Lo que el agua se llevó
 
criticon-pereira-viaducto.jpgComo un río que viene y se va llegó la poesía a Pereira. Un río que llega y se va, se va  y no termina de irse por completo; siempre queda algo: agua, silencio, humedad en los recuerdos. Las cosas desde un principio llegan para comenzar a partir, leves, con todo lo que traen. Se van y se llevan algo de uno: nos arranca corazones donde no lo hay; se los lleva. Así de sola es la vida: no dejamos ni polvo, todo parte con nosotros. Al menos algo sobrevive del desastre: recuerdos y más recuerdos. Recuerdo como estos: recuerdos de los días donde Pereira llovía poesía: días ruidosos, soleados, lluviosos. Días donde las calles no eran calles sino pilares de piedra, tierra, mugre, desorden.
 

No. 63 / Octubre 2013


Lo que el agua se llevó

 


criticon-pereira-viaducto.jpgComo un río que viene y se va llegó la poesía a Pereira. Un río que llega y se va, se va  y no termina de irse por completo; siempre queda algo: agua, silencio, humedad en los recuerdos. Las cosas desde un principio llegan para comenzar a partir, leves, con todo lo que traen. Se van y se llevan algo de uno: nos arranca corazones donde no lo hay; se los lleva. Así de sola es la vida: no dejamos ni polvo, todo parte con nosotros. Al menos algo sobrevive del desastre: recuerdos y más recuerdos. Recuerdo como estos: recuerdos de los días donde Pereira llovía poesía: días ruidosos, soleados, lluviosos. Días donde las calles no eran calles sino pilares de piedra, tierra, mugre, desorden. No había paso; todo estaba bloqueado. ¡Y ni se diga de la gente de un lado a otro como viento! ¡Gente y más gente! Días donde el sol aún tuesta imágenes en la memoria: donde algo resplandece: la quebradita en la Cristalina: agua, agua y poesía. Piedras negras, blancas, rojizas. El sol hacía que tornaran de colores: primero el negro, después el gris, volvían al negro, el verde y luego negro. ¡Tanto negro oscurece los recuerdos pero de un negro suave, luminoso que termina en blanco! Menos mal no oscurece, aclara. Días donde el cielo cambiaba de colores por el tiempo: de azul a gris y de blanco otra vez a azul; un perpetuo circulo de colores y nosotros el centro donde cae la luz como un péndulo; se balancea y nos aplasta. Cae sobre el agua; sobre las piedras, acariciándolas, extrayendo un brillo purísimo. Serenidad y quietud. Ahí éramos otros con las mismas horas de un día cualquiera. El río nos doma: el río va cargado de poemas sin importar que vaya hacia la muerte. Y en la luz las palabras que saltan. ¡Palabritas que saltan como una bandada de mariposas en los recuerdos! Buscan más profundidad: el puro fondo de la memoria ¿dónde? Tan adentro que cierro los ojos y ya no las veo: se fueron. Apenas dejaron el polvero. Comienzo a buscar y regreso a la cristalina: colores que ensamblan con otros colores el paisaje. Voces que cantan extraños cantos, cantos extranjeros pero nuestros. Voces suaves, delgadas, lozanas. Ah, son Apüshana, Jamioy y Chikangana. Tres rostros que brotan de una humareda: rostros lumínicos, vivos. Tres rostros por donde habla la tierra con el lenguaje de lo que fuimos. Los tres en una ceremonia; buscando el espíritu de las cosas pero si ya lo tienen en sus manos; quieren atraparlo completo, nada de migajas.  ¿Volverá otro momento así?  ¿Se repiten los momentos? Un momento es todo y no vuelve a ser momento. Todo pasa como río endiablado, llevándose todo, sin volver después de muerto. ¡Agüita que pasa, agüita
que corriendo llega al olvido! Sudan sus rostros, hablan. Se siente como pesan sus imágenes en sus ojos; me pesan a mí.  Ahorita me pregunto: ¿Y los poemas que se llevó el río? ¿Adónde van? ¿Dónde están los poemas de ese momento? ¿En mí? ¿En las aguas? Pero si el agua se va para no volver. ¿En el viento? En el viento que entra por boca y oídos y adentro forman un ventarrón que despeluca lo que más puede: sopla, sopla; no hay quien lo detenga. Sacude, se lleva, desordena recuerdos. Los recuerdos de la Cristalina no porque es el viento de allí; los deja quieticos. El humo que se esparcía por el cielo es el mismo que se esparce ahorita en mí, me ahoga en imágenes. Y busco los poemas ¿en qué recoveco están escondidos? ¿Muertos? Muertos no porque los poemas toman vida en nosotros; ahí viven sin preocupaciones. Viven y no mueren, si morimos ahí si mueren; borrón y cuenta nueva. ¡Ay, tráeme paraguas que comienzo a llover mojados recuerdos; recuerdos del río; recuerdos de poesía que cargo!


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