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Existen corrientes literarias en la actualidad que, pese a los estudios efectuados, siguen causando grandes discusiones en cuanto a lo que son, sus propiedades y aportaciones. El Modernismo es uno de ellos. Como bien ha señalado Ignacio Díaz Ruíz, la complejidad del Modernismo radica en su carácter irreductible y por tanto, no es propio intentar resumirlo. Así mismo, José Emilio Pacheco reconoce la inusitada pluralidad de temas, motivos y de formas que se escapan de este concepto, por lo que defiende la existencia de varios modernismos y no la de un Modernismo totalitario y uniforme.
Ahora que he leído la antología que hace Víctor Manuel Mendiola sobre la poesía de Leopoldo Lugones (1874-1838)La Luna de Regreso, estoy convencido de las afirmaciones anteriores. Si bien es posible identificar la influencia que tuvo el argentino en otros poetas como Ramón López Velarde, Efraín Bartolomé y hasta el mismo Jorge Luis Borges, sería un error dejar de estudiarlo.
Basta leer un solo poema de Lugones para entender la admiración y la preocupación que el ritmo le producía. Ignacio Díaz señala que la creación de formas propias y específicas es un claro indicio de lo que el Modernismo buscaba, y es Lugones quien hace de la rima y la cadencia un claro símbolo de su producción. Este dominio del sonido interno y externo de la lengua le confiere la capacidad para ir creando diversas atmósferas que se volverán tangibles en pocos versos gracias al uso de adjetivos exactos. Del mismo modo, Lugones aprovecha estas construcciones para cambiar el sentido y el ritmo sin que el poema pierda fuerza.
“La última careta” es un claro ejemplo de cómo la construcción ambiental, preponderantemente serena y jocosa, es fracturada y de forma breve se torna irónica con la descripción de Cristo en los tres últimos versos:
La miseria se ríe. Con sórdida chuleta,
su perro lazarillo le regala un festín.
En sus funumbulescos calzones va un poeta,
y en su casaca el huérfano que tiene por Delfín
[…]
Y bajo la ignominia de tan siniestra cáscara,
Cristo enseña a la noche su formidable máscara
de cabellos terribles, de sangre y de pavor.
Para ahondar en lo anterior, considero relevante tratar el abundante repertorio léxico del que Lugones se vale para realizar tanto descripciones agudas como juegos de palabras, ya que emplea los vocablos más pertinentes para expresarse, sin importar que sean o no de su lengua materna. Como bien dijo Pacheco, “el modernismo se inscribe en el ámbito del idioma, se empeña en no verse limitado por las fronteras nacionales” y por ello, podemos encontrar palabras como: jamelgos, enjutos, ujieres, rada, melopea, frac, ice cream, sabaoth, etc., denotando la voluntad cosmopolita del Modernismo.
Por otro lado, sombras, haces de luz, polvo, plantas, estrellas y la misma Luna encuentran refugio en los ambientes tranquilos y serenos de Lugones para desvelar temas como la soledad, la muerte y el binomio efímero-eterno con suma claridad:
En la soledad tenebrosa
como una ribera de la nada,
la honda tristeza de la estrella hermosa
que cruza con la mía su mirada
es el mal de saber que estás aparte,
es una pureza vecina de la muerte,
y lo lejos que estoy para quererte,
y lo ínfimo que soy para alcanzarte.
Sin lugar a dudas, la selección que realizó Víctor Manuel Mendiola permite identificar la precisa adjetivación de Lugones, sus temas y su capacidad para forjar un ritmo a través de la poesía que una vez roto, no se deforma ni entorpece, sino que cobra un giro que lo vuelve más llamativo, más exótico, más individual: más modernista.El título de la antología no sólo indica uno de los motivos más recurrentes para Lugones, sino que también señala el retorno y la permanencia de un poeta que sigue causando admiración entre los posibles lectores.
La Luna de Regreso es una recopilación de 26 poemasorganizados cronológicamenteque busca expresar el estilo de Lugones tal y como es: claro, conciso y sencillo. Sin temor a equivocarme, me parece que Mendiola lo ha logrado.
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