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No. 61 / Agosto 2013



Raúl Carrillo Arciniega
(Santa Rosalía, B.C.S., 1972; vive en Carolina del Sur)


Manjares de Yecapixtla

En el drenado de los nervios
Donde la piel se asesina
Entre viandas,
deformes anfitriones,
y somnolienta fruición intestina;
Entre sangre y ruptura de usos consumados
De fétidos vapores,
De apetitos convulsos,
Hinco el diente
                              para rumiar
Su aroma líquido de sebosa fritura.

(El amasijo achicharrado de su límite
recuerda el alevoso aire
filtrado por descuido)

Omnívoro de la nada
Receloso pestilente de la brevedad del vaso
                      medio y lleno
Apuro el trago     siempre amargo,
Entre el crujir de dientes
Papilas y zonas lenguaraces
Donde el sentido se apodera de mi
                    trazo
Y desciendo en su vacío
de carencias comestibles
Por deleites de hinchazón ventosa.

Y vuelvo a tu emboca    dura
Entre fragancias y caldos para amortajar la herida
Ungirla con suavidad de Magdalena
                                                       entre sus muslos
Desmembrados plumajes
Sumergidos por el recuerdo  de un ahogo
                                 añejo
Cuando elevando las caderas invitas a un manjar.

Y no es más que anhelo de saciar este apetito
Hasta reventar el buche
y sorberlo en sus entrañas
Ahíto de menudencias carcomidas.

Bajo el cuchillo
El afilado comentario
que ronda entre los nervios.
Los sesos se amontonan
Y no hay nada que nos llene,
Sólo este vacío de apetito infame.

Satisfecho ya
                     imploro la gula del pasado
Para picar una vez más
                                          harto
Las miserias de avidez contenida.

Mientras afuera
devoramos carne con los ojos
Para atragantarnos insaciables con el plato ajeno
y paladear con premura y sin pudor
las turgencias que nos estorban.

Un aire malsano se intuye
Inundando reprimido el desagüe
Un estruendo nos calla y pide más sazón,
Más sabor al caldo, a la carne,
al menudo.

Enfrascados por una intemperie
Mosqueados por el perro desnutrido
Que selle nuestro encuentro de antiséptica comilona.
Vuelto loco
mi ahogo se desborda
Insatisfecho al fin un grito se me escapa
para sorber una vez más nuestros jugos cotidianos.




Sed

Entre líquidos olores
y en suspicaces tactos
te abres al abismo:
aroma oscuro
cuya tinta evoca
una orilla de tu cuerpo
en este naufragio de escritura.

Disminuye el secreto
y en el vaso se amotina
el ahogo del sentido.
Entre vacíos y eternidades
la lengua palpita desgarrada.

Intento sorpresivo éste
de huir al lado del misterio.
Sin más
el reflejo se constriñe
y de su última gota
tu piel esconde.

Te bebo humana.
En tu conjuro me atraganto.
Ebrio de tu carne
la tinta me descubre
el artificio de tu forma:
sed de piedra entre los dientes.