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bajadelante-de-un-prado..jpg Delante de un prado una vaca
Fabio Morábito
Ediciones Era
México, 2011

 
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No. 63 / Octubre 2013



Tres poemas de Fabio Morábito

Todo padre es un caballo
Antonio Deltoro

Mi hijo juega sobre mi lomo,
es un vaquero y lo llevo
a cuatro patas por la alfombra
espoleado por sus ¡arre caballo!,
pero sus pies ya tocan el piso,
no es el jinete de antes
que a horcajadas limpias se aferraba
a mi cuello, ahora percibe
su propio peso, deja de arrearme
y se baja. Me acuesto boca arriba,
él se acuesta también
y miramos el techo. Ya no soy
su caballo. No me lo dice,
pero lo piensa. Se bajó
para siempre de mí, su centauro,
a este suelo de todos
que da vuelta a la tierra.




¿Qué es un jardín?
¿Esta hierba pareja?
¿Estas plantas reunidas por capricho
que la naturaleza no juntaría jamás?
¿Se ha dado algún jardín sin nuestras manos?
El viento, dispersando
las semillas,
¿hace jardines que no vemos?
Porque, si bien lo vemos, todo es jardín.
Un bosque es un mosaico de jardines
que se anudan de tan tenues,
igual que en lo más hondo de un jardín
se lucha palmo a palmo.
Porque, si bien lo vemos, todo es maleza,
confusión, oportunismo.
No es uno el que decide
la forma y la fortuna de los vecinazgos
o la prosperidad de las raíces,
sino el subsuelo que no sabe
de jardines ni de bosques.
Tú crees, mirando tu jardín,
que así como lo ves tiene el aspecto
que quisiste,
pero no lo querías así,
maleó tu gusto palmo a palmo
con cada nueva hoja
y cada nuevo tallo, con cada flor
y cada pájaro, y tu mente, a estas alturas,
no sabe de jardines ni de bosques
y no distingue la maleza de las flores.



Como delante de un prado una vaca
que inclina mansamente la cabeza
y sólo la levanta para contemplar su suerte,
o una ballena estacionada justo
en la corriente de una migración de plancton,
a veces me sorprendo estático
y hundido, estacionado
en medio del gran prado del lenguaje.
Pero no tengo dos estómagos
y hasta la vaca busca, cata, escoge,
separa cierta hierba que le gusta,
no es un edén el prado, es su trabajo,
y la ballena, cuando come el plancton,
separa las partículas más gruesas,
se gana el pan diario, su inmenso pan,
buscándolo en el fondo de los mares,
después emerge, expulsa el diablo de su cuerpo
y vuelve a sumergirse sin saber
si come el plancton o lo respira.
No es fácil ser cetáceo ni rumiante
y yo no tengo doble estómago y con uno
hay que escoger, no todo sirve,
sólo la poesía no desecha,
ve el mundo antes de comer.
Mundo en ayunas, ¿a qué sabes?
Poder hacer una única ingestión que dure de por vida,
que con un solo almuerzo nos alcance
y tener toda la vida para digerirlo…
Tener un grado de asimilación inmenso,
saber que todo se digiere
y lo perdido da un rodeo y regresa.
Por eso escribo: para recobrar
del fondo todo lo adherido,
porque es el único rodeo en el que creo,
porque escribir abre un segundo estómago
en la especie.
El verso con su ácido remueve las partículas
dejadas por el plancton de los días
y a mí también, como el cetáceo,
me sale un chorro a veces,
una palabra vertical que rompe el tedio de los mares.

 

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