No. 62 / Septiembre 2013


Entendimiento y conocimiento

Mística y Poesía
Por María Auxiliadora Álvarez
 

msitica-sor-juana.jpg La mayoría de los críticos se ha debatido en múltiples teorías sobre los fundamentos de la vocación religiosa de Sor Juana, sus actividades mundanas o profanas, sus complacientes o conflictivas relaciones con la Corona y el clero, y su magnificiente obra literaria. Pero las opiniones resultan unánimes al reconocer la vasta erudición y la pasión natural de Sor Juana por el conocimiento. Sin embargo, mientras que el sustantivo del conocimiento se refiere a “todo lo que la mente obtiene o deriva del proceso mental, así como al resultado del acto de conocer, producto que es acumulativo”, el sustantivo del entendimiento se refiere “a la suma de poderes mentales por medio del cual el conocimiento es adquirido y a la aprehensión de sus relaciones e inferencias” (Diccionario Collier). Según estas definiciones, el conocimiento es un efecto del entendimiento, el cual a su vez se constituye en su causa. Al considerar la distinción entre las categorías del conocimiento y del entendimiento, resulta necesario dilucidar si la pasión por el conocimiento de Sor Juana podría definirse más acertadamente como una pasión por el entendimiento.

En este sentido es posible vislumbrar señas muy esclarecedoras a través del estudio de algunos aspectos de su vida, pero los inequívocos argumentos se revelan a raíz de los conceptos con respecto al entendimiento que emitió Sor Juana en la Respuesta a Sor Filotea en forma de prosa y reveló en el poema El sueño en forma de verso.  En el poema El sueño se desglosa el relato del viaje del alma en pos de los misterios del universo, y la Respuesta es un documento abiertamente autobiográfico donde Sor Juana expone, además de otros importantes conceptos teológicos, su percepción de la estrecha relación entre el ser y el entendimiento.

Para Sor Juana el problema del conocimiento ya no fue el de su sistematización sino el de la expresión del ser relacionado. La conformación de su pensamiento teológico se relacionó indefectiblemente con las ideas teológicas predominantes del momento y su filosofía estuvo envuelta en el contexto filosófico de la época, pero sus contundentes argumentos demostraron también cuidadosas lecturas y reflexiones personales sobre las obras de importantes maestros como San Agustin de Hippona, Santo Tomás de Aquino, Nicolás de Cusa y Anastasio Kircher además de “los libros de santos y el Breviario Romano” (Arenal).No obstante su negación para aceptarse como un ser poseedor de conocimientos, “... ¿qué estudio, qué materiales?” (Respuesta), Sor Juana se describió a sí misma como un ser nacido para el análisis del mundo y para el entendimiento de los sucesos a su alrededor.

Sobre este clásico conflicto entre la fe y la inteligencia, en el estudio “El problema del conocimiento” de F. C. Happold  (Mysticism) se cita a San Agustín de Hippona y también a Nicolás de Cusa (de quien es posible suponer que Sor Juana haya leído directamente su tratado De docta ignorantia, aparecido en 1440). La intención de F. C. Happold al de comparar a estos dos autores fue separar los conceptos de la fe y la inteligencia y diferenciar los modos de aprehensión de la una y de la otra. Los preceptos de San Agustín y Nicolás de Cusa aparecen desarrollados con detalle en el tomo Mysticism and Philosophical Analysis compilado por Stevent Katz. Nicolás de Cusa explicó que “en muchas ciencias, ciertas cosas deben ser aceptadas como principios dados, si el problema del sujeto es entender; y estos principios dados descansan exclusivamente sobre fundamentos de fe”. San Agustín, sobre cuyos postulados se hubo apoyado otras veces Santo Tomás de Aquino, no así en éste, consideró que el entendimiento es el reverso de la fe: “No busques entender para creer, sino que haz un acto de fe para poder entender”.Sin embargo, las ideas de Sor Juana, mayormente tomistas, parecieron discurrir por caminos contrarios. Sor Juana expuso sus ideas acerca de la inteligencia humana al describirla facultad del entendimiento como parte de la constitución intrínseca del ser.

Sor Juana explicó admirablemente la importancia del don del entendimiento (aunque resulta dificil coincidir con su opinión): “las ventajas del entendimiento son ventajas en el ser” (Respuesta). No estaría de más recordar ahora que la Respuesta fue un documento apologético, pero también fue un intento de justificación intelectual de una muy cuestionada “vida espiritual”. Los resultados son difíciles de precisar puesto que al defender su derecho a estudiar, razonar y expresarse independientemente, Sor Juana optó otra vez por el natural ejercicio del entendimiento en lugar del salto ciego de la fe.

mistica-obras.jpg Siempre, de modo consciente o inconsciente, Sor Juana demandó saber: ¿por qué la expresión de su entendimiento no podía ser tan libre como el de todos los pensadores que leía y a quienes rebatía o apoyaba por el hábito natural del discurrir del pensamiento? Examinada por muchos, admirada y temida, aceptada y rechazada a la vez, discutida y apoyada como toda personalidad más aventajada en su medio, Sor Juana utilizó términos amalgamados y ambivalentes para denotar el mismo significado: el mundo de las ideas de las cosas sobre el mundo de las cosas.

El acto de conocer es la actividad de descifrar el signo para perpetrar el ser. Sor Juana se opuso, sin proponérselo y quizá sin percatarse, a las definiciones de fe de Nicolás de Cusa y de San Agustín que vimos anteriormente. En el pensamiento de Sor Juana la idea de la preeminencia del ejercicio de la inteligencia fue capital: “no por otras razones es el ángel más que el hombre porque entiende más” (Respuesta). Incluso el mismo Jesucristo fue presentado por Sor Juana como un argumento a su favor: “el triunfo del sabio, obtenido con dolor y celebrado con llanto”. Y con el fin de destacar la supremacía del entendimiento, Sor Juana insistió en la feroz persecución de que el mismo es objeto porque: “las ventajas en el entendimiento lo son en el ser, y no es otro el exceso que el hombre hace al bruto, sino sólo entender; y así ninguno confiesa que otro entiende más, porque es consecuencia del ser más”. Aparentemente Sor Juana “entendía más”, luego “era más”, puesto que usó el ejemplo en defensa de sí misma. Pero fue la esencia intelectual de Sor Juana la que  hizo estallar la conflictiva relación entre su preclara conciencia y el entorno. Por un lado se erigía un sólido sistema de pensamiento racionalista (el suyo); y por otro, la feroz contención de una religiosidad ideologizada: un choque de “fondo y forma”que resultó inevitable.

Dado que el ser de Sor Juana se encontraba imbuido de tal manera por el don del entendimiento que ella llegó a considerar el uno como parte intrínseca del otro, es posible suponer que la oclusión de la vías manifestantes de su ser, como leer y escribir, representara una doble sentencia de anulación intelectual y moral. El Prólogo a la publicación de la Carta Atenagórica que redactó el Obispo Fernández de Santa Cruzincluyendo la traición de su amistad constituyó la refrenda de la grave afrenta, ponderada por Sor Juana -con detalle- en la Respuesta. Tan sólo cuatro meses le llevaría a la monja aceptar el reto y emprender la tarea de redactar humilde y soberbiamente su epístola definitiva. Sor Juana Inés de la Cruz depuso su espíritu combativo a la increíble edad de cuarenta y cuatro años: cansada de explicar, prohibida de leer, impedida de escribir, dolida de vivir. Moría su ser y moría su entendimiento. En el orden contrario.



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