
KIRSCH, Sarah: Erdreich/Reino de tierra. Selección, trad. y prólogo de Elisabeth Siefer, El Tucán de Virginia, México, 1995.
KISCH, Egon Erwin: Descubrimientos en México, Volumen 1 y 2. Prólogo de Elisabeth Siefer, edición aumentada, trad. Wenceslao Roces; textos adicionales Elisabeth Siefer, Colección Ideas, 1988.
SCHWARZ, Egon: Años de vagabundeo forzado. Huyendo de Hitler a través de tres continentes. Trad. Elisabeth Siefer, Ediciones Eón, México, 2012.
SIEFER, Elisabeth: EpischeStilelementeim Canto General von Pablo Neruda [Elementos estilísticos épicos en el Canto General de Pablo Neruda, tesis doctoral]. Fink, Múnich, 1970.
SIEFER, Elisabeth: “Estudios recientes sobre América Latina: Institutos y bibliotecas en la República Federal de Alemania y Berlín (Occidental)”,Volumen 2 de Publicaciones de la Asociación Alemana de Investigaciones sobre América Latina,Centro de Documentación de la ADLAF en el Instituto de Estudios Iberoamericanos, Universidad de Texas, 1971.
SIEFER, Elisabeth: Los Nibelungos y otros textos, SEP/Trillas, México, 1982.
SIEFER, Elisabeth: El Sueño tiene su pared, Der TraumhatseineWand – Nueva lírica alemana. El Tucán de Virginia, México, 1990.
SIEFER, Elisabeth: „Offen die Maske des Wortes/Abierta la máscara de la palabra”. En México, el exilio bien temperado. Instituto de Investigaciones Interculturales Germano Mexicanas A.C.; Instituto Goethe México A.C.; Secretaría de Cultura, Gobierno del Estado de Puebla; Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1995.
SIEFER, Elisabeth: Entre altavoces, voces altas y voces bajas, la voz en off del traductor. Reflexiones sobre oralidad y traducción. Universidad Intercontinental, Escuela de Traducción, México, 2002.

 

Disponibles en línea:

Elisabeth Siefer: Sarah Kirsch: doce poemas y una explicación, http://www.uam.mx/difusion/revista/sep2000/siefer.html, última consulta: 31.05.2013

Heinrich Heine. Poemas. Traducción, selección y presentación de Elisabeth Siefer, http://www.difusioncultural.uam.mx/casadeltiempo/95_96_dic_ene_2007/casa_del_tiempo_num95_96_23_37.pdf
última consulta: 31.05.2013

Presentación del libro Años de vagabundeo forzado de EgonSchwarz en la librería La Central de Barcelona, 2012, http://www.youtube.com/watch?v=9DFo7F4qW8o, última consulta: 31.05.2013