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portada-poema-extenso.jpgEl poema extenso en México
Oliverio Arreola
(compilación)
Los 400 Ediciones
Toluca, 2012

Por Andrés Cisneros de la Cruz
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No. 62 / Septiembre 2013



México es un país donde el poema largo se ha vuelto una tradición. Joven hasta cierto punto, pues sus deudas con la poesía inglesa son muy notorias aún. Tal vez para los poetas mexicanos es así, porque el barroco intenso de la poética novohispana del Primero sueño, de Sor Juana Inés de la Cruz, les queda muy alto. Por otra parte, la limitación intimista determinada por el nacionalismo abstracto de La suave patria, de Ramón López Velarde es —a la manera de ciertos poemas románticos y realistas decimonónicos, pensemos en Guillermo Prieto o Juan de Dios Pesa— una hélice que en el corazón de los Contemporáneos catalizó la necesidad, como poetas fundadores de nuestras instituciones educativas, de confeccionar poemas totales, poemas monumentos. Baste enumerar Canto a un dios mineral, Sindbad el varado o Muerte sin fin.

El poema extenso en México, libro de ensayos sobre el tema, compendiado por Oliverio Arreola, y editado por Los 400, es un acercamiento elemental a esta tradición que ha marcado un reto para los poetas vivos actuales que han decidido jugarse su “licitación canónica” para estar dentro de los monumentos que adornan el Paseo de Reforma con sus poemas extensos. A lo que Oliverio Arreola en el prólogo acota—respecto a los poemas incluidos en el compendio— que están en aras de “una poética de principios del siglo XXI, donde sus autores, con propuestas sólidas, se van encaminando hacia otras formas divergentes e innovadoras de la poesía”.

Dentro de los antecedentes queda un hueco expectante con poemas líricos, “largos”, no mencionados; Lamentación de Dido,de Rosario Castellanos, Las vírgenes terrestres, de Enriqueta Ochoa, A manera de pretexto el mar, de Norma Bazúa, o la pretensión filosófica deconstructiva de Enrique González Rojo Arthur con Para deletrear el infinito, compuesta de cuatro largos tomos. Esta ausencia vale la pena marcarla no como defecto, sino como expectativa para dar continuidad crítica a la brecha que abre este tomo de ensayos necesarios como primeras piedras. Un libro importante desde la perspectiva editorial independiente que se acerca temas centrales de la tradición, con la búsqueda de aportar novedad al abordar plumas que ejercen cierta autoridad desde el ejercicio del poema extenso.

Aunque el acercamiento de los ensayistas gira mayoritariamente en torno a la poética deTierra baldía de T. S. Eliot, otro referente frecuente es Walter Benjamin cuando retoma el flâneur, “ese paseante que, presa del aburrimiento, se lanza a las calles para descubrir la ciudad  parar perder su identidad en la masa que lo enfrenta”; con ambos referentes, el libro se perfila como una espacio de disección para la crítica especializada, que podrá generar preguntas importantes sobre la naturaleza del “poema extenso” en México.

El libro está compuesto de tres perspectivas elementales. La primera: dos textos que se desenvuelven desde la visión subjetiva de los autores, a partir de su relación, sea con los poetas o con los poemas. Luis Alberto Arellano, que abre la septena de ensayos, con El cuerpo abierto en dos es vulnerable, hace un bosquejo rápido sobre el poeta y editor, Luis Armenta Malpica —recién homenajeado en Palizada, Campeche—a partir de su poema Voluntad de la luz, que fue reeditado por Mantis Editores, con una traducción al inglés, hace relativamente poco. El otro texto realizado a vuelo de vivencia e impresión poética, Ese crujir de huesos del cuerpo deshuesado, es de Jesús Bartolo Bello, que nos sumerge en sus vericuetos para conocer al poeta, que hasta la fecha ha realizado el poema más “extenso” en México, sin contar a Enrique González Rojo Arthur; Max Rojas, con su poema infinito, Cuerpos, que al día de hoy no ha sido publicado en su totalidad, y que con Memoria de los cuerpos (Verso Destierro/AEM), el primer tomo de dicho poema, obtuvo el Premio Iberoamericano Carlos Pellicer para obra publicada en 2010. Bartolo Bello nos habla sobre la personalidad del poeta, y de manera veloz, invita a estudiarlo.

Tres de los ensayos se desarrollan a partir del ojo analítico que confecciona Octavio Paz en Contar y cantar, a propósito del poema extenso. Óscar González, Carmen Álvarez Lobato y David de la Torre (los dos últimos también publicaron recientemente ensayos sobre el poeta Josué Mirlo en Tradición y transgresión, aproximaciones a la poética de Josué Mirlo), desarrollan sus trabajos a partir del tratamiento del nobel mexicano, decisión acertada, en tato a las poéticas que analizan. Por su parte Óscar González, analiza en Muerte y soledad, el poema Dylan y las ballenas de María Baranda, con el despliegue del brebaje de poetas ingleses que soportan los versos, de los cuales hace un balance comparativo a partir, evidentemente, de Dylan Tomas; por su parte Carmen Álvarez se adentra en el tema de Caldero ciego, ópera prima de Silvia Pratt (publicada en 2000), en el texto intitulado El poema extenso y el viaje de la memoria, donde aborda la carga lírica y la paulatina desvinculación de la noción tradicional del poema como sujeto de divinidad. David de la Torre analiza la estructura de Ladera de las cosas vivas, de Malva Flores, en El largo viaje de las palabras a la realidad. Los tres ensayos tienen por común el tratamiento que dan al ensayo, un poco con la aproximación interpretativa de los veros, y otro tanto referenciando las influencias y nociones intertextuales que sostienen a los poemas. Este es el bloque mayor de libro, que empatiza con la intención que el compilador expone en su prólogo, con la claridad de buscar “un principio general” para acercarse al poema extenso que se realiza actualmente en México; sobre todo, a partir de la definición de Paz.

El tercer y último bloque, está compuesto por dos ensayos que fueron realizados con un enfoque hondo, sobre los poemas que abordan, y que tienen frescura, sea por los poemas mismos o por el acercamiento que nos hacen a ellos las autoras. Ana Franco Ortuño plantea un “laberinto de la tradición”, el cual analiza a partir de la Tierra nativa, de José Luis Rivas en La estación de los muertos y el laberinto de la tradición; y Adriana Tafoya desarrolla en El canon del salmón, una poética inaugural, el “ascenso a la muerte y el canon del salmón”, que desarrolla ontológicamente en su libro-poema A/salto de río (agonía del salmón), Raúl Renán.

El poema extenso en México  es sin duda un libro que los estudiosos, y también los paseantes de la poesía, se verán en la necesidad de leer. Es importante saber que los poetas son los que dan reconocimiento a los poetas, y en esa premisa, podemos pensar que este libro nos da ese valor. Poetas que leen a poetas y los ponen sobre la mesa para repensar sus poemas. Es un gran comienzo. Los libros de ensayo sobre poesía sabemos no son conclusivos, sino referenciales. Por tanto este primer libro sobre el tema seguramente generará en los apasionados del género la exigencia de una segunda parte, donde puedan leerán más sobre este nodo medular de la poesía nacional. Lo largo no es lo importante en el poema, sino sostenerlo. No sería muy diferente en el ensayo. Pensamos en una idea, que pudo entreverse, y el ensayo es el camión para saber si era real o un devaneo de nuestra “preceptiva” o “perspectiva”. A lo que nos invita este breve compendio bien pensado por Oliverio Arreola, es a buscar y leer los poemas que están intentando remodelar, en algunos casos, construir en otros, las nuevas estructuras de la poesía mexicana.