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resena-el-compromiso.jpg El compromiso después
del compromiso. Poesía, democracia y globalización (poéticas 1980-2005)

Araceli Iravedra
Universidad Nacional de Educación a Distancia
Madrid, 2011

Por Juan Carlos Abril
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No. 61 / Agosto 2013



Araceli Iravedra es quizás una de las investigadoras que más han estudiado el compromiso en la literatura de las últimas décadas y de todo el siglo XX. Como tal, es una noción que surgió a partir de los postulados sartrianos del engagement, pero que de un modo otro ya había sido puesto en marcha en los años veinte y treinta, en las diferentes corrientes rehumanizadoras del arte en general. Y es curioso que en aquella época la vanguardia fuera de la mano del compromiso. Iravedra realizó su tesis doctoral sobre la influencia de Antonio Machado en la poesía española de posguerra, de la que nació luego el libro El poeta rescatado. Antonio Machado y la poesía del grupo de Escorial (Madrid: Biblioteca Nueva, 2001). Con el estudio de la poética antoniomachadiana Iravedra enganchaba lo que significó todo aquel impulso de los años treinta europeos y españoles, luego agudizados por la Guerra Civil, en la que los poetas adoptaron una actitud abiertamente comprometida. Antonio Machado es el ejemplo preclaro de toda esta tendencia y de una evolución concreta que ha servido como modelo. Rescatado luego por el Grupo Escorial, que edita por primera vez sus poesías completas con el prólogo de Ridruejo, su influencia no sólo se dejará notar en esa Primera Generación de Posguerra, sino también en la Segunda, que como sabemos le dedicó en Colliure un sentido homenaje en 1959, con motivo del veinte aniversario de su desaparición, el cual a su vez sirvió como lanzadera generacional a Jaime Gil de Biedma, Ángel González, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, José Manuel Caballero Bonald, José Ángel Valente, etcétera.

Para esa fecha la noción de compromiso sartriana había adquirido ya los tintes de nuestra contemporaneidad. Había habido un cambio nocional y la II Guerra Mundial había liquidado las antiguas formas del compromiso, tales como las de Machado o Miguel Hernández, entre otros, depurándose el concepto. En ¿Qué es la literatura?, publicado en 1948 en Francia y en Losada (Argentina) en 1950, Jean-Paul Sartre había delimitado cuál era el espacio de la poesía y la literatura en general, dotando a la primera de una esencia y pureza que la inhabilitaba para poder afrontar cualquier lenguaje coyuntural, cualquier mensaje que no fuera el de la naturaleza libérrima del ser humano. Además, por el axioma heideggeriano la poesía se convertía en la casa del Ser —el poeta es el pastor del Ser, del lenguaje— y se conectaba a la poesía aún más con ese territorio intocable e inexpugnable que, se rodeara como se rodeara o se asediara como se asediara, siempre sería irreductible: nuestra intimidad, nuestro ser libre interior. Y recordemos que ese ser libre interior y todo lo que simboliza, es una construcción histórica como otra cualquiera, en función de unos parámetros contextualizados, los nuestros, pero no más allá. Como construcción, por tanto, es ficticia, y se basa en la articulación de un complejo entramado esencialista entorno a lo incognoscible del ser y del yo, de nuestra volubilidad metafísica, nuestra proyección especulativa, y nuestra necesidad de trascender. Como vemos, el paquete no podía resultar más inquietante, por falaz.

A partir de estos planteamientos, y debido a la particular situación de un régimen dictatorial y represivo en España, existe una deriva dialéctica entre el realismo, que se entiende como la poesía comprometida, o un lenguaje directo y en muchos caso rebajado de carga estilística o lírica, y el resto de propuestas, más o menos culturalistas o ensimismadas, que evitan «ensuciarse» con cualquier cosa que le recuerde a lo social o lo colectivo: la poesía se reivindicará como el lugar donde el yo se expresa libremente, siempre dentro de este vaivén de corrientes y escuelas que sacudirán la poesía española hasta la muerte de Franco. La poesía, por tanto, quedará fuera de la historia… Con los años ochenta y la normalización democrática, se pone en marcha la normalización poética, y comienzan a fraguarse nuevas formas del compromiso. Si antes se luchaba contra un dictador, ahora que ya no existe este se comenzará a luchar contra otros frentes, el capitalismo tardío tecnológico y productivista, el consumismo, por una conciencia ecológica, etc. También el desencanto de hoy día forma parte del estado de la cuestión… por eso se titula este volumen El compromiso después del compromiso, porque con la posmodernidad la misma noción de compromiso se ha puesto en duda, y sin embargo sigue existiendo en diferentes formas y grados, que Araceli Iravedra nos explica y parcela, desde 1980 hasta 2005: veinticinco años que no sólo sirven para realizar una taxonomía de lo que ha existido, sino que nos ayudan a comprender los fenómenos de la poesía del siglo XXI.

Araceli Iravedra inicia su volumen analizando los últimos coletazos de los novísimos y el cambio de sentido que supuso en Granada La otra sentimentalidad, con Luis García Montero, Javier Egea y Álvaro Salvador a la cabeza de otro grupo mucho más nutrido en el que se incluían Benjamín Prado, Antonio Jiménez Millán o Ángeles Mora, entre otros. Además, los diferentes momentos o estilos están bien diseccionados: El grupo madrileño sensista, del que sobresale Fernando Beltrán, que se dará más o menos por la misma época, a comienzos de los años ochenta, postulando otra forma de entender la revitalización del sujeto cotidiano y de una poesía accesible. Jorge Riechmann a mediados de los ochenta comenzará a formular su poética humanista, basada en el marxismo de Manuel Sacristán Luzón, que luego cristalizará en su poesía practicable o del desconsuelo. El realismo sucio de Roger Wolfe abrirá otro frente, pero desde una postura nihilista y extremadamente degradada de la realidad, que sin embargo poseyó lectores y público, sobre todo por la novedad, dado que su arco referencial va desde el cinismo a la abulia. Otras poéticas menores, que dejan más aún de lado el matiz lírico para centrarse en el mensaje, como las del Colectivo Alicia Bajo Cero, o Voces del Extremo, también están aquí representadas, y menudean autores de escasa repercusión pero que están dejando su granito de arena en todas estas controversias, llegando como capítulo último al realismo singular de Luis García Montero, quien se erige como una vía intermedia entre el rebajamiento del lenguaje de tal modo que pierda calidad —emocional y lírica—, o la creación de un código lingüístico que sólo los poetas —y a veces ni ellos mismos— puedan acceder a él. Es una camino intermedio, una tercera vía que sin duda es la que más se valora en el conjunto, dándosele realce y, por la calidad de los resultados literarios y de público, la que más ha fructificado (también la que más ampollas levanta para el resto de implicados en este asunto, que todos quieren hacer suyo y no compartir, como si sólo hubiera una forma de compromiso).

Tras este magnífico estudio que abarca casi cien páginas, este libro ofrece sendos capítulos ilustrando con las poéticas de los autores o colectivos más representativos cada una de las corrientes mencionadas. Los textos son muy variados y enriquecedores y, además, presentan un repertorio bibliográfico muy útil, ya que en muchos casos —sobre todo en aquellos colectivos menos relevantes— son publicaciones inencontrables y de escasa tirada. En total el volumen consta de más de trescientas páginas con las que Araceli Iravedra sitúa y resitúa el espinoso asunto del compromiso, dejando bien explicado no sólo los planteamientos de su contemporaneidad, sino mostrándolo bien delimitado y especificado. En general, El compromiso después del compromiso es un corpus de poéticas y documentos que da cuenta de las reflexiones que numerosos autores han realizado sobre el poliédrico y resbaladizo asunto del compromiso en las últimas décadas, y nada más que por eso es un libro que merece la pena leer. Es un libro de referencia. Eso sí, sólo para iniciados que, dentro del ya específico campo de la poesía, con la escasa incidencia que posee en la realidad global, se interesan por el compromiso en poesía. Pero para los que seguimos este debate con interés, no puede ser más estimulante. Este libro sirve para acotar un argumento que nunca se da por cerrado, y que siempre que se pretende poner en marcha de nuevo, ofrece problemas, por su movilidad. Si la sociedad cambia, también las formas de compromiso cambian, y la poesía no es ajena los discursos críticos aunque, ya se sabe, hoy se puede ser crítico desde muchas perspectivas, y no se puede reducir. Este volumen nos ayuda a comprender mejor todo lo que rodea nuestras preocupaciones, cómo encararlas, y el compromiso se puede afrontar de muchas formas, si consideramos el trabajo como la relación pública del individuo con la sociedad, el trabajo bien hecho como fruto de esa correspondencia... Es muy amplio todo esto pero, claro, ya hablaremos de este tema en otra ocasión.