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John Keats

No. 61 / Agosto 2013


John Keats

Traducción de Renata Vega-Albela


On First Looking into Chapman’s Homer

Much have I travell'd in the realms of gold,
And many goodly states and kingdoms seen;
Round many western islands have I been
Which bards in fealty to Apollo hold.
Oft of one wide expanse had I been told
That deep-brow'd Homer ruled as his demesne;
Yet did I never breathe its pure serene
Till I heard Chapman speak out loud and bold:
Then felt I like some watcher of the skies
When a new planet swims into his ken;
Or like stout Cortez when with eagle eyes
He star'd at the Pacific—and all his men
Look'd at each other with a wild surmise—
Silent, upon a peak in Darien.





De la primera mirada al Homero de Chapman

Mucho he viajado en las regiones de oro
Y tantas buenas tierras y reinos tengo vistos
Al rededor de tantas islas del occidente estuve
Donde los bardos guardan devoción a Apolo.
A menudo de amplios horizontes me han dicho
Que Homero, de hondos ojos, regía cual su heredad
Más nunca respiré tan pura serenidad
Hasta que oí a Chapman hablar fuerte y osado.
Me sentí pues como el vigía de los cielos
Cuando un nuevo planeta ancla en su entendimiento
O como el fornido Cortés cuando escudriñó el Pacífico
Con ojos de águila –y todos sus hombres
Se miraron unos a otros, con salvaje anticipación-
Silenciosos, en la cumbre… en Darién.

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Periódico de poesía

Keats y Renata

 En el año 2012, fui testigo de cómo nació una pasión literaria: la de la poeta Renata Vega Albela por John Keats. Ocurrió en un salón de clases, en una universidad pública.

Leíamos la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España y nos pareció una buena idea examinar el soneto de Keats sobre cierta traducción de Homero muy elogiada en su época, la de Chapman. Según se sabe, al final de ese poema el poeta inglés comete uno de los errores más célebres de la literatura universal: confunde a Hernán Cortés con Vasco Núñez de Balboa.

Leímos, pues, el soneto, y a Renata Vega Albela le llamó tanto la atención que le dedicó una buena parte de su tiempo a traducirlo y a re-traducirlo, pues las versiones circulantes en español no la satisfacían. Tal fue el punto de partida de esa pasión de la que he hablado al principio.

Ahora Renata Vega Albela no puede dejar de leer a Keats —y de traducirlo. Esto no significa que haya traducido páginas y páginas, con ánimo de acumulación; pues la suya es una labor de amor, un trabajo gobernado por el gusto de dialogar, a través de los siglos y de los idiomas, con un poeta que admira. Y sin esto, sin la tercera a del corazón, la admiración, ¿cómo podría haber poemas?

 

David Huerta

Ciudad Universitaria, febrero de 2013