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resena-te-diria-que-fueramos.jpg Te diría que fuéramos al Río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto
Jorge Humberto Chávez
FCE/ Instituto Cultural de Aguascalientes/ INBA/ Conaculta
México, 2012

Por Jorge Aguilera López
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No. 62 / Septiembre 2013



Un poemario escrito desde la frontera, en más de un sentido, es el más reciente ganador del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2013. Te diría que fuéramos al Río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto es, según el dictamen del jurado, una obra que “con un lenguaje seco y de alta densidad poética, nos da una crónica precisa de la atmósfera trágica que vive una zona de México”. Esa zona, se entiende, es Ciudad Juárez, espacio geográfico simbólico desde una perspectiva cultural por el cruce de lenguas y costumbres binacionales, pero también cargado de violencia, historias trágicas y testimonios de un pasado reciente que ha obligado a repensar las condiciones históricas de ese territorio, generadas ya no por la convivencia de culturas, sino por acciones políticas y criminales:

Mi padre tuvo la sabia idea de refugiarse en un hospital
y morirse el mismo día

en que el pueblo votó al nuevo gobierno
y no alcanzó a ver

que empezaron a caer como moscas

primero los del otro lado de la ciudad
luego los de la colonia contigua más tarde los conocidos

después los vecinos

y finalmente el atardecer nos regaló la muerte del amigo
y del hermano


En Te diría que fuéramos al Río Bravo…, la cotidianeidad se superpone a la anomalía: el conflicto no es ya una tragedia atroz, sin parte de la forma de vida del personaje construido por la voz poética, a fuerza de ver balaceras y cadáveres:

“El meridiano acababa de pasar entre los escasos árboles de esta calle
Que está por entrar a su estamento oscuro

Suenan los motores de los autos en esta esquina de la colonia
El Campa un perro se detiene antes de cruzar a la otra acera

Cuatro muchachos están de pie con las espaldas en la barda de
La escuela Pedro Medina creyendo aún que nada ocurrirá


Esa voz poética, testimonial y narrativa, no sólo construye un monólogo dramático a partir de la puesta en escena de personajes (Jorge, Natalia, Deimy, Rosy), sino que además enlaza la memoria del pasado y el presente, en un viaje que construye la atmósfera sensible del libro, y que nos lleva lo mismo por un highway norteamericano en busca de la figura paterna, llega hasta un cementerio francés para tomar una botella de vino ante la tumba de Apollinaire o se despierta el 11 de septiembre del 2001 para presenciar en vivo la caída de las torres gemelas. En este último poema, resuena el eco de los famosos versos de Salomón de la Selva (“"Ya me curé de la literatura./ Estas cosas no hay cómo contarlas."):

No hay símil o metáfora para esto: el piso 85 de la Torre Sur cayó
sobre el piso 84 y luego ambos sobre

el piso 83 y luego cayeron los tres sobre el 82 y así por cerca de
10 segundos hasta llegar al mismo sótano


En este libro, la superposición de planos espacio-temporales, como en el poema Otra crónica, cuyo verso final da nombre al libro, o en un poema como Recuento, permite reconocer al hablante lírico como sujeto actuante, no mero rapsoda, del destino de la ciudad: es, ante todo, un ciudadano promedio, con deseos y pasiones vitales que, por añadidura, posee la posibilidad de la expresión poética:

y los amigos que quedaron se hicieron un sitio entre sus nichos
Y desde ahí odian y tienen miedo y no crecen

hoy sólo tengo esta página

y me queda el recuento necesario para que puedas leerlo en esta página


Aunque los valores estilísticos del libro son en sí mismo mérito suficiente para considerar Te diría que fuéramos al Río Bravo… una obra importante, hay algo más que destacar de él: lo que Jorge Humberto Chávez, el autor de este poemario, ha conseguido al ganar este premio y lograr la consiguiente publicación de su obra por las instituciones que coeditan (FCE, INBA, Conaculta) es una presencia en el marco institucional de un tipo de discurso poético que ha cobrado mayor fuerza en los últimos años, acaso por las urgencias sociales del momento. No es el primer poeta que escribe sobre la violencia que, derivada del negocio del narcotráfico y su presunto combate, asola al norte del país: ya José Eugenio Sánchez o Miguel Ángel Chávez Díaz de León, entre otros, han escrito sendos poemas que tratan el tema a partir de la vivencia directa de dicho conflicto; también poetas como María Rivera o Cristina Rivera Garza han construido poemas importantes cuyo eje temático es la violencia mencionada. Sin embargo, la publicación de una obra orgánica, respaldada por el premio Aguascalientes y lo que ello implica en términos de prestigio, cuya atención se vuelca en el momento histórico inmediato, es probablemente una evidencia de que la poesía mexicana, al menos en una de sus vertientes más interesantes, ha retomado ese vínculo con los asuntos de interés público que en algún momento parecía haber perdido. O, al menos, esa vertiente ha encontrado el tono pertinente para, sin sacrificar sus valores poéticos, reiniciar un diálogo con el lenguaje cotidiano en términos más justos. A fin de cuentas, “la poesía es el cadáver de la vida que algunos pasan cargando ante tu puerta”.

 


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