No. 61 / Agosto 2013


Ni instrucciones ni paradigmas

Mística y Poesía
Por María Auxiliadora Álvarez
 

 

mistica-61.jpgEs muy fácil clasificar como religiosas a las monjas escritoras de los siglos XVI y XVII tanto de España como de la Nueva España porque la forma de sus cartas y de sus escritos así lo ameritan. Sin embargo Sor Juana de la Cruz se diferenció largamente por la la elaboración de una literatura infinitamente más refinada. Una escritura artística por el derroche de las imágenes y las metáforas, brillante por el contenido y el uso magistral del sentido múltiple de la ironía, y finalmente culta y erudita por el estilo, las citas y las referencias.  Estas características hacen que Sor Juana Inés de la Cruz sobresalga de las costumbres y de la tradición escritural de los conventos coloniales, donde la conducción espiritual de los confesores dirigía la factura de los discursos biográficos con vistas a la formación de las conciencias. Aunque Sor Juana obedeció a tales designios en apariencia, hacia el año de 1682 despidió a su confesor, el sacerdote Núñez de Miranda, para darle rienda suelta a los compromisos adquiridos por su imaginación y al cumplimiento de sus trabajos “de encargo” que representaron la tercera parte de la totalidad de su obra.

Para mostrar el modelo de escritura religiosa aceptado durante esos siglos (en sentido transatlántico),las editoras Arenal & Schlau publicaron a finales del siglo XX un grueso tomo titulado Untold Sisters compilando una variedad de textos quepresentan en extensa cuenta el estilo y contenido usuales de este tipo escritura para la época. Entre ellos destacan el texto Instrucciones para una vida carmelita, datado en el año de 1585 por la Hermana María de San José, y la autobiografía de la Hermana Ana de San Bartolomé, escrita en 1617.Estos textos rememoran en su mayor parte la escritura de santa Teresa de Jesús en cuanto al estilo coloquial-confesional y al relato de las visiones sobrenaturales, y aunque distan mucho de la exquisita prosa mística de la santa no por ello dejan de ser documentos valiosos que narran las delicias y las vivencias delas almas en la cercanía de Dios. Así que desde el punto de vista de la literatura que la Iglesia acostumbraba a leer de los textos conventuales, la escritura poética e intelectual de Sor Juana Inés de la Cruz fue considerada entonces realmente profana, dando por descontado sus poemas commemorativos de fiestas religiosas, sus villancicos y sus Autos Sacramentales, cuyos argumentos fueron también muchas veces fuertemente discutidos.

Los conflictos personales entre la inteligencia y la fe representaron una fuente de grave desasosiego para el espíritu de Sor Juana, en parte porque los paradigmas irracionales de la fe (misterios, milagros, visiones)se oponían radicalmente al racionalismo que heredaba Sor Juana de Santo Tomás de Aquino: “las luces de la razón participan, a su nivel, en el conocimiento de Dios” (Respuesta); y en parte porque la entrega total a los avatares de la fe sin el forcejeo esclarecedor del entendimiento pugnaba con su mente ávida de inquirir las leyes del universo que envolvían o sobrepasaban a sí misma y a Dios.

Sor Juana perteneció a un ambiente tomista por excelencia aunque no exclusivamente, pues las ideas scotistas eran muchas veces aceptadas aunque fueran contrarias a la doctrina de Santo Tomás. En el contexto que vivió Sor Juana, las letras debían ocuparse de temas divinos o humanos en forma separada, de modo que su escritura representó una constante provocación. La ley eclesiástica consideró sus ideas como una provocación a los cánones vigentes, lo que llevó al Obispo Manuel Fernández de Santa Cruz a conminarla, en el famoso Prólogo a la Carta Atenagórica, a dedicarse a escribir sobre asuntos religiosos exclusivamente. Sor Juana se arrepentía de sí misma cuando narraba su entrada al convento: “Pensé que huía de mí misma; pero ¡miserable de mí! trájeme a mí conmigo y traje mi mayor enemigo en esta inclinación” (Respuesta).

Luego declaró en su Petición de Perdón al Tribunal Divino “que había vivido no sólo sin religión por 25 años sino peor que pudiera un pagano” (Obras escogidas). Esta declaración tan enfática parece emerger del conflicto entre el libérrimo y racionalista espíritu de Sor Juana y las dogmáticas normativas que trataban de imponerle.

La particularidad de estos términos “peor que un pagano” parece cargarse de ironía si rememora (en un ser tan leído como Sor Juana) el mismo vocablo empleado por Américo Vespucio en su famosa Carta a Pietro Soderini publicada en 1505 ó 1506: “Nosotros no supimos si ellos tenían alguna ley, ni si podían llamarse moros o judíos, ni si ellos son peores que los paganos porque no observamos que ofrecieran ningún tipo de sacrificio.” Vespucio, a todas vistas influenciado por la retórica de Colón, intentaba demostrar en este pasaje la ausencia de religión o códigos morales en los indígenas americanos en comparación con las normativas de la Cristiandad.

La genuina necesidad intelectual de Sor Juana sobrepasó sin embargo incontables obstáculos legales y morales paralograr transmitir su pensamiento “por escrito” durante la mayor parte de su existencia. Pero la desconfianza de la Iglesia por la intensa pasión y libertad de suintelectualidad no dejarían de causarle grandes sufrimientos y graves consecuencias al final de su vida, cuando el enorme poder del Santo Oficio (tan burlado y tan temido subrepticiamente por ella) hizo mella profunda en su destino.



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